¿Es que el evangelio no es un sueño, un preciosísimo sueño de humanidad?
El teólogo José Ignacio González Faus ha tenido un sueño. Ha soñado cómo debería ser el viaje de un Papa. Y se lo ha contado a la revista 21 en el número de diciembre. «Me viene a la memoria la respuesta de monseñor Romero cuando el gobierno de El Salvador quiso ponerle un par de guardaespaldas: mi pueblo no los tiene; por eso yo tampoco puedo tenerlos», relata entre otras cosas.
La revista 21 publica en su número de diciembre el artículo Sueño de viaje papal, firmado por el teólogo José Ignacio González Faus. Éstos son algunos extractos:
El papa viajó en un avión de pasajeros de Alitalia en clase turista, no business. No iba como jefe de Estado, ni tampoco había periodistas en el avión. Al aterrizar, si suponemos que fue en el aeropuerto del Prat, lo recibió el arzobispo de Barcelona, naturalmente. De allí, en un coche normal, ni blindado ni papamóvil, se trasladó… a La Mina. Departió con gitanos e inmigrantes, rumanos o marroquíes; escuchó sus quejas y sus chistes. Y les dijo lo mismo que, casi cincuenta años antes, había dicho Pablo VI a los campesinos de Colombia: «vosotros sois Cristo para mí. De allí fue trasladado a la cárcel Modelo o a la prisión de Can Brians, donde tuvo otra charla parecida con aquellos de los presos que quisieron escucharle.
Se reunió con un grupo de católicos de la diócesis, entre los cuales había un contingente de clérigos o párrocos, otro de religiosos de ambos sexos, otro de laicos y un cuarto grupo de mujeres seglares. No había entre ellos ningún político o, en todo caso, un número bien reducido. El papa les dijo: he venido a escucharos yo: porque oírme a mí es algo que podéis hacer por la radio o la televisión; mientras que yo no puedo oíros a vosotros.
Se pueden poner evidentes objeciones a este sueño. Y la primera está ya recogida en su título. ¿Es un sueño? Por supuesto que lo es; y soñar es peligroso. Pero la historia muestra que sólo quienes soñaron han conseguido algo en ella. También cabe preguntar: ¿es que el evangelio no es un sueño, un preciosísimo sueño de humanidad? Y entonces la pregunta se convierte en esta otra: el sueño que hemos contado ¿es un sueño evangélico o no lo es?
Se puede argüir sobre todo, que, viajando de esta manera, se menosprecia y se pone en grave riesgo la seguridad del papa. Y debo comenzar proclamando en voz bien alta que no deseo en absoluto la muerte violenta de un papa: tan poco como deseaba Dios la muerte cruel de Jesucristo.
Me viene a la memoria la respuesta de monseñor Romero cuando el gobierno de El Salvador quiso ponerle un par de guardaespaldas: «Mi pueblo no los tiene; por eso yo tampoco puedo tenerlos». Bien caro le costó, por supuesto; pero ese precio sirvió para poner de relieve la pecaminosa crueldad de un país minúsculo.