El Papa agregó que los medios tienden "a que el ciudadano se sienta siempre como un espectador, como si el mal sólo concerniera a los demás y ciertas cosas jamás nos pudieran suceder a nosotros"
Benedicto XVI denunció hoy los males que afectan a las ciudades y cómo son contados y amplificados por los medios de comunicación, de los que, dijo, «nos acostumbran a las cosas más horribles, nos hacen más insensibles y nos intoxican porque lo negativo nunca se elimina«.
El Papa agregó que los medios tienden «a que el ciudadano se sienta siempre como un espectador, como si el mal sólo concerniera a los demás y ciertas cosas jamás nos pudieran suceder a nosotros».
El Pontífice, de 82 años, así lo manifestó ante el monumento a la Inmaculada Concepción que se alza en la plaza de España de Roma, al que acudió, siguiendo la tradición, un año más para rendir homenaje a la Virgen en la festividad del 8 de diciembre.
Benedicto XVI colocó un gran cesto de rosas ante la estatua coronada por la imagen de la Virgen y afirmó que María repite a los hombres de nuestro tiempo: «no tengáis miedo, ya que Jesús ha vencido el mal».
«¡Cuanto necesitamos esta bella noticia!. Cada día en los diarios, la televisión y la radio el mal es contado, repetido y amplificado, acostumbrándonos a las cosas más horribles, haciéndonos más insensibles y de, alguna manera, intoxicándonos, porque lo negativo no es totalmente eliminado y día a día se va acumulando. El corazón se endurece y los pensamientos se ensombrecen», dijo el Papa.
El Obispo de Roma agregó que las ciudades necesitan a María, que recuerda la victoria de la Gracia sobre el pecado y anima a tener esperanza incluso en las situaciones humanamente más difíciles.
El Papa Ratzinger indicó que en las ciudades viven o sobreviven «personas invisibles, que de vez en cuando saltan a las primeras páginas de los diarios y de las televisiones y que son explotadas al máximo, mientras la noticia y la imagen atraigan la atención».
Benedicto XVI advirtió que la ciudad somos todos y que cada uno contribuye a su vida, a su clima moral, en el bien o en el mal y subrayó que «ninguno de nosotros tiene derecho a juzgar a los otros», sino que debe sentirse obligado a mejorar como persona.
«Los medios de comunicación tienden a hacernos sentir cada vez más como espectadores, como si el mal afectase solamente a los otros y ciertas cosas jamás nos pudiesen ocurrir a nosotros. Por el contrario, todos somos actores en el bien y en el mal y nuestro comportamiento tiene un influjo sobre los otros», denunció.
Defensor de la naturaleza, el Papa lamentó la contaminación atmosférica que en muchos lugares de las ciudades hacen el aire irrespirable, pero dijo que hay otra contaminación «menos perceptible, pero igual de peligrosa: la contaminación del espíritu».
Esa contaminación, destacó, hace al hombre «menos sonriente, más oscuro, le lleva a no saludarse entre ellos y a no mirarse a la cara«. El Papa agregó que esas personas pierden el alma, se convierten en cosas, objetos sin cara, intercambiables y de consumo».
María, aseguró el Obispo de Roma, ayuda al hombre a descubrir y defender la profundidad de las personas, ya que Ella es la transparencia del alma en el cuerpo, la pureza en persona, la que ayuda al hombre a abrirse a Dios, para que mire a los otros como Dios le mira a él: desde el corazón.
Benedicto XVI dijo que quería homenajear en esta jornada a todas aquellas personas que en silencio, sin palabras, con los hechos se esfuerzan en practicar la ley evangélica del amor, que hace caminar al mundo.
En su homenaje a la Inmaculada, el Papa resaltó que María recuerda que donde abundó el pecado, hubo gracia en abundancia» y que escuchándola el hombre puede conseguir que la ciudad sea más bella, más cristiana, más humana.
Desafiando a la lluvia, que durante todo el día cayó sobre Roma, el Pontífice, que vestía esclavina roja, llegó a la plaza romana en el «papa-móvil», siendo acogido por miles de personas, así como por las autoridades romanas y el embajador de España cerca de la Santa Sede, Francisco Vázquez.
Tras orar, pronunciar la homilía y saludar a los presentes, regresó al Vaticano, donde a mediodía durante el rezo del Ángelus habló en español y recordó que la solemnidad de la Inmaculada Concepción está «muy arraigada en España y en los países latinoamericanos».(RD/Efe)