Es preciso luchar, día a día, pero con las armas de la paz y del perdón, que reflejan la bondad de Dios
(Giovanni Maria Vian, L’Osservatore).- Una huella imborrable: este es el resultado de la visita a Cuba del Papa Wojtyła según su sucesor, que llegó casi quince años después y que precisamente a Juan Pablo II quiso dedicar sus primeras palabras en tierra cubana. Para muchos, tanto creyentes como no creyentes, el ejemplo y las enseñanzas del Pontífice que vino de lejos son una «guía luminosa que les orienta tanto en la vida personal como en la actuación pública al servicio del bien común de la nación», dijo significativamente Benedicto XVI.
Para la Iglesia en Cuba, además, la visita del Papa Wojtyła fue «como una suave brisa de aire fresco» que le dio nuevo vigor, despertando en muchos una «renovada conciencia de la importancia de la fe» e inaugurando una etapa de mayor colaboración y confianza en las relaciones entre Estado e Iglesia. En este ámbito, sin embargo -subrayó con claridad el Papa-, queda aún mucho por hacer, sobre todo por lo que atañe a «la aportación imprescindible» de la religión en el ámbito público.
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