Dios puede conquistar el corazón de una persona que posee muchos bienes e impulsarla a la solidaridad y a compartir con quien tiene necesidad, con los pobres, es decir, a entrar en la lógica del don
El papa animó hoy a las personas ricas a ejercer la solidaridad y a compartir sus bienes con quienes pasan necesidad, con los pobres, y a entrar así en la lógica de la donación. Benedicto XVI se dirigió a los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro de Vaticano con quienes rezó el Ángelus tradicional de todos los domingos.
Tras el rezo, el papa recordó que el Evangelio de hoy tiene como tema principal el de la riqueza.
Jesús enseña que para un rico es más difícil entrar en el Reino de Dios, pero no es imposible, de hecho Dios puede conquistar el corazón de una persona que posee muchos bienes y animarla a ejercer la solidaridad y a compartir, dijo el papa.
Y relató el episodio de un hombre rico al que Jesús invitó a repartir sus bienes y así alcanzar la felicidad y la vida eterna, a lo que el hombre se negó.
«En ese momento Jesús dijo a sus discípulos -y a nosotros también- en su enseñanza ‘¡qué difícil es para los que poseen riquezas entrar en el Reino de Dios’¡», aseveró Benedicto XVI.
Ante estas palabras los discípulos se quedaron atónitos -relató el papa- y más aún cuando Jesús agregó: «‘Es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja, que un rico en el reino de Dios'».
«Y viéndoles desconcertados -prosiguió el papa- Jesús añadió: imposible a los ojos de los hombres, pero no para Dios».
E hizo referencia el obispo de Roma a San Clemente di Alejandría para quien la parábola enseña a los ricos que no deben descuidar su salvación como si estuvieran ya condenados, ni tirar al mar su riqueza, ni condenarla como insidiosa y hostil a la vida, pero deben aprender de qué modo deben usar la riqueza y ganarse la vida».
Benedicto XVI nombró a personas ricas que usaron sus propiedades de modo evangélico y alcanzaron la santidad como San Francisco, Santa Isabel de Hungría o San Carlos Borromeo. (RD/Agencias)
(RV).- Este mediodía tuvo lugar el primer rezo mariano del Ángelus del Papa correspondiente al Año de la Fe. La reflexión previa a la oración mariana, estuvo dedicada a la liturgia dominical. Al citar la Parábola de «El joven rico», del Evangelio de Marcos, Benedicto XVI nos recordó que «Jesús siendo rico se hizo pobre por nosotros a fin de enriquecernos con su pobreza» y explicó que el modo de acceder a la «verdadera felicidad» solo puedes ser el de seguir las huellas de Jesucristo, mediante la «lógica del don».
El Sucesor de Pedro recordó que «la historia de la Iglesia está llena de ejemplos de personas ricas, que han usado los propios bienes en modo evangélico, alcanzando también ellos la santidad», y citó el ejemplo de san Francisco, santa Isabel de Hungría y de san Carlos Borromeo.
Tras el rezo mariano del Ángelus el Papa indicó que ayer, en Praga, fueron proclamados los primeros Beatos del Año de la fe: Federico Bachstein y trece hermanos de la Orden de los Frailes menores, mártires: «ellos nos recuerdan que creer en Cristo significa estar dispuestos también a sufrir con Él y por Él», puntualizó Benedicto XVI.
Saludo del Papa en español
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana. La liturgia de la Palabra de este domingo nos pide una adhesión incondicional a la persona de Jesucristo, de modo que, superando el mero cumplimiento externo y formal del precepto divino, seamos capaces de poner nuestro corazón en el Único que da la vida. Que la Santísima Virgen, Sede de la Sabiduría, nos ayude a acoger el don de la fe, para que, abandonados en el amor de Dios, respondamos con generosidad a su llamada. Feliz domingo.
Texto íntgero del ángelus dominical
Queridos hermanos y hermanas:
El Evangelio de este domingo (Mc 10,17-30) lleva como tema principal el de la riqueza. Jesús enseña que para un rico es muy difícil entrar en el Reino de Dios, pero no es imposible; en efecto, Dios puede conquistar el corazón de una persona que posee muchos bienes e impulsarla a la solidaridad y a compartir con quien tiene necesidad, con los pobres, es decir, a entrar en la lógica del don. En este modo se coloca sobre el camino de Jesucristo, el cual -como escribe el apóstol Pablo- «siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza» (2 Cor 8,9).
Como muchas veces sucede en los Evangelios, todo inicia de un encuentro: el de Jesús con un hombre que «poseía muchos bienes» (Mc 10,22). Él era una persona que desde su juventud observaba con fidelidad todos los mandamientos de la Ley de Dios, pero que no había encontrado la verdadera felicidad; y por esto le pregunta a Jesús sobre cómo hacer para «para heredar la Vida eterna» (v. 17). Por una parte él se siente atraído, como todos, por la plenitud de la vida; por la otra, estando acostumbrado a contar sobre sus propias riquezas, piensa que también la vida eterna se pueda de alguna manera «adquirir», tal vez observando algún mandamiento especial.
Jesús comprende el deseo profundo que hay en aquella persona, y -señala el evangelista- posa su mirada llena de amor sobre de él: la mirada de Dios (cfr v. 21). Pero Jesús, también comprende cual es el punto débil de aquel hombre: y es el de su apego a sus muchos bienes; y por ello le propone de darlo todo a los pobres, de modo que así, su tesoro -y por lo tanto su corazón- ya no esté más sobre la tierra, sino en el cielo, y añade, «ven y sígueme» (v. 22). Aquel tal, sin embargo, en vez de acoger con gozo la invitación de Jesús, se fue apenado (cfr v.23), porque no es capaz de despegarse de sus riquezas, que nunca podrán darle la felicidad y la vida eterna.
Es a este punto que Jesús da a sus discípulos -y también a nosotros hoy- su enseñanza: «¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!» (v. 23). Ante estas palabras, los discípulos permanecieron desconcertados; y todavía más aún después de que Jesús hubo añadido: «Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios». Pero, viéndolos atónitos les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible» (cfr vv. 24-27).
Así comenta San Clemente de Alejandría: «Que esta parábola enseñe a los ricos que no deben descuidar su salvación como si ya fuesen sido condenados, ni deben arrojar al mar la riqueza ni condenarla como insidiosa y hostil a la vida, sino que deben aprender en algún modo a usar la riqueza y procurarse la vida» (¿Quién será el rico que se salvará? Tratado, 27, 1-2). La historia de la Iglesia está llena de ejemplos de personas ricas, que han usado los propios bienes en modo evangélico, alcanzando también ellos la santidad. Pensemos en san Francisco, en santa Isabel de Hungría o san Carlos Borromeo. Que la Virgen María, Sede de la Sabiduría, nos ayude para acoger con gozo la invitación de Jesús, para entrar en la plenitud de la vida.