La justicia del Vaticano conoce los nombres de otros tres «filtradores» de documentos, identificados como «Y», «W» y «X» en las actas del proceso de instrucción
(Jesús Bastante/Agencias).- Será un juicio rápido, pero no fácil. Este mediodía concluyó la primera de las cuatro vistas con las que el Tribunal de la Santa Sede pretende concluir el juicio contra el ex mayordomo del Papa, Paolo Gabriele. Una causa que se ha separado de la del informático Claudio Sciarpelletti, que ha sufrido una crisis de ansiedad y cuyo proceso se juzgará por separado. La abogada de «Paoletto», Cristiana Arrú, llegó a pedir la recusación frontal del proceso, y ha llamado a declarar al secretario papal, Georg Ganswein.
El tribunal desestimó también la solicitud de que se incluyera la investigación cardenalicia, aduciendo que el juicio ha de basarse exclusivamente sobre la investigación del fiscal y de la policía del Vaticano.
Gabriele, que vestía un traje gris claro y aparecía pálido pero sonriendo a menudo, no habló en la primera sesión. Se espera que testifique cuando se reanude el juicio el 2 de octubre. El Tribunal ha fijado cuatro sesiones, con lo que el juicio podría concluir antes del Sínodo de Obispos, que arranca el 7 de octubre.
Lo que se confirma es que el secretario personal del Papa, el padre Georg Gänswein, deberá declarar en este proceso. Su nombre aparece en la lista de ocho testigos que serán llamados al estrado por la abogada defensora de Gabriele.
También se encuentra en la lista de testigos del mayordomo Cristina Cernetti, una de las cuatro laicas del movimiento Memores Domini de Comunión y Liberación que se ocupan de atender la limpieza y la cocina de los apartamentos pontificios.El resto de testigos son todos miembros de la Gendarmería Vaticana.
Los caminos de Sciarpelletii y de Gabriele se bifurcan. Lo que si han aceptado los jueces, a petición del abogado de Claudio Sciarpelletti, es que el proceso del mayodomo y el del informático se separen.
De hecho el próximo martes 5 de octubre, a las 9.30, se reanudará el proceso pero solo contra el ex mayordomo, mientras que aún deberá de establecerse la fecha de inicio del juicio contra Sciarpelletti quien, en cualquier caso, es una figura marginal en toda esta trama.
La primera sesión del juicio no aportó ninguna luz sobre lo más interesante: el resto de la trama de personas que han filtrado documentos de «Vatileaks» aparte de Gabriele y Sciarpelletti. La justicia del Vaticano conoce los nombres de otros tres «filtradores» de documentos, identificados como «Y», «W» y «X» en las actas del proceso de instrucción, así como el nombre de un confidente de Gabriele, identificado como «padre espiritual B», a quien el mayordomo entregó una segunda copia de todos los documentos suministrados al periodista italiano, publicados en un grueso libro el 19 de mayo.
La requisitoria del fiscal, hecha pública el pasado 13 de agosto, mencionaba también la autorización de un tercer registro en las oficinas de un tercer sospechoso, distinto de Gabriele y Sciarpelletti. Podría tratarse de algún miembro de la Gendarmería Vaticana pues la «pista» era la filtración de un documento interno sobre vigilancia de la casa romana de un funcionario vaticano sometido en ese mismo momento a escuchas de la Gendarmería en su oficina vaticana el 21 de abril del 2008.
«Paoletto», que dice que intentaba sacar a la luz la corrupción en la sede de la Iglesia Católica, está acusado de robo con agravante por sustraer y filtrar documentos personales del pontífice, y podría ser condenado a cuatro años de prisión.
Según la acusación formal presentada en agosto, Gabriele dijo a los investigadores que había actuado porque vio «el mal y la corrupción en todas partes de la Iglesia» y quería ayudar a erradicarla «porque el Papa no estaba lo suficientemente informado».
Los documentos apuntaban a una lucha de poder en las altas instancias de la Iglesia. Se espera que Gabriele, que dijo que se veía a sí mismo como un «agente del Espíritu Santo», sea hallado culpable porque ha confesado sus delitos.
«Ha hecho daño filtrando esta información porque siempre habrá alguien que se aproveche de estas cosas para denigrar a la Iglesia«, dijo el residente en Roma Sergio Caldari en la Plaza de San Pedro.
Otro observador local, Giovanni Maisto, dijo que esperaba que el juicio marcase «una nueva dimensión de apertura y transparencia» en los asuntos de la Iglesia.
El juicio se basará en el código penal italiano del siglo XIX. Claudio Sciarpelletti, el experto informático acusado de complicidad con Gabriele, podría ser condenado a un año de cárcel.