La convivencia implica que cada uno se ajuste a las reglas y no haya ni provocaciones ni estigmatizaciones"
El presidente de Francia, François Hollande, salió este jueves a terciar las divisiones que generó la prohibición del burkini en el seno de su gobierno, tras las declaraciones de la titular de Educación, quien consideró el veto es «una deriva peligrosa para la cohesión nacional». Hollande subrayó que «la convivencia implica que cada uno se ajuste a las reglas y no haya ni provocaciones ni estigmatizaciones».
Al término de una reunión de socialdemócratas europeos en Celle Saint Cloud, a las afueras de París, el mandatario francés destacó que «la vida en común supone no caer en ninguno de esos dos extremos».
«No sólo somos europeos porque tenemos un mercado y una moneda, sino porque pensamos que con Europa somos más fuertes y controlamos nuestro destino, lo que implica reglas y su respeto», dijo al hablar de la convivencia como «el desafío principal de la construcción europea».
La polémica en torno a este traje de baño utilizado por algunas mujeres musulmanes que cubre casi todo el cuerpo se desató en Francia a principios de mes, después de que la localidad balnearia de Cannes lo prohibiera en sus playas y su ejemplo fuera seguido en 31 municipios.
Lo que comenzó como decisiones de corte municipal, encabezados por distritos de la conservadora Costa Azul, adquirió un plano nacional, incluso continental, que llevó a largos debates con aristas que van desde la libertad, el patriarcado, la discriminación, la radicalización, los miedos y el extremismo. Incluso el Vaticano consideró «exagerado» el veto francés.
Fue el propio primer ministro Manuel Valls el que tiró la primera piedra y desató las divisiones en el gobierno socialista. En declaraciones al diario francés La Provence, el político apoyó los vetos contra el uso de la malla y consideró -amparado en su laicismo- al burkini como «la traducción de un proyecto político fundado en la esclavitud de la mujer».
Si bien el Ejecutivo descartó una legislación específica, comenzaron a surgir divergencias entre ministros a la hora de pronunciarse sobre los decretos municipales, en su inmensa mayoría obra de alcaldes conservadores.
Fue Najat Vallaud-Belkacem, ministra de Educación y del Derecho de la Mujer, la que salió al cruce de Valls con más potencia.
«No hay un vínculo establecido entre el terrorismo y la celebración de una mujer en la playa» y la proliferación de los detenidos en las playas tiene como resultado directo «la liberación del discurso racista», remarcó la ministra.
Para ella, los alcaldes de la Costa Azul, en su mayoría, «vieron este tema como una potencial explotación política, que es lamentable en un momento grave de un post-ataque cuando los franceses están preocupados. No pongan aceite al fuego», pidió la francesa nacida en Marruecos Vallaud-Belkacem, de 39 años y portavoz de Hollande durante la campaña presidencial y del gobierno socialista entre 2012 y 2014.
Otros que se pronunciaron en contra al pensamiento de Valls fueron el secretario de Tecnología, Axelle Lemaire y el ministro de Interior, Bernard Cazeneuve.
En tanto, la ministra de Desarrollo Social y Salud, Marisol Touraine, también esclareció su posición contraria al veto: «Se olvidan que la laicidad no es el rechazo de la religión: es una garantía de la libertad individual y colectiva. No puede y no debe convertirse en la punta de lanza de un estigma peligroso para la cohesión de nuestro país «, escribió en su blog.
La brecha quedó planteada de manera frontal dentro del gobierno obligando a Hollande a intervenir para calmar los ánimos.
Por otro lado, decenas de mujeres musulmanas y no musulmanas, convocadas por las redes sociales, transformaron este jueves la embajada francesa de Londres en una playa para protestar por el veto al burkini, el traje de baño islámico que cubre desde la cabeza hasta los tobillos.
Bajo el lema «Fiesta en la playa: Ponte lo que quieras», unas 75 mujeres llenaron la entrada de la embajada francesa de arena, donde pusieron sus tumbonas y sombrillas para protestar contra la «censura» y la actuación policial ejercida contra musulmanas en los últimos días en Francia. Varias mujeres se organizaron el día anterior a través de Facebook para reivindicar su derecho a usar el burkini, prohibido en una treintena de localidades francesas.
«Estoy muy enfadada», comentó Someyie Khem, una mujer afgana que vive en Londres y que asistió a la convocatoria junto a sus dos hijas. «No me puedo ni imaginar lo asustada que debía de estar esa señora cuando se despertó rodeada de policías», dijo haciendo referencia a una mujer que fue fotografiada en una playa de Niza (Francia) cuando los policías le obligaban a retirarse la túnica.
En Bruselas, el secretario de Estado de Bélgica para el Asilo y las Migraciones, el nacionalista flamenco Theo Francken, manifestó su apoyo a una eventual prohibición del burkini en el país «en nombre de la igualdad entre hombres y mujeres«, si bien reconoció las dificultades jurídicas para adoptar esa medida.
«En nombre de la igualdad entre hombres y mujeres, me opongo al uso del burkini», aseguró el político perteneciente a la Nueva Alianza Flamenca (N-VA) durante una entrevista en la emisora de radio Bel-RTL. Francken admitió las dificultades jurídicas para aprobar la prohibición del traje de baño islámico, aunque insistió en avanzar hacia el veto. «Debemos prohibirlo en las playas incluso si jurídicamente no resulta fácil. Yo estoy en contra de todos los elementos que someten a las mujeres», afirmó el secretario de Estado belga.
(RD/Agencias)