La justicia tiene derecho a registrar la sede del arzobispado, y nadie se lo discute. Pero abrir las tumbas de dos cardenales es un exceso un poco ridículo
La irrupción de la Policía belga el jueves en el palacio de la archidiócesis de Malinas-Bruselas, que dejó dos tumbas de cardenales profanadas, ha provocado un gran enfado en la Santa Sede. Tras publicar el viernes una nota de protesta, el secretario de Estado vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone, afirmó ayer que no existen precedentes a la actuación de la autoridades belgas «ni siquiera en los antiguos regímenes comunistas».
Bertone, que participaba en un convenio en la universidad Lumsa en Roma, consideró que el episcopado belga había sufrido «un secuestro» por parte de los agentes cuando, en el transcurso de su investigación sobre los casos de abusos sexuales a menores cometidos por religiosos, irrumpieron en el palacio de la archidiócesis de Malinas-Bruselas, donde el episcopado mantenía su reunión mensual. «Más allá de la condena a la pedofilia, se trata de un hecho inaudito y grave secuestrar durante nueve horas a los obispos e impedirles comer y beber» durante ese tiempo, insistió el secretario de Estado vaticano.
El nuevo arzobispo de Bruselas y primado de Bélgica, André-Joseph Léonard, comentó a la Radio Vaticana que «la justicia tiene derecho a registrar la sede del arzobispado, y nadie se lo discute. Pero abrir las tumbas de dos cardenales es un exceso un poco ridículo«. Según Léonard, «como novela estaría bien, pero la justicia no tiene por misión volver a escribir el Código Da Vinci«.
El jefe de la Iglesia de Bélgica reiteró que el secuestro de medio millar de expedientes de víctimas en la sede de la comisión presidida por el psiquiatra experto en pedofilia Peter Adriaenssens «no tiene sentido» pues son personas que libremente decidieron no acudir a la policía ni al juzgado de guardia -en general para evitar nuevos traumas- pero sí deseaban dar información a una comisión encargada de evaluar el problema, dar ayuda psicológica, facilitar indemnizaciones y definir medidas de prevención.
El arzobispo Léonard confía en que la comisión Adriaenssens decida continuar su trabajo, vital en el proceso de curación y reconciliación de las víctimas. Aunque el estatuto independiente de la comisión había sido confirmado hace dos semanas en un acuerdo suscrito por el ministro de Justicia, el Colegio de Fiscales y la Comisión Adriaenssens, el juez instructor Wim De Troy, que ordenó el secuestro, no se considera ligado por ese acuerdo.
Al margen de cómo se resuelva el conflicto entre autoridades gubernativas y judiciales, fuentes del Vaticano advierten que es necesario hacer una limpieza interna pues varios obispos de Bélgica han sido demasiado tolerantes con la pedofilia, y uno de ellos ha tenido que dimitir por ser culpable de practicarla.
El ex – obispo de Brujas Roger Vangheluwe no sólo abusaba de menores sino que apoyaba a los autores de un catecismo que invitaba a jóvenes de 13 y 14 años a practicar actos de estimulación sexual con niñas de tres a cuatro años. Un grupo de madres que protestaron en 1997 ni siquiera fueron recibidas por el entonces primado de Bélgica, cardenal Godfried Danneels. Ante una segunda negativa en 1998, las madres escribieron a todos los cardenales del mundo. De Roma recibieron respuestas de apoyo de los cardenales Ratzinger, Gagnon y Arinze. Danneels siguió sin escucharlas.
Por su parte, «Avvenire», el diario de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), dedicó ayer un duro artículo de crítica a la actuación de la Policía con los obispos belgas que irrumpieron en el palacio de la archidiócesis de Malinas: «No está en discusión lo lícito de las investigaciones ni la necesidad de llegar a una verdad, si es que los abusos se produjeron, pero en la violación de las tumbas de dos arzobispos de la diócesis de Malinas-Bruselas se ve algo que va más allá de la legítima exigencia de justicia», escribe el diario «Avvenire», el diario más leído en el Vaticano junto a «L’Osservatore Romano».
La autora del artículo, Marina Corradi, considera que las autoridades registraron la cripta de la catedral «como si fuera el corazón de una organización criminal». Estas maneras por parte de la Policía tienen un «valor simbólico», como si hubiera ganas de «atacar a toda la Iglesia en su totalidad». Incluso el nombre de la investigación, «operación Iglesia», escribe el periódico de la CEI, muestra que no se persigue a los culpables, sino a la Iglesia en general. «De otra manera no se explica la brutalidad y la vistosidad buscada de esta incursión. Es como si se hubiese querido golpear en el corazón», concluye en su artículo Marina Corradi.
Con información de Darío Menor en La Razón y Juan Vicente Boo en ABC