Que la Reina Isabel II del Reino Unido siente fervor por sus caballos era algo que ya sabíamos (tanto es así que ella misma los bautiza), pero que su preocupación por el bienestar de estos en plena emergencia sanitaria a causa de la crisis del coronavirus no conoce límites sí es noticia. Y lo es porque, antes de que la monarca pusiera rumbo al Castillo de Windsor (junto a sus perros), ordenó que todos los corceles, que habitualmente se hallan en las Caballerizas Reales de los jardines de Buckingham, fueran llevados al Palacio de Hampton Court, a las afueras de Londres:
«Allí permanecerán mientras no sean necesarios para actos oficiales”, comunicó el pasado sábado, 28 de marzo de 2020, la Familia Real británica a través de su perfil oficial de Instagram.
Una medida preventiva que tomó tras anularse por segunda vez en toda historia el tradicional desfile de Trooping the Colour y que supuso el traslado de sus adorados equinos a la que fuera en su día la residencia de Enrique VIII.
Por ello, mientras la madre de Carlos de Gales se halle confinada en su espaciosa residencia de Berkshire, Claudia, Storm (de raza Windsor Grey) y el resto de caballos permanecerán aislados en el condado histórico de Middlesex, que lleva desde el siglo XVIII sin ser habitado por la realeza británica.