Este no es un pontificado «hacia adentro», sino todo lo contrario, un pontificado «hacia afuera». Mucho más que el de Wojtila, solo que con otro estilo
«Intrigas vaticanas» se titula uno de los libros que sobre Roma escribí ya hace años. Y las intrigas siguen. Y seguirán. El Vaticano es un centro de poder (y de servicio) y, como tal, tiene que pagar la servidumbre de las luchas por el poder, las intrigas y el carrerismo. Vicios antievangélicos que el Papa Ratzinger no deja de fustigar. Quizás, porque es incapaz de poner orden y gobernar la Curia romana. Aunque sea con mano de hierro y guante de terciopelo. Algo que algunos, dada su dilatada experiencia curial dábamos por descontado. Lógicamente, equivocándonos de lleno.
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