"La luz de Aquel que es 'el más Grande' y se ha hecho pequeño, 'el más Fuerte' y se ha hecho débil"
El Papa ha pedido este domingo durante el rezo del Angelus «solidaridad» para los apátridas y refugiados que, durante su estancia en otros países, se enfrentan a «situaciones de emergencia, exponiéndose a graves dificultades y peligros».
Ante los fieles congregados en la Plaza de San Pedro, Benedicto XVI ha recordado que en las próximas fechas se celebrarán eventos relacionados con las personas en esta situación.
Así, en diversas ciudades europeas se conmemorará el 50 aniversario de la Organización Mundial para las Migraciones, el 60 aniversario de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados y también el 50 aniversario de la Convención sobre la reducción de los casos de personas apátridas.
«Encomiendo al Señor a todos aquellos, que a menudo por la fuerza, deben abandonar el propio país, o son apátridas sin nacionalidad. Mientras pido para ellos solidaridad, rezo por todos los que se prodigan y hacen todo lo posible para proteger y ayudar a estos hermanos en situaciones de emergencia, exponiéndose a graves dificultades y peligros», ha señalado.
Por otro lado, ha reiterado la importancia de «entrar en uno mismo» durante los preparativos para recibir la Navidad, haciendo «una constatación sincera» sorbe la vida de cada uno. «Dejémonos iluminar por un rayo de la luz que proviene de Belén, la luz de Aquel que es ‘el más Grande’ y se ha hecho pequeño, ‘el más Fuerte’ y se ha hecho débil», ha solicitado a los fieles.
Asimismo, ha recordado a los cristianos la figura de San Juan Bautista, quien ha tenido «un papel preeminente» en la segunda etapa del Adviento. En este sentido, ha reiterado que el estilo de Juan Bautista debería llamar a todos los cristianos a «escoger la sobriedad como estilo de vida».
«El llamado de Juan va por lo tanto más allá y más profundamente con respecto a la sobriedad del estilo de vida: llama a un cambio interior, a partir del reconocimiento y de la confesión del propio pecado«, ha explicado.
Texto completo de las palabras del Santo Padre previas al rezo del Ángelus
¡Queridos Hermanos y hermanas!
Este domingo marca la segunda etapa del Tiempo de Adviento. Este periodo del año litúrgico pone en evidencia las dos figuras que han tenido un papel preeminente en la preparación de la venida histórica del Señor Jesús: la Virgen María y san Juan el Bautista. Precisamente sobre este último se concentra el texto de hoy del Evangelio de Marcos. De hecho describe la personalidad y la misión del Precursor de Cristo (cfr Mc 1,2-8). Comenzando por el aspecto externo, Juan es presentado como una figura muy ascética: vestido con una piel de camello, se alimenta con langostas y miel silvestre, que encuentra en el desierto de Judea (cfr Mc 1,6). Una vez, el mismo Jesús lo contrapuso a aquellos que «están en los palacios de los reyes» y que «visten con refinamiento» (Mt 11,8). El estilo de Juan el Bautista debería llamar a todos los cristianos a escoger la sobriedad como estilo de vida, especialmente en preparación a la fiesta de la Navidad, en la que el Señor – como diría san Pablo – » siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza» (2 Cor 8,9).
Por lo que concierne la misión de Juan, esa fue un llamamiento extraordinario a la conversión: su bautismo «está ligado a una ardiente invitación a un nuevo modo de pensar y de actuar, está ligado sobre todo al anuncio del juicio de Dios» (Jesús de Nazaret, I, Milán 2007, p. 34) y a la inminente aparición del Mesías, definido como aquel «que es más poderoso que yo» y que «bautizará con el Espíritu Santo»(Mc 1,7.8). El llamado de Juan va por lo tanto más allá y más profundamente con respecto a la sobriedad del estilo de vida: llama a un cambio interior, a partir del reconocimiento y de la confesión del propio pecado. Mientras nos preparamos a la Navidad, es importante que volvamos a entrar en nosotros mismos y que hagamos una constatación sincera sobre nuestra vida. Dejémonos iluminar por un rayo de la luz que proviene de Belén, la luz de Aquel que es «el más Grande» y se ha hecho pequeño, «el más Fuerte» y se ha hecho débil.
Los cuatro Evangelistas describen la predicación de Juan el Bautista haciendo referencia a un pasaje del profeta Isaías: «Una voz proclama: ¡Preparen en el desierto el camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios!» (Is 40,3). Marcos incluye también una citación de otro profeta, Malaquías, que dice: «Yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino delante de mí» (Mc 1,2; cfr Mal 3,1). Estas referencias a las Escrituras del Antiguo Testamento «hablan de la intervención salvífica de Dios, que brota de su inescrutabilidad para juzgar y salvar; a Él es necesario abrir la puerta, preparar el camino» (Jesús de Nazaret, I, p. 35).
A la maternal intercesión de María, Virgen de la espera, confiamos nuestro camino- encuentro hacia el Señor que viene, mientras proseguimos nuestro itinerario de Adviento para preparar en nuestro corazón y en nuestra vida la venida del Emanuel, el Dios-con-nosotros.