En este marco, tampoco la información sobre la Iglesia católica se sustrae del claroscuro
(Giovanni Maria Vian, director de L’Osservatore).- El 150º aniversario, celebración importante para cualquier diario, tanto más lo es para un periódico singular como «L’Osservatore Romano», como lo definió con exactitud hace medio siglo, en el centenario, Giovanni Battista Montini, quien dos años después se convirtió en Pablo VI. Y ello sobre todo porque histórica e institucionalmente está ligado a la Santa Sede. Un vínculo que Benedicto XVI ha querido subrayar de nuevo con un mensaje y, más aún, con una visita personalísima y de por sí muy expresiva a la sede del periódico.
Como en otras circunstancias desde que, inmediatamente después de los Pactos lateranenses, «L’Osservatore Romano» entró en el Vaticano, el gesto del Papa –auténtico encuentro del editor con su cabecera, don que permanece en el corazón y en la mente de quien tiene el honor de trabajar ahí- ha brindado la ocasión de reflexionar sobre la responsabilidad del periódico, pero más en general de los medios de comunicación.
En una época de radicales transformaciones y en un momento de crisis, sobre todo de los tradicionales: no sólo porque se angustian ante la competencia de la televisión y el crecimiento rapidísimo de la información difundida en la red global, sino por la multiplicación de episodios que evidencian su preocupante degeneración.
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