La expresión "llena de gracia" indica la obra maravillosa del amor de Dios, que ha querido devolvernos la vida y la libertad, perdidas con el pecado
Benedicto XVI ha pedido en la Solemnidad de la Inmaculada por «las necesidades y angustias» de aquellos que «están privados de libertad, carecen de trabajo o pasan por momentos de dificultad o dolor», durante el tradicional ángelus recitado con ocasión de la Solemnidad de la Inmaculada que la Iglesia celebra este jueves en todo el mundo.
Además, el Papa ha destacado que la expresión de «llena de gracia» con la que el Arcángel Gabriel se dirige a María en la Anunciación indica «la obra maravillosa del amor de Dios, que ha querido volver a darnos la vida y la libertad, perdidas por el pecado, a través de su Hijo Encarnado, muerto y resucitado».
Por ello, según ha recordado Benedicto XVI, desde el siglo II en Oriente y Occidente, la Iglesia «invoca y celebra la Virgen que, con su ‘sí’ ha acercado el Cielo a la Tierra» y pasando a ser «generadora de Dios y nutriente de nuestra vida».
Finalmente, ha recordado que la Iglesia es también «virgen y madre de todos los cristianos» que «con la fuerza secreta del Espíritu Santo les concibe y les da la luz, ofreciéndoles a Dios para que sean también llamados hijos de Dios».
Este jueves por la tarde, Benedicto XVI se dirigirá a la Plaza de España para ofrecer la tradicional corona de flores a la estatua de la Inmaculada que se encuentra delante de la Embajada de España ante la Santa Sede. (RD/ep)
Reflexión del Papa previa al Ángelus de la Inmaculada Concepción
Queridos hermanos y hermanas
Hoy la Iglesia celebra solemnemente la concepción inmaculada de María. Como lo declaró el beato Pío IX en su Carta ‘Apostólica Ineffabilis Deus’ de 1854, Ella «fue preservada, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en previsión de los méritos de Cristo Jesucristo Salvador del género humano, inmune de toda mancha de pecado original». Esta verdad de fe está contenida en las palabras del saludo que le dirige el Arcángel Gabriel: «Alégrate, llena de gracia: el Señor está contigo» (Lc 1,28). La expresión «llena de gracia» indica la obra maravillosa del amor de Dios, que ha querido devolvernos la vida y la libertad, perdidas con el pecado, mediante su Hijo Unigénito encarnado, muerto y resucitado. Por esto, desde el siglo II en Oriente y en Occidente, la Iglesia invoca y celebra la Virgen que, con su «Sí», acercó el Cielo a la tierra, haciéndose «generadora de Dios y nodriza de nuestra vida», como afirma San Romano el Meloda en un antiguo cántico (Canticum XXV en Nativitatem B. Mariae Virginis, en J.B. PITRA, Analecta Sacra t. I, París 1876, 198). En el siglo VII san Sofronio de Jerusalén elogia la grandeza de María porque en Ella el Espíritu Santo ha hecho morada: «Tú superas todos los dones que la magnificencia de Dios haya jamás concedido a persona humana alguna. Más que todas eres rica de la posesión de Dios que habita en ti». (Oratio II, 25 in SS. Deiparæ Annuntiationem: PG 87, 3, 3248 AB). Y san Beda el Venerable explica: «María es bendita entre la mujeres, porque con el decoro de la virginidad ha gozado de la gracia de ser generadora de un hijo que es Dios (Hom I, 3: CCL 122, 16).
También a nosotros nos es donada la «plenitud de la gracia» que tenemos que hacer resplandecer en nuestra vida, porque «el Padre de nuestro Señor Jesucristo -escribe San Pablo- nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales… y nos ha elegido antes de la creación del mundo para que fuéramos santos e inmaculados… Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos» (Ef 1, 3-5). Esta filiación la recibimos por medio de la Iglesia, en el día del Bautismo. A tal propósito, santa Hidelgarda de Bingene escribe: «La Iglesia es, por lo tanto, la virgen madre de todos los cristianos. En la fuerza secreta del Espíritu Santo la concibe y la da a la luz ofrendándola a Dios de modo que seamos llamados también hijos de Dios (Scivias, visio III, 12: CCL Continuatio Mediævalis XLIII, 1978, 142). Entre los muchísimos cantores de la belleza espiritual de la Madre de Dios, resalta san Bernardo de Chiaravalle que afirma que la invocación «Ave María llena de gracia» es «agradable a Dios, a los ángeles y a los hombres. A los hombres, gracias a la maternidad, a los Ángeles, gracias a la virginidad, a Dios gracias a la humildad» (Sermo XLVII, De Annuntiatione Dominica: SBO VI,1, Roma 1970, 266).
Queridos amigos, en la espera de realizar esta tarde, como es costumbre, el homenaje a María Inmaculada en Plaza España, dirijamos ahora nuestra férvida oración a Aquella que intercede ante Dios, para que nos ayude a celebrar con fe la Navidad del Señor que se acerca.
Después del rezo mariano y del responso por los difuntos, el Santo Padre dirigió «un saludo especial a la Pontificia Academia de la Inmaculada, con un recuerdo devoto y afectuoso dedicado al fallecido Cardenal Adrezej María Deskur, que la presidió durante tantos años» y con el anhelo que la Virgen los asista siempre en todas sus actividades.
Tras alentar a los miembros de la Acción Católica Italiana, que en esta fiesta de la Inmaculada renuevan su adhesión, el Papa destacó que la misma asociación es una escuela de santidad y de evangelización, deseándoles a todos lo mejor para su vida y su compromiso formativo.
Como es tradicional, también en sus palabras en francés, inglés, alemán y polaco, Benedicto XVI alentó a que, en estos días de adviento, acompañados por la Santa e Inmaculada Madre de Dios, nos preparemos a acoger a su Hijo en nuestras vidas y en nuestros corazones, deseando a todos la alegría y la paz de Nuestro Señor.