EL HOMBRE Y LA FE

«Las monjas siguen sufriendo abusos en continentes como Europa»

El suplemento feminista de El Vaticano echa el cierre tras denunciar abusos sexuales de sacerdotes y obispos

"Las monjas siguen sufriendo abusos en continentes como Europa"
Lucetta Scaraffia. EP

La noticia fue un verdadero bombazo (La directora del suplemento femenino de «L’Osservatore Romano» dimite denunciando la «vuelta al pasado» del Vaticano).

Porque como subraya Carlota E. Ramírez en The Huffington Post este 8 de abril de 2019, eran la resistencia feminista de El Vaticano y han bajado las «armas». De tinta, pero armas (Lucetta Scaraffia: «No hay dogmas por los que una mujer no pueda ser portavoz o responsable de un dicasterio»).

Lucetta Scaraffia y las 11 periodistas que formaban parte de la redacción de Mujer, Iglesia, Mundo, el suplemento femenino de L’Osservatore Romano, han echado el cierre al sentirse «rodeadas por un clima de desconfianza y deslegitimación progresiva» por parte del nuevo equipo de Comunicación, de quien aseguran haber recibido presiones (Lucetta Scaraffia: «Los abusos a monjas cometidos por sacerdotes son un acto de poder»).

Se trataba, por muy raro que parezca, de una publicación dedicada a temas sobre mujeres y escritos por mujeres en la Santa Sede (Las monjas exigen plena igualdad a los curas en la Iglesia y poder «votar en los Sínodos» ).

Fue precisamente este suplemento, que lleva publicándose siete años, el que sacó a la luz un extenso reportaje denunciando las agresiones sexuales y los abusos de poder que sufren las religiosas por parte de clérigos y obispos (Iglesia en Cataluña: la secta amarilla formada por curas, monjes, monjas y obispos separatistas).

Algunas de ellas, incluso, fueron obligadas a abortar después de ser violadas por sacerdotes que jamás habrían reconocido a sus hijos (Josep Prat, el cura que mató a un monaguillo de 47 puñaladas en Valencia).

«Algunos sacerdotes usan su poder, tanto social como espiritual, para abusar de las monjas», denuncia Scaraffia a El HuffPost, al tiempo que asegura que hechos similares siguen ocurriendo hoy (Vaticano: «Un pastor que es culpable del encubrimiento de abusos no es digno de serlo»).

El movimiento #Metoo llega a la Iglesia

Gracias a ella y a otras mujeres, el movimiento #Metoo ha llegado a la Iglesia. Tras la publicación del reportaje, diferentes religiosas se atrevieron a alzar la voz y contaron sus experiencias de abuso de poder y sexual.

En España, la hermana reparadora de la Virgen de los Dolores María D. Martínez, rompía un tabú al señalar en una entrevista de RTVE que «tres de cada diez religiosas» con las que ha tenido contacto han sufrido abusos.

Unos abusos que el papa reconoció cinco días después de publicarse el reportaje con unas declaraciones sin precedentes:

«No es algo que todos hagan, pero hay sacerdotes y obispos que lo hicieron, y aún lo hacen».

A pesar de ser el máximo responsable de una institución que lleva décadas relegando a las mujeres a un segundo plano, admitió que «el maltrato a las mujeres es un problema» y que «se las ve como de segunda clase».

Dos meses después de dar a conocer estas «terribles historias», Scaraffia y sus compañeras han tenido que tirar la toalla, a pesar de haberse dejado el lomo y la tinta en dar voz a las víctimas de abusos.

«No sólo están en países donde las mujeres están más oprimidas, sino también en continentes como Europa», denuncia la periodista, una «feminista» y «católica militante».

No ha sido fácil para ella y sus compañeras abrirse paso en una institución tan masculinizada, donde «las mujeres son consideradas invisibles».

Un ejemplo de ello es que, en la última asamblea sobre la familia en la que participó Scaraffia, «la palabra ‘mujer’ fue pronunciada en contadas ocasiones y siempre dentro de la locución ‘hombres y mujeres'».

Eso sí, presume del apoyo de Benedicto XVI y el papa Francisco, con quien ha trabajado en «plena libertad y autonomía» hasta que se han producido los cambios en el equipo de dirección de L’Obsservatore Romano, de donde, sostiene, han llegado las presiones.

Un momento complicado para la Iglesia

El cierre de Mujer, Iglesia, Mundo echa más leña al fuego: se produce en un momento especialmente complicado para la Iglesia, cuestionada y acorralada por los casos de abusos que se han convertido en habituales.

Este año, además, las monjas se han sumado al movimiento de denuncia de esos casos y el papa ha tenido que pedir perdón por las informaciones sobre abuso infantil y encubrimiento del mismo.

Unos hechos por los que otros muchos cardenales y clérigos han presentado su renuncia al ser señalados por los informes que se han hecho públicos en múltiples países como Australia o Alemania y que evidencian un problema de pederastia de dimensiones aún desconocidas.

Aunque las sociedades en mayor o menor medida estén avanzando en igualdad, en la Iglesia ese avance es ínfimo: «Se ha hecho algo pero sólo a nivel simbólico», asegura Scaraffia.

Dentro de esos cambios se puede destacar el nombramiento de algunas ‘Doctoras de la Iglesia’ o de Magdalena como apóstol.

«Son signos de igualdad, pero en la vida real ni siquiera son consultadas al elegir un obispo», sostiene la periodista. Y esto no ocurre porque sean pocas: en España hay 40.096 religiosos, de los que 30.252 son mujeres.

Esta invisibilización y desigualdad de las mujeres, junto con el rechazo a la homosexualidad, los abusos infantiles y a las religiosas son temas polémicos que no se han denunciado públicamente hasta las últimas décadas:

«Las víctimas no tuvieron el coraje de hablar, porque significaba hacer pública su vergüenza y ser juzgadas».

Hoy en día, dice Scaraffia, «hay más libertad para hablar de sexo y las leyes y la atención a las víctimas han cambiado».

Un problema que tiene décadas

La primera en denunciarlo fue la monja Maura O’Donohue, una misionera en África que luchaba contra el VIH y en 1994 reportó al Vaticano casos de abusos sexuales y violaciones a religiosas por parte de obispos y sacerdotes que las elegían para tener relaciones por la poca probabilidad que había de contraer VIH.

Denunció abortos clandestinos en los que algunas religiosas perdieron incluso la vida. El informe salió a la luz en 2001, hace 18 años.

Pero no son los únicos datos que se tienen: en 1998 se publicó otro estudio que ha medido la magnitud del problema, elaborado por los psicólogos de la Universidad de Sant Louis (EEUU), en el que se concluía que cerca del 30% de las religiosas del país habían sufrido traumas sexuales.

Estos datos y los de abusos de menores han sido la base de la crisis institucional que sufre la Iglesia desde hace décadas y, en especial, durante los últimos dos años. Evidencian el principio del fin de la llamada «cultura del silencio», que se basa en el encubrimiento y la no denuncia para conservar la buena imagen.

Scaraffia y sus compañeras han roto ese silencio y, aunque ahora echen el cierre, la periodista se va dejando un rotundo mensaje: «Si hubiese más mujeres en los altos puestos de la Iglesia se habría defendido a los niños y se habrían denunciado los casos de abuso»

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