No se trata de mirar a los homosexuales como personas que están fuera de la ley natural, sino como personas que necesitan acogida y actitud de comprensión
(José Manuel Vidal).- Monseñor Octavio Ruiz, Secretario del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, es colombiano, pero lleva ya muchos años en Roma, donde ha sido vicepresidente de la Pontificia Comisión para América Latina. Reconoce que el Vatileaks dañó la imagen de la Curia, apuesta por «abrir de par en par las ventanas de la Iglesia» y asegura que «Benedicto XVI pasará ala Historia como un padre de la Iglesia».
Le han encargado la ponencia de apertura del Congreso Católicos y Vida Pública. ¿Qué idea principal quiere transmitir?
Quiero mostrar cómo, a partir de la intuición que tuvo el Papa Juan XXIII al convocar el Concilio, la Iglesia se volcó con afecto hacia el mundo moderno. No para reprocharle, sino con una actitud de amor y misericordia, tratando de dar respuesta a la problemática que presentaba la sociedad de entonces. Quiero mostrar que ha habido una continuidad en el magisterio de la Iglesia: el Concilio Vaticano II; Pablo VI, que llevó sobre sus hombros su desarrollo y su clausura; y luego toda la acción del Papa Juan Pablo II, que no solamente miró con esperanza el futuro de la Iglesia y el comienzo del nuevo milenio, sino que