"Son justamente estas institucioneslas que permiten a la nave de la Iglesia flotar y avanzar. Si no existiera la quilla, la nave estaría a merced de vientos doctrinales de todo tipo o de las modas"
Después de haber pasado toda una vida al frente del dicasterio de Doctrina de la Fe y antes de salir elegido Papa, Joseph Ratzinger «tenía un sueño: convertirse en el bibliotecario de la Santa Romana Iglesia». Era el sueño lógico de un intelectual que ama los libros. Se lo contó a L’Osservatore Romano el arzobispo francés Jean-Louis Bruguès, ex secretario de la Congregación para la Educación Católica, quien desde el 26 de junio sustituyó en tal puesto al cardenal Raffaele Farina.
El nuevo bibliotecario explica que el Papa pretende hacer realidad su sueño «mediante mi persona», pero «no me ha dicho cómo», y «mi compromiso, por ahora, es tratar de entender cómo podría llevarlo a cabo».
Para monseñor Bruguès, el sueño de Benedicto XVI está relacionado con su capacidad catequética. «Cuando se ve la riqueza y la potencia de las catequesis del Papa, no se puede no imaginar que este hombre, tan propenso a la catequesis, no haya pensado en un vínculo directo como la Biblioteca».
El nuevo bibliotecario concibe la Biblioteca vaticana como una «quilla de una nave que no se ve»: solo los especialistas «la conocen, la entienden, reconocen la cantidad de trabajo que se desarrolla en la Biblioteca, como en los Archivos».
Y añade: «Son justamente estas institucioneslas que permiten a la nave de la Iglesia flotar y avanzar. Si no existiera la quilla, la nave estaría a merced de vientos doctrinales de todo tipo o de las modas».
Y es que, como subrayó Brugês, «la Iglesia es la institución más antigua de la humanidad. Es más vieja que las universidades, que las ciudades y que los sistemas políticos. Y, así, su memoria no solo es propia, sino es de una buena parte de la humanidad»
Y «la memoria es la condición de la identidad y, consecuentemente, del futuro. Quien pierde la memoria, pierde la posibilidad de orientarse. La memoria es la condición de cualquier progreso social«.
Por eso, quizás, el prelado vaticano concluye: «La Biblioteca Apostólica y el Archivo Secreto Vaticano se han de considerar como las joyas de la corona de la Iglesia»