Se reunió con pesos pesados del Vaticano y con el general de los jesuitas

Ramón Jáuregui aterriza en el Vaticano

Ha jugado un papel decisivo para desactivar la polémica sobre el Valle de los Caídos

La Santa Sede saluda el gesto del político vasco de acudir a la ceremonia de imposición del anillo a los nuevos cardenales

Ramón Jáuregui ha tenido su primer contacto con Roma tras su nombramiento como ministro de la Presidencia, que incluye la responsabilidad de la interlocución con la Santa Sede. Y lo ha hecho en un escenario muy querido para el Vaticano: la imposición del anillo a los nuevos cardenales, entre ellos el español José Manuel Estepa, ex arzobispo castrense.El dirigente socialista aprovechó la ocasión para reunirse con altas instancias de la curia y ‘confraternizar’ con varios representantes de la jerarquía española, entre ellos Antonio María Rouco, jefe de filas de los obispos. Lo cuenta Pedro Ontoso en El Correo.

La ocasión la pintaban púrpura. El Gobierno desplazaba a la ciudada del Tíber una delegación para la ceremonia tras el consistorio. El Consejo de Ministros había dado el visto bueno a la representación, encabezada por el presidente del Congreso de los Diputados, José Bono, al que acompañaban su director de Gabinete, Miguel Fernández Palacios, el vicepresidente de la Cámara, Jorge Fernández Díaz, y la diputada de CiU María Merce Pidem i Palmes. Un grupo que ya había sido diseñado con anterioridad, como estipula la diplomacia y el protocolo entre Roma y Madrid.

Jáuregui, recién designado para las relaciones con la Iglesia, también se unió a la expedición, y la elevó de rango. Sabía que su decisión sería interpretada por la Santa Sede como un gesto, estando tan cerca la crisis del Gobierno de Rodríguez Zapatero, lo que allanaría la presentación de facto de su ‘carta de credenciales’.

Además, reforzaba los efectos de su presencia en la Sagrada Famila de Barcelona en la consagración del templo por Benedicto XVI, donde tuvo la oportunidad de saludar a Tarcisio Bertone, secretario de Estado del Vaticano. En Roma han valorado el viaje de Jáuregui a la Plaza de San Pedro y han ‘tomado nota’ de su buena disposición para garantizar unas relaciones bilaterales «serenas».

Cena en la embajada

Tras el consitorio, el ministro de la Presidencia se reunió con el ‘número tres’ de la Santa Sede, el arzobispo Fernando Filoni, a quien reiteró la colaboración del Ejecutivo socialista en la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará en Madrid en agosto de 2011 con la presencia del Papa. Jáuregui fue recibido también por el secretario para las Relaciones con los Estados -el ministro de Asuntos Exteriores-, Dominique Mamberti.

El canciller es el que pilota los asuntos de Cuba, un frente en el que Miguel Ángel Moratinos, en complicidad con la Iglesia de la Habana, tuvo un protagonismo destacado. El Vaticano agradeció al Ejecutivo socialista el papel de España en la ‘transición’ cubana y su actuación de cara a la cumbre de los jóvenes.

La ronda de contactos de Jáuregui se completó con un encuentro con el general de los jesuitas, el español Adolfo Nicolás, que dispone de una privilegiada y amplia visión de los cambios que se están produciendo en Asia, Latinoamérica y Europa.

El fin de semana romano de Ramón Jáuregui se redondeó con una cena en la embajada de España ante la Santa Sede, donde oficia de muñidor diplomático el ex alcalde socialista de La Coruña Francisco Vázquez. Cerca de sesenta personas compartieron mesa y mantel en un ambiente de «cordialidad y sin ningún elemento de tensión», según el resumen de un conocedor del encuentro.

Con la cúpula eclesial

Hasta seis cardenales se acercaron a la sede de la Piazza di Spagna, junto a la evocadora Fontana della Barcaccia. Además de Estepa, estuvieron Rouco Varela, el andaluz Carlos Amigo, el catalán Martínez Sistach y el hondureño Maradiaga. Y el cada vez más influyente Antonio Cañizares, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el español con mayor cargo en el Vaticano.

El ministro del Papa acaba de ser nombrado miembro de la Congregación para las Causas de los Santos, lo que acredita que su ‘caché’ en la curia va en aumento. También había varios obispos, entre ellos Juan del Río, actual arzobispo castrense. Y por supuesto, personalidades del Vaticano.

Para entonces, los ecos de las palabras de Rodríguez Zapatero en la campaña electoral catalana ya se habían apagado. El presidente del Gobierno espetó un tronante «no haremos las leyes que quiere el Papa», en respuesta a Mariano Rajoy, en una concesión mitinera a un público entregado en uno de los feudos socialistas del cinturón barcelonés. Pero no fue más allá. La demagogia es un arma de doble filo: te ayuda o te pasa factura en las urnas. Tampoco Rouco ha desempolvado la beligerancia de años atrás. Contención por ambas partes. Y sordina. El Vaticano no quiere guerra y Rodríguez Zapatero está en otras batallas.

Y no hay contenciosos a la vista. El propio Jáuregui ha certificado que la reforma de la Ley de Libertad Religiosa permanecerá durante mucho tiempo en el reino de los justos. Y Alfredo Pérez Rubalcaba ha tenido mucho cuidado al presentar la futura Ley de Muerte Digna como una regulación de cuidados paliativos, algo cada vez más aceptado en la sociedad. Andalucía ya la reguló, con el apoyo del PP, y Navarra está en ello. Ya ha anticipado el Gobierno que el suicidio asistido no está en su horizonte. La gestión de Jáuregui también ha estado detrás de la desactivación de la polémica sobre el cierre del templo del Valle de los Caídos en plena conmemoración del 20-N.


Carta de Jáuregui a Dios

La editorial PPC, del grupo SM, publicó en 2006 una obra emblemática con una compilación de 50 cartas escritas a Dios por personas que se preguntaban sobre la realidad divina. Había representantes de distintos credo, comos católicos, musulmanes y budistas, así como agnósticos y ateos. Ramón Jáuregui era uno de los participantes. El político socialista reconocía que había vivido una adolescencia y juventud de «entusiasmo religioso» y que había sido acogido en «una Iglesia abierta a la protesta antifranquista».

Jáuregui, que tendió puentes entre cristianos y socialistas, confesaba que matuvo su fe hasta bien entrada la madurez, pero que «poco a poco dejó de creer» en Dios y en una Iglesia «jeráquica, alejada, distante y amiga de mis enemigos». Pero admitía también que nunca dejó de pensar en el cristianismo «como referencia moral y compromiso». Y aunque advertía de que «te encontré, pero sigo sin verte», a renglón seguido concluía: «No te veo, pero te tengo por un aliado». El texto permanece en su blog.

 

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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