El temor de nuevos conflictos internos, vinculados siempre a intereses internacionales, que explotarán tras la derrota de los extremistas, es muy grande
(Vicente Luis García).- Estas Navidades he recibido entre las muchas felicitaciones la de monseñor Sleiman, arzobispo de Bagdad, a quien tuve la oportunidad de conocer y entrevistar en Vitoria. A la felicitación la acompañaba un texto suyo, palabras pronunciadas el pasado 7 de diciembre. Por el valor de su testimonio, y con el permiso de monseñor Sleiman, las comparto para que puedan escuchar la voz de quienes están, y viven en primera línea la situación de muchas comunidades cristianas.
Traducción del original en italiano:
Queridos amigos:
En estos días del Adviento, me inspiro en el profeta Isaías que, describiendo proféticamente la venida del Mesías, dice: «El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros y hará desaparecer de todo el país el oprobio de su pueblo, porque el Señor ha hablado» (Is 25,8).
Y el deseo, que formulo en mi oración, para los pueblos de Oriente Medio, frustrados interiormente y manipulados internacionalmente, de modo particular para Irak. Mi oración alcanza también a Italia, a la que debo mucho espiritual y culturalmente, y que tiene necesidad de esperanza en estos tiempos oscuros.
Paradójicamente, las cosas se ponen en conjunto mejor pero, por desgracia, los peligros que se derivan de esta evolución positiva son muchos.
Ciertamente las derrotas que el Estado Islámico está sufriendo permiten ser optimistas. Pero el temor de nuevos conflictos internos, vinculados siempre a intereses internacionales, que explotarán tras la derrota de los extremistas, es muy grande.
El problema será la división de los territorios liberados, especialmente los disputados por los kurdos y árabes, musulmanes sunitas y chiítas, sin olvidar las reivindicaciones de las minorías de regresar a sus hogares. Los protagonistas internacionales apoyan a uno u otro grupo, jugando en este terreno tan minado.
Todo esto pesa de modo particular sobre la comunidad cristiana, ya debilitada, y sobre otras minorías golpeadas por el Estado Islámico.
Sin embargo, los viejos problemas de Irak vuelven a estar presentes. El problema de la mujer irakí continúa, a pesar de la votación de ciertas leyes por la igualdad. Por ejemplo, en el Parlamento existe una cuota rosa. Pero el impacto de las tradiciones y de las estructuras sociales, de las religiones y de la cultura, domina la dinámica de cambio.
Hace unos meses, se intentó votar en el Parlamento una ley para fijar la edad de matrimonio de las niñas en los 9 años. Por suerte no salió adelante, pero revela el peso de la regresión en la cultura general. Hace unas semanas fue introducido furtivamente en la ley de Presupuestos un artículo que prohíbe la producción, venta y consumo de alcohol. O sea que podemos decir que la cultura del Estado Islámico se ha propagado en la sociedad. Los milicianos pueden ser vencidos, pero la cultura que dejan a su paso, arraigada también en las tradiciones y en algunas jurisprudencias, seguirá a expensas de los grupos más abiertos, como los cristianos, que huyen exiliándose.
En el corazón de esta tormenta, es preciso mencionar la fuerte crisis económica, debida a los conflictos, a la corrupción generalizada, a los mercados negros, pero principalmente al colapso del precio del petróleo. Los irakíes en general, y los cristianos en particular, pagan el precio de todo ello. El trabajo se convierte en un problema. Alquilar una casa se convierte en un rompecabezas. Pero para los cristianos, como para todos, el Señor viene. Así que les deseo su Santo Nacimiento y un feliz año nuevo, y agradezco de corazón a tantos que han seguido sosteniendo a nuestras iglesias.
Resulta difícil imaginar desde el salón de casa la situación que otros seres humanos están viviendo no tan lejos de nosotros. Conozco periodistas de mi ciudad que no hace mucho han estado allí, en primera línea. Y estas Navidades compartían con su familia las fiestas y reuniones de estos días señalados en rojo en el calendario. Quizá por eso me resulta más imperioso el compartir las palabras de alguien que vive allí, no ocasionalmente, sino que hoy es su tierra. Necesitamos que nos hablen de primera mano. Mi labor ser puente para esas voces.
Quizá este sea el último artículo de 2016. Por ello a quien lo lea mis mejores deseos de paz y felicidad y que el 2017 podamos llenarlo de Buenas Noticias.
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