Con la fuerza del amor se puede luchar contra la violencia y la guerra y se puede conseguir, con paciencia, la paz
(José M. Vidal).- El Papa visita la iglesia de los nuevos Mártires de San Bartolomé, regida por la Comunidad de San Egidio. En un acto lleno de emoción, Francisco recordó a la mujer cristiana de un musulmán refugiado en Lesbos, cuyos campos denunció como «campos de concentración» y pidió que lso derechos humanos primen sobre los acuerdos internacionales.
A la entrada de la basílica, los niños le regalan dibujos y flores. El Ppa se agacha para saludar a los más pequeños, que asoman entre las vallas.
En la basílica es recibido por Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio, y besa la cruz, como signo de acogida. Francisco se recoge largo rato en oración, de pie, ante el cuadro de los nuevos mártires.
Andrea Riccardi le dirige unas palabras, le da las «gracias por venir al monasterio de los santos» y recuerda que es el cuarto aniversario del secuestro de dos arzobispos ortodoxos de Alepo. «Un santuario para no olvidar y un lugar de memoria», dice. «Ante los nuevos mártires, sentimos vergüenza», añade.
El fundador de San Egidio asegura que «la guerra es madre de dolor». «Los mártires nos recuerdan que, como cristianos, no vencemos por el dinero o las armas. Ellos no son héroes. No roban la vida, sino que la donan y reclaman una Iglesia pobre, humilde, humana»
«Nuestra oración de hoy prepara su próximo viaje a Egipto, tierra de mártires», termina Riccardi.
Comienzan diversos testimonios. El primero, el del hijo de un pastor, que murió en el campo de concentración nazi. El segundo, es el de la hermana del padre Hamel, el sacerdote asesinado por el ISIS en Rouen.
«Su muerte está en línea con su vida de sacerdote, donada y entregada al Señor. Una vida al servicio del Evangelio, entregada por la Igesia y por la gente, sobre todo, a los má spobres, a los que sirvió siempre en las periferias». «Jacques mi hermano, vivió como un hermano para los demás».
Testimonio de Francisco Hernández, amigo de un mártir asesinado en El Salvador en 2009.
Tras una antífona cantada, el diácono lee un pasaje del Evangelio de Juan: «Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros, como Yo os he amado».
Algunas frases de la homilía del Papa
«Hemos venido como peregrinos a esta basílica, donde la memoria antigua de los mártires se une a la de los nuevos mártires»
«La Iglesia es Iglesia si es Iglesia de mártires»
«Los mártires son los que vienen de la Gran Tribulación»
«Ellos sufren y dan la vida y nosotros recibimos la bendición de Dios por su testimonio»
«Hay muchos mártires desconocidos y ocultos»
«Los que ayudan al hermano y aman a Dios sin reserva»
«La causa de toda persecución es el odio del Príncipe de este mundo hacia todos los salvados»
«En el Evangelio, Jesús habla de odio: ‘El mundo os odiará'»
«Jesús nos ha rescatado del poder del diablo»
«¡Cuántas comunidades cristianas son hoy objeto de persecuciones a causa del odio!»
«Los mártires pueden ser pensados como héroes, pero lo fundamental de los mártires es que han sido agraciados por la gracia de Dios»
«La Iglesia necesita también hoy mártires y santos de la vida ordinaria, porque la Iglesia la llevan adelante los santos»
«Sin ellos, la Iglesia no puede caminar»
«Quisiera hoy añadir un icono más: una mujer. No sé su nombre, pero nos mira desde el cielo. Estaba en Lesbos, saludando a los refugiados. Y me encontré con un hombre de unos treinta años, me miró y me dijo: ‘Padre, soy musulmán y mi mujer, cristiana. En nuestro país han venido terroristas, le vieron el crucifijo y le pidieron que lo tirara, no lo quiso hacer y la degollaron delante de mí. ¡Nos queríamos tanto!’. Este es el icono que os traigo hoy como regalo aquí. No sí si el hombre está todavía en Lesbos o consiguió ir a otra parte»
«Los campos de refugiados son campos de concentración, donde se abandona a la gente»
«Los acuerdos internacionales son más importantes que los derechos humanos»
«Y este hombre no tenía rencor y llevaba su cruz del dolor sin rencor»
«Con la fuerza del amor se puede luchar contra la violencia y la guerra y se puede conseguir, con paciencia, la paz»
«A Ti, Señor, la gloria y a nosotros, la vergüenza»
Texto completo de la homilía del Papa Francisco
Hemos venido como peregrinos a esta Basílica de San Bartolomé en la Isla Tiberina, donde la historia antigua del martirio se une a la memoria de los nuevos mártires, de tantos cristianos asesinados por las desequilibradas ideologías de siglo pasado, y asesinados sólo porque eran discípulos de Jesús.
