A pesar de que llovía cuando el cortejo papal atravesó las calles de la capital, permanecieron allí, empapados, expresando todo su afecto por un padre por fin reencontrado
(Mario Ponzi, L’Osservatore).- Un don de Dios. Así define el arzobispo Angelo Becciu, sustituto de la Secretaría de Estado, el viaje de Benedico XVI a México y a Cuba. «Sobre todo para Cuba -dice el prelado, que fue nuncio apostólico en la isla caribeña del 23 de julio de 2009 al 10 de mayo de 2011, en la entrevista concedida a nuestro periódico- su presencia ha llevado gracias abundantes y una gran esperanza para un futuro mejor».
¿Qué piensa en suma de la etapa cubana del viaje?
El aspecto más evidente es que el Papa conquistó el corazón de los cubanos. Lo demostraron sobre todo en el momento en que salieron en masa a las calles para saludarlo mientras partía. Vi gente por fin desinhibida, que inundaron las calles recorridas por el cortejo papal para mostrar un afecto sincero. Fue una hermosa sorpresa, un signo evidente de cómo la persona y las palabras de Benedicto XVI han tocado sus corazones. No hay que olvidar que muchos de ellos han crecido sin saber nada del Papa. Sólo desde hace poco tiempo la televisión ha comenzado a transmitir noticias sobre la Iglesia. Los muchachos que frecuentan las parroquias, en el mejor de los casos han escuchado a sus sacerdotes hablar del Santo Padre. Tal vez han visto algunas fotografías, pero ciertamente no se puede decir que lo conocieran. Y, de hecho, en los primeros momentos los vimos un poco cohibidos, casi frenados. Pero después de haber visto de cerca la figura del Papa nada los pudo detener. A pesar de que llovía insistentemente cuando el cortejo papal atravesó las calles de la capital hacia el aeropuerto, permanecieron allí, empapados, expresando todo su afecto por un padre por fin reencontrado. Y no creo que en esta ocasión hayan sido inducidos a quedarse para saludar al Pontífice. Y, aunque hubiera sido así, han demostrado que se sentían muy felices de poderlo hacer.