Como las mujeres que fueron al sepulcro o los discípulos, todos estamos llamados a encontrarnos con el Señor Resucitado
El papa Benedicto XVI destacó hoy el papel «fundamental» de las mujeres en la vida de las comunidades cristianas en todas las épocas, así como el «gran espacio» que les da el Evangelio en la muerte y resurrección de Cristo.
Ante unas dos mil personas reunidas en el patio del palacio apostólico de Castel Gandolfo, a una treinta kilómetros al sur de Roma, el Pontífice dirigió el rezo del Regina Coeli, que sustituye al ángelus en el tiempo de Pascua, en el que se refirió a la Resurrección de Cristo y la narración que de la misma hace el Evangelio.
El Obispo de Roma subrayó que el momento en sí de la resurrección no es descrito por los evangelistas y «permanece un misterio, no en el sentido de que no sea real, sino que va más allá de nuestro conocimiento, es como una luz tan deslumbrante que no se puede observar con los ojos, ya que quedaríamos ciegos».
Los evangelistas -prosiguió- narran cuando las mujeres llegaron al sepulcro y lo encontraron abierto y cuando después se les apareció Jesús.
«En todo los Evangelios las mujeres han tenido un gran espacio en la narración de la muerte y resurrección de Cristo. En aquellos tiempos, en Israel, el testimonio de las mujeres no tenía un valor oficial y jurídico, pero las mujeres han vivido una relación especial con el Señor, que es fundamental para la vida concreta de la comunidad cristiana», señaló el papa.
El Pontífice agregó que ese papel «fundamental» lo han tenido en todas las épocas, no sólo al comienzo del camino de la Iglesia.
El pasado Jueves Santo, durante la misa crismal, el papa denunció la «desobediencia organizada» que propugnan un grupo de sacerdotes europeos para renovar la Iglesia, que exigen reformas como permitir el sacerdocio a los hombres casados y el femenino.
El Pontífice, de casi 85 años, señaló que esos curas pretenden desobedecer cuestiones como la de la ordenación de las féminas, «sobre la que el beato papa Juan Pablo II ha declarado de manera irrevocable que la Iglesia no ha recibido del Señor ninguna autoridad sobre esto«, cerrando una vez más las puertas al sacerdocio femenino.
Benedicto XVI dijo que hoy, Lunes de Pascua, es fiesta en muchos países, entre ellos Italia, una jornada de vacaciones -señaló- que muchas personas aprovechan para salir al campo, de vacaciones o ver a familiares.
«Pero quisiera que se tuviese siempre en la mente y en el corazón de los cristianos el motivo de estas vacaciones, que es la Resurrección de Jesús, el misterio decisivo de nuestra fe», afirmó.
Benedicto XVI se trasladó en la tarde de ayer domingo a Castel Gandolfo para pasar unos días de descanso tras el viaje a México y Cuba y la celebración de la Semana Santa, en la que ha presidido todos los ritos.
El papa partió tras celebrar ayer en el Vaticano la Misa de Resurrección, dirigir al mundo su tradicional Mensaje Pascual e impartir en 65 idiomas la bendición «Urbi et orbi» (a la ciudad de Roma, de la que obispo, y a todo el mundo).
En su mensaje hizo un llamamiento para que en Siria cese el derramamiento de sangre y se emprenda «sin demora la vía del respeto, del diálogo y de la reconciliación», y pidió que se ayude a los refugiados que huyen de la violencia en ese país.
También pidió libertad religiosa en Nigeria, «teatro en los últimos tiempos de sangrientos atentados terroristas, donde los cristianos sufren persecuciones y discriminaciones a causa de la fe», dijo.
A esa misma hora, unas 38 personas perdieron la vida y 35 resultaron heridas de gravedad en un atentado junto a dos iglesias de Kaduna (mitad norte de Nigeria), donde se celebraba el Domingo de Resurrección.(RD/Efe)
Texto completo de la alocución del Santo Padre antes del rezo de la antífona mariana:
Queridos hermanos y hermanas:
El lunes después de la Pascua en muchos países es una jornada de vacación, en la que realizar un paseo en medio de la naturaleza, o ir a visitar a los parientes más lejanos para reencontrarse juntos en familia. Pero querría que estuviera siempre presente en la mente y en el corazón de los cristianos el motivo de esta vacación, es decir, la Resurrección de Jesús, el misterio decisivo de nuestra fe. En efecto, como escribe san Pablo a los Corintios, «y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe» (1 Co 15, 14). Por esta razón, en estos días es importante releer las narraciones de la resurrección de Cristo que encontramos en los cuatro Evangelios y leerlas con todo nuestro corazón. Se trata de relatos que, de modos diversos, presentan los encuentros de los discípulos con Jesús resucitado, y nos permiten meditar así sobre este evento estupendo que ha transformado la historia y da sentido a la existencia de cada hombre.
El acontecimiento de la resurrección en cuanto tal no es descrito por los Evangelistas: éste permanece misterioso, no en el sentido de ser menos real, sino de escondido, más allá de la capacidad de nuestro conocimiento: como una luz tan deslumbrante que no se puede observar con los ojos, de lo contrario los enceguecería. Las narraciones comienzan, en cambio, desde que, en el alba del día después del sábado, las mujeres fueron al sepulcro y lo encontraron abierto y vacío. San Mateo también habla de un terremoto y de un ángel resplandeciente que hizo rodar la gran piedra tumbal y se sentó encima de ella (Cfr. Mt 28, 2). Recibido del ángel el anuncio de la resurrección, las mujeres, llenas de temor y de alegría, corrieron a dar la noticia a los discípulos, y precisamente en aquel momento encontraron a Jesús, se postraron a sus pies y lo adoraron; y él les dijo a ellas: «No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán» (Mt 28, 10).
En todos los Evangelios, las mujeres tienen un gran espacio en los relatos de las apariciones de Jesús resucitado, como también, por otra parte, en los de la pasión y de la muerte de Jesús. En aquellos tiempos, en Israel, el testimonio de las mujeres no podía tener valor oficial, jurídico, pero las mujeres han vivido una experiencia de relación especial con el Señor, que es fundamental para la vida concreta de la comunidad cristiana, y esto siempre, en toda época, no sólo al inicio del camino de la Iglesia.
Modelo sublime y ejemplar de esta relación con Jesús, de modo particular en su Misterio pascual, es naturalmente María, la Madre del Señor. Precisamente a través de las experiencia transformadora de la Pascua de su Hijo, la Virgen María llega a ser también Madre de la Iglesia, es decir de cada uno de los creyentes y de la entera comunidad. A Ella nos dirigimos ahora invocándola cual «Regina Caeli», con la oración que la tradición nos hace rezar en lugar del ángelus durante todo el tiempo pascual. Que María nos obtenga experimentar la presencia viva del Señor resucitado, fuente de esperanza y de paz.
Después de rezar la antífona mariana típica de este tiempo pascual a la Madre de Dios, el «Regina Coeli», el Papa saludó en diversas lenguas a los numerosos grupos de fieles y peregrinos reunidos en la pequeña localidad lacial de Castel Gandolfo.
Al saludar a los grupos de fieles polacos, hablando en su idioma, el Papa les recordó que el Señor ha resucitado, como había predicho», por esta razón los invitó a que nos alegremos todos, porque «Él reina por la eternidad», tal como reza la antífona litúrgica. Y manifestó su deseo de que esta alegría, colme siempre nuestros corazones, a fin de que el testimonio de nuestra fe, atraiga a los demás hacia el Señor que vive en la gloria.
Al saludar con afecto a los peregrinos de lengua italiana, en especial a los grupos parroquiales y a las familias, el Santo Padre saludó de modo particular a la Escuela infantil «Santa Teresa» de Sinalunga. Y a todos deseó una serena jornada «en la luz y en la paz del Señor resucitado».
A los peregrinos procedentes de América Latina y de España, Su Santidad les dijo:
Dirijo mi cordial saludo a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana. Como las mujeres que fueron al sepulcro o los discípulos, todos estamos llamados a encontrarnos con el Señor Resucitado. Él se nos muestra en la Palabra, en la fracción del Pan o en medio de la asamblea reunida en su Nombre. Su presencia amorosa nos trae la paz, nos hace vencer el miedo y nos llena de su Espíritu, enviándonos a anunciar con valentía la alegría de su victoria sobre la muerte, el gozo de la salvación. De esto, hemos de ser testigos. ¡Feliz Pascua de Resurrección a todos!