El recuerdo de estos heroicos testimonios antiguos y recientes nos confirma en la conciencia que la Iglesia es una Iglesia de mártires. Y los mártires son aquellos que, como nos lo ha recordado el Libro del Apocalipsis, «vienen de la gran tribulación y han lavado sus vestiduras, haciéndolas cándidas en la sangre del Cordero» (7,17). Ellos han tenido la gracia de confesar a Jesús hasta el final, hasta la muerte. Ellos sufren, ellos donan la vida, y nosotros recibimos la bendición de Dios por su testimonio. Y existen también tantos mártires escondidos, esos hombres y esas mujeres fieles a la fuerza humilde del amor, a la voz del Espíritu Santo, que en la vida de cada día buscan ayudar a los hermanos y de amar a Dios sin reservas.
Si miramos bien, la causa de toda persecución es el odio del príncipe de este mundo hacia cuantos han sido salvados y redimidos por Jesús con su muerte y con su resurrección. En el pasaje del Evangelio que hemos escuchado (Cfr. Jn 15,12-19) Jesús usa una palabra fuerte y escandalosa: la palabra «odio». Él, que es el maestro del amor, a quien gustaba mucho hablar de amor, habla de odio. Pero Él quería siempre llamar las cosas por su nombre. Y nos dice: «No se asusten. El mundo los odiará; pero sepan que antes de ustedes, me ha odiado a mí».
Jesús nos ha elegido y nos ha rescatado, por un don gratuito de su amor. Con su muerte y resurrección nos ha rescatado del poder del mundo, del poder del diablo, del poder del príncipe de este mundo. Y el origen del odio es este: porque nosotros hemos sido salvados por Jesús, y el príncipe de este mundo esto no lo quiere, él nos odia y suscita la persecución, que desde los tiempos de Jesús y de la Iglesia naciente continúa hasta nuestros días. ¡Cuántas comunidades cristianas hoy son objeto de persecución! ¿Por qué? A causa del odio del espíritu del mundo.
Cuantas veces, en momentos difíciles de la historia, se ha escuchado decir: «Hoy la patria necesita héroes». Los mártires pueden ser pensados como héroes pero lo fundamental del mártir es que es uno que ha recibido una gracia. Existe la gracia de Dios, no el coraje, no valentía, ésto es lo que lo hace mártir.
Hoy, del mismo modo, nos podemos preguntar: «¿Qué cosa necesita hoy la Iglesia?» Mártires, testimonios, es decir, Santos, aquellos de la vida ordinaria, porque son los Santos los que llevan adelante a la Iglesia. ¡Los Santos!, sin ellos la Iglesia no puede ir adelante. La Iglesia necesita de los Santos de todos los días llevada adelante con coherencia; pero también de aquellos que tienen la valentía de aceptar la gracia de ser testigos hasta el final, hasta la muerte. Todos ellos son la sangre viva de la Iglesia. Son los testimonios que llevan adelante la Iglesia; aquellos que atestiguan que Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo, y lo testifican con la coherencia de vida y con la fuerza del Espíritu Santo que han recibido como don.
Yo querría hoy añadir un ícono más en esta Iglesia: una mujer. No sé su nombre, pero ella nos mira desde el Cielo. Cuando estaba en Lesbos, saludaba a los refugiados, y encontré a un hombre de 30 años con tres niños que me ha dicho: «Padre yo soy musulmán, pero mi esposa era cristiana. A nuestro país han venido los terroristas, nos han visto y nos han preguntado cuál era la religión que practicábamos. Han visto el crucifijo, y nos han pedido tirarlo al piso. Mi mujer no lo hizo y la han degollado delante de mí. Nos amábamos mucho. Este es el ícono que hoy les traigo como regalo aquí. No sé si este hombre está todavía en Lesbos o ha logrado ir a otra parte. No sé si ha sido capaz de huír de ese campo de concentración porque los campos de refugiados… muchos de ellos son campos de concentración, son abandonados ahí, a los pueblos generosos que los acogen, que tienen que llevar adelante este peso, porque los acuerdos internacionales parecen ser más importantes que los derechos humanos. Y este hombre no tenía rencor. Y él siendo musulmán llevaba adelante esta cruz sin rencor, se refugiafa en el amor de su mujer, que ha recibido la gracia del martirio.
Recordar estos testimonios de la fe y orar en este lugar es un gran don. Es un don para la Comunidad de San Egidio, para la Iglesia de Roma, para todas las Comunidades cristianas de esta ciudad, y para tantos peregrinos. La herencia viva de los mártires nos dona hoy a nosotros paz y unidad. Ellos nos enseñan que, con la fuerza del amor, con la mansedumbre, se puede luchar contra la prepotencia, la violencia, la guerra y se puede realizar con paciencia la paz. Y entonces podemos orar así: «Oh Señor, haznos dignos testimonios del Evangelio y de tu amor; infunde tu misericordia sobre la humanidad; renueva tu Iglesia, protege a los cristianos perseguidos, concede pronto la paz al mundo entero. A ti Señor la Gloria y a nosotros la vergüenza».