Su muerte, extraordinaria, que asemeja a la muerte de un mártir, a la muerte de Jesús, es decir a un inocente que ha dado su vida por Dios y que ha sido asesinado consagrándose a Dios. Esto sigue siendo para mí algo todavía nuevo
(Charles de Pechpeyrou, Osservatore Romano).- Dominique Lebrun era arzobispo de Rouen desde hacía ni siquiera un año cuando el padre Jacques Hamel fue asesinado al final de la misa que estaba celebrando la mañana del 26 de julio del 2016, en la iglesia de Saint-Étienne-du-Rouvray.
Con motivo del primer aniversario de este dramático evento, el prelado se confía con el L’Osservatore Romano recordando cuánto haya quedado plasmado en él el signo de la muerte «extraordinaria» de este «sacerdote ejemplar», cuya sencillez habla a todos y hace de él un sacerdote universal. Además, mientras su causa de beatificación fue iniciada hace tres meses, Lebrun se alegra de la paz que reina entorno al recuerdo del anciano sacerdote, «sembrador de paz».
¿Cómo ha vivido este año transcurrido después del asesinato del padre Jacques Hamel?
Como un año de luto, con sus etapas: el funeral, el encuentro con el Papa y la reapertura de la iglesia de Saint-Étienne-du-Rouvray el día 2 del pasado mes de octubre. Luego ha habido numerosos encuentros, con la familia, la comunidad musulmana, la parroquia y las otras víctimas. Con el avanzar del año litúrgico, me preguntaba: ¿Qué sucede en la parroquia de Saint-Étienne-du-Rouvray en Navidad, en Viernes Santo, en Pascua, el día en el cual ordeno diácono en vista del sacerdocio a un joven que se llama Julien Hamel? ¿Qué sucede hoy en el primer aniversario de su asesinato?
¿El padre Hamel ha entrado a formar parte de su vida cotidiana?
Padre Hamel -y su muerte- han entrado a formar parte de mi cotidianidad. Como podéis intuir, ahora que está muerto, el padre Hamel está todavía más vivo. Su figura de sacerdote, sencillo y ejemplar, hace que me cuestione como pastor y obispo el modo de considerar la vida de los sacerdotes, sobre lo que espero por parte de ellos en términos de «eficiencia». Sin descanso, debo convertirme, pasar de esta demanda de eficiencia a la admiración por su fecundidad, lo cual es un poco distinto: la eficiencia consiste en querer obtener algo con los propios medios, la fecundidad en cambio deriva del hecho de que somos dos, que es la gracia del Señor que actúa proporcionalmente a nuestra santidad y no a nuestra ingeniosidad y a nuestras capacidades reconocidas por una comunidad o por la sociedad.
Sí, puedo decir que lo que ocurrió me ha transformado como obispo. El evento dramático compartido por otros incluso me ha acercado a la sociedad local en sus diversos componentes: naturalmente al municipio de Saint-Étienne-du-Rouvray, y en consecuencia a los otros municipios del territorio. Y desde ahora en adelante estoy unido a la comunidad musulmana y a todas las otras comunidades de creyentes del territorio de mi diócesis. Estoy unido de una manera nueva a esta parroquia, a su grupo pastoral, a su párroco que proviene de la República Democrática del Congo. A través de ellos, estoy mucho más cerca de las parroquias de mi diócesis y del presbiterio en su diversidad.
Hoy, un año después del asesinato, ¿cómo definiría al padre Hamel?
Un sacerdote sencillo y ejemplar. Quizás ejemplar por su sencillez. El segundo aspecto es su muerte, extraordinaria, que asemeja a la muerte de un mártir, a la muerte de Jesús, es decir a un inocente que ha dado su vida por Dios y que ha sido asesinado consagrándose a Dios. Esto sigue siendo para mí algo todavía nuevo, en un estado embrionario, que todavía no ha producido su fruto, que me sorprende todavía, y que en cierta manera ya no me pertenece. Será necesario un tiempo, esto dependerá de lo que vive el pueblo de Dios pero también de la opinión pública en un sentido más amplio. Y dependerá también de lo que la Iglesia decidirá o no para su beatificación, porque no es lo mismo si el padre Hamel entra en el culto público o si permanece en la oración ordinaria y privada del cristiano.
A propósito, ¿puede recordarnos cómo ha iniciado su proceso de beatificación?
La historia del proceso de beatificación del padre Hamel comienza inmediatamente después de su muerte: la palabra mártir es pronunciada por muchas personas y se encuentra en las diversas cartas que he recibido. Esto es el fundamento mismo de la declaración de un santo o mártir, lo que nosotros llamamos la fama de santidad o de martirio. Luego, naturalmente estaba al corriente de que el proceso podía abrirse solo después de un periodo de cinco años desde la muerte del sacerdote.
Pero las cosas cambiaron durante la peregrinación diocesana realizada a Roma en septiembre de 2016: con las hermanas del padre Hamel, habíamos sido invitados a participar en la misa del Papa Francisco en Santa Marta, el 14, fiesta de la exaltación de la Santa Cruz. Como es sabido, el Papa pronunció personalmente estas palabras fuertes: «¡Es un mártir! Y los mártires son beatos, debemos rezarle». Desde ese momento, he tenido la necesidad de saber qué quisiera decir esto.
Con el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el cardenal Angelo Amato, pensamos en preguntar al Papa si fuese su deseo abreviar los tiempos. Es lo que hizo, indicando que quizás había que acelerar los tiempos para beneficiarse de los elementos de prueba que son los testimonios de las otras víctimas del atentado, principalmente muy ancianas. Por ello su proceso se ha acelerado, pero sé también que, como dice un refrán, una justicia serena es también una justicia lenta. Por este motivo, tomamos el tiempo necesario para que las cosas se hagan no sólo según las normas canónicas sino también con mucha seriedad.
¿En qué punto nos encontramos?
La primera sesión del proceso se llevó a cabo el pasado 20 de mayo, y el tribunal ha escuchado hasta la fecha de hoy a una decena de testigos de los sesenta y nueve que han sido presentados en la audiencia de apertura, aun conservando la posibilidad de convocar a otros testigos por parte del tribunal para un suplemento de investigación. Estoy en contacto con el padre Paul Vigouroux, el postulador, pero no asisto a las audiencias, y permanezco a distancia para que la justicia se desarrolle sin ninguna presión. Probablemente, el resultado de la investigación será enviado al Vaticano en el plazo de uno o tres años.
En el caso de que el Pontífice declarase al padre Hamel beato, el culto público de la Iglesia católica sería autorizado. ¿Pero no nos encontramos ya ante una resonancia que cruza las fronteras, alimentada precisamente por el hecho de que el padre Hamel fue un sacerdote sencillo, cuya figura habla a cada uno de nosotros?
Es la llamada fama de santidad o de martirio. Esta es la primera condición: la Iglesia no declarará beato a alguien que no tenga esta fama. Y lo que es llamado sensus fidei, lo que el pueblo de Dios, y más ampliamente hoy la humanidad, puede percibir de este eco auténtico de santidad de Dios. Lo veo a través de los turistas que visitan la catedral de Rouen, de las personas que se acercan a la iglesia de Saint-Étienne-du-Rouvray o a su tumba. Lo veo también en las cartas que recibo o en los encuentros con personas externas. Efectivamente, su sencillez habla a todos: fue un sacerdote católico, un sacerdote universal. ¿Qué recuerdan las personas? Que ha bautizado, ha celebrado bodas, ha predicado, ha celebrado la misa con fidelidad, que estaba bien integrado en su ciudad. Es lo que hace cada día un sacerdote en Australia, en Kenia, en India o en América Latina. No era un sacerdote mediático, era un sacerdote diocesano, un sacerdote y punto, y esto habla a toda la humanidad.
Pasemos de la humanidad al catálogo de los santos ¿Junto a qué santo, si la beatificación tuviera lugar, colocaría usted al padre Hamel?
No puedo responder todavía a esta pregunta porque todavía estoy en tiempo de luto, y no hago proyecciones de futuro. La única reflexión que he hecho es de carácter cronológico. Entre los santos locales, no tenemos santos recientes en la diócesis de Rouen. Nuestros santos se remontan en su mayor parte a los tiempos de la fundación de la diócesis, al siglo IV, al tiempo de las invasiones bárbaras, poco antes del año 1000. Una de las santas más recientes es Juana de Arco, fallecida en 1431. Hay algunos santos más recientes, como santa Teresa del Niño Jesús y san Juan Eudes. Entonces me he dicho que podríamos tener en esta circunstancia un santo contemporáneo.
¿Tiene algo que añadir en particular sobre estos últimos meses?
Se puede decir que su muerte ha sido un evento extremadamente fuerte desde el punto de vista humano y espiritual. En un año, no ha habido nunca divergencias respecto al padre Hamel, tales como poner en orden o vaciar su apartamento, qué día o no decir la misa, si se trabaja lo suficiente, porque cada uno de nosotros vive algo singular: la familia, la diócesis, los sacerdotes de su generación, la Iglesia en Francia pero también las colectividades territoriales y la comunidad musulmana. No han llegado nunca a mi conocimiento opiniones diversas que se hayan convertido en conflictivas, lo cual es muy raro. ¡Padre Hamel ha sembrado paz!