Manjar para muchos y alienación para otros. Por más que se pretenda, llegar a un convenio entre ambas formas de discurrir no es tarea sencilla. El foie gras, lo que en España llamamos «foie», es un alimento derivado del hígado hipertrofiado de un pato o ganso que ha sido fundamentalmente cebado.
En el año 2012, la Corte Suprema del Estado de California inhabilitó el foie gras tras estimar que su elaboración implicaba tortura animal. En aquel instante, se puso fin a una ardua batalla legal de la que salieron vistoriosos los activistas pro-animalistas.
Yes! ? The Supreme Court decision to deny review of #California’s foie gras ban means that selling the diseased livers of forcibly overfed ducks & geese will continue to be PROHIBITED in the state. https://t.co/zTzkbX57hl
— PETA (@peta) 7 de enero de 2019
Ahora, casi siete años más tarde de aquel hito contra la «crueldad hacia los animales», Nueva York pretende continuar por el mismo sendero prohibiendo la producción y venta de este sustento gourmet. El origen de esta restricción se localiza en la alimentación obligada y forzosa de los animales.
Alemania, Italia, Reino Unido o Israel son algunos países en los que esta alimentación forzosa no se permite; sin embargo, de ahí, a que deje de ser una alternativa en los restaurantes, hay un largo camino. En el caso de Nueva York, fue la concejala Carlina Rivera quien promovió esta iniciativa. Su meta es hacer ilegal la venta del hígado de pato engordado bajo las premisas universales de defensa animal:
«El foie gras no es parte de la dieta de los neoyorquinos de todos los días (…) Menos del uno por ciento de todos los restaurantes de la ciudad de Nueva York lo sirven. Esto es realmente un artículo de lujo» ha manifestado la política.
