Esperamos un acuerdo muy importante, histórico, un acuerdo que llevamos esperando desde hace casi 70 años
La esperanza de un acercamiento entre el Vaticano y Pekín después de seis décadas de desavenencias estremece a algunos miembros del clero, temerosos de que la Santa Sede consienta el control del régimen comunista sobre los católicos.
Desde su elección en 2013, el papa Francisco intenta acercarse a Pekín con la esperanza de restablecer los lazos con los católicos de China, divididos entre una obediencia al sumo pontífice y otra al régimen comunista.
Algunos emisarios chinos viajaron en varias ocasiones al Vaticano en los últimos meses para tratar de resolver el delicado tema del nombramiento de los obispos, el principal escollo.
El Vaticano quiere instaurar la paz con la Iglesia de China. «Pero sin libertad, no hay paz», protesta el cardenal Joseph Zen, exobispo de Hong Kong y adversario declarado del acercamiento.
Se espera una delegación china a comienzo de noviembre en Roma «para una última ronda de negociaciones», afirmó a la AFP el sacerdote belga Jeroom Heyndrickx, en contacto con la Iglesia de China desde los años 1950 y que sigue de muy cerca el diálogo con la Santa Sede.
«Esperamos un acuerdo muy importante, histórico, un acuerdo que llevamos esperando desde hace casi 70 años», afirma entusiasmado este sacerdote, a la cabeza del Instituto Ferdinand Verbiest de Lovaina, especializado en el estudio del catolicismo en China.
El Vaticano y China no mantienen relaciones diplomáticas desde 1951. Hay una docena de millones de católicos chinos, divididos entre una «Asociación Patriótica», con un clero elegido por el Partido Comunista, y una iglesia no oficial con obispos designados por Roma, tolerados pero no reconocidos por Pekín.
En virtud de este acuerdo en ciernes, el papa reconocería a cuatro de los ocho obispos de la Asociación Patriótica y Pekín podría nombrar a otros dos en las provincias de Shanxi (norte) y Sichuan (sudoeste) con el acuerdo de la Santa Sede. Las dos partes acordarían un procedimiento de designación.
Según el sacerdote belga, la iglesia podría aprobar el mapa de 98 diócesis trazado por Pekín, que ha suprimido 14 obispados. Quedan una treintena de diócesis vacantes.
Sin embargo el acuerdo debería ignorar la treintena de obispos nombrados por Roma y que no reconoce Pekín. «Su suerte no se decidirá en un futuro cercano», según el padre Heyndricks. Porque, incluso en la hipótesis de que Pekín acepte reconocerlos, «estoy convencido de que ellos se negarían a unirse a la Asociación Patriótica», pronostica.
Una asociación en la que los obispos son «títeres» del gobierno, integrada por mucha gente que «se aprovecha de su situación», asegura monseñor Zen.
Si el Vaticano reconoce a la Asociación Patriótica, muchos fieles de la Iglesia no oficial se verían «incitados a adherirse a la iglesia oficial pero no podrían hacerlo en conciencia», estima el prelado preguntado por la AFP desde Hong Kong. «Se desesperarán».
Pekín podría «sentirse autorizada a eliminar a la iglesia subterránea», declara, preocupado, monseñor Zen, opuesto a la idea de que Pekín seleccione a los obispos con el aval del papa. «Es un gobierno ateo que no cree en Dios ¡Que sabrá de lo que se necesita para nombrar un obispo!.
Para Francesco Sisci, investigador de la Universidad del Pueblo en Pekín, la fractura entre los católicos chinos va más allá de la rivalidad política. «En la misma región puede haber dos obispos que se enfrentan por el poder, por el dinero«, dice. «Las dos facciones se odian».
No se prevé que la reconciliación entre Roma y Pekín lleve aparejada un restablecimiento de las relaciones diplomáticas, aunque el papa sueñe con viajar un día a China.
El papa «es muy entusiasta, muy optimista, quiere hacer las paces con todo el mundo, lo que está muy bien, pero la realidad es a veces cruel», afirma monseñor Zen, que sospecha que Francisco, a diferencia de Juan Pablo II, ignora lo que significa de verdad el comunismo. «Quienes no lo han vivido tienen dificultades para entenderlo».
(RD/Agencias)