Siempre estoy pensando en la realidad momentánea pero también en cómo conecta con las cosas más grandes, con lo que importa en la vida
(Cameron Doody).- Se ha clausurado la Convención Nacional de los demócratas de los Estados Unidos, en la cual Hillary Clinton ha sido consagrada como candidata del partido a la presidencia del país. Ahora empieza la campaña mano a mano, Clinton contra Donald Trump.
Pero, ¿quién es el hombre que la candidata ha escogido para acompañarla en la larga carrera hacia la Casa Blanca, el senador del Estado de Virginia y candidato a la vicepresidencia, Tim Kaine?
Según afirma William D’Antonio, profesor de sociología de la Catholic University of America, en Washington, se trata de un católico «al estilo del Papa Francisco»: un defensor de los pobres y agitador por la justicia social.
Según informó el Religion News Service cuando trascendió la selección de Kaine -hace ya una semana- el candidato de Clinton para la vicepresidencia es un hombre influenciado por la espiritualidad jesuita de la que bebió como niño en un colegio de la orden, y de la cual -como otros aspectos de su fe personal- no tiene reparos de discutir en público, si bien trata siempre de separar lo personal de lo político.
Pasó un año de misionero en El Progreso, Honduras, con lo cual domina bastante bien el español. Es además un defensor del sacerdocio de la mujer y un admirador confesado de Laudato Si’, la encíclica del Papa Francisco sobre el medio ambiente y el desarrollo sostenible.
Desde que Thomas Tobin, el obispo de Providence, Rhode Island, arremetió contra Kaine y su catolicismo el día después de hacerse pública su nominación a la vicepresidencia, se ha prestado mucha atención a la fe personal del hasta ahora senador. Pero ese análisis, en su mayor parte, ha tendido a reducir las creencias de Kaine a sus posturas respecto a ciertas cuestiones políticas de máxima incandescencia para la sociedad estadounidense. Por decirlo de otra forma: se ha atacado a su religión para poder atacarle políticamente.
Es verdad que Kaine acaba de anunciar su oposición -de acuerdo con la política demócrata- a una enmienda de la ley del aborto de los EEUU que restringiría el acceso a subvenciones federales para mujeres que busquen interrumpir su embarazo, pero es igual de verdad que Kaine, personalmente, profesa estar en contra de la práctica del aborto.
«Creo profundamente, y no solo como un tema político sino moral, que decisiones sobre la reproducción y la intimidad y las relaciones y la contracepción son personales», comentó Kaine al programa televisivo Meet the Press en una entrevista hace justo un mes. «Son decisiones morales que la gente debe tomar por sí misma. Lo que no hace falta es que el gobierno se meta en estas decisiones personales«.
El obispo Tobin, al criticar a Kaine en un mensaje de Facebook, observó que aunque el senador ha dicho que su fe es «el centro de [su] vida personal, «al parecer, y por desgracia, su fe no es el centro de su vida pública y política». Pero es que lo que el prelado intentó lanzar como un insulto resulta ser una virtud que Kaine ha ido cultivando a lo largo de sus casi 20 años en política.
En plena campaña para un escaño en el Senado de los EEUU, en octubre del 2012 -y habiendo dejado ya su cargo de gobernador del estado de Virginia- reflexionó en una entrevista con el periódico The Washington Post sobre la que, para él, había sido la parte «más incómoda» de su trabajo al frente del ejecutivo estatal: el deber de aprobar las penas de muerte. «Tengo una posición moral en contra de la pena capital», dijo al rotativo. «Pero juré que la defendería. Ceñirse a un juramento también es una obligación moral«.
Cosas parecidas han sucedido en relación a las posturas de Kaine con respecto a otros temas candentes como el matrimonio homosexual o la adopción de niños por parejas del mismo sexo. Ciertamente ha intentado sacar una ventaja política con sus bastante frecuentes -y ampliamente comentados- cambios de opinión en estas cuestiones, pero él las explica en el contexto de una búsqueda de un bien mayor.
Le ha guiado, dice, una convicción de no colocar «barreras artificiales» en el camino de la gente: en el caso de la adopción, por ejemplo, de no sobreponer nada al interés del niño que estaría mejor con dos padres en vez de con ninguno.
«Hago lo que hago por razones espirituales», afirmó Kaine en otra entrevista con la cadena C-SPAN, a primeros de junio de este año. «Siempre estoy pensando en la realidad momentánea pero también en cómo conecta con las cosas más grandes, con lo que importa en la vida». Y como ejemplos de estas «grandes realidades» que tanto le preocupan al vicepresidenciable -que mejor revelarían su simpatía con el actual papa- se podrían citar su inquietud por el medio ambiente y su deseo de que se haga para las mujeres en la Iglesia un espacio de más, y mejor, participación.
No solo reveló Kaine su acuerdo con el planteamiento del Papa Francisco del cuidado del medio ambiente como una verdad fundamental -una cuestión de fe- más allá de consideraciones meramente ecológicas, económicas o políticas, sino que en este mismo momento -días antes de la visita del papa a los EEUU, en septiembre del 2015- animó al pontífice a que «pusiera la Iglesia en camino para ordenar a las mujeres sacerdotes».
Sería absurdo sostener, desde luego, que Kaine y Clinton son los candidatos ideales del Papa Francisco. Pero como notó el profesor de sociología de la Catholic University of America, William D’Antonio: «Paras un momento y te preguntas: ¿Quién refleja mejor la manera en la que Francisco mira al mundo? Y te contestas, sin lugar a dudas de que no es, en absoluto, Donald Trump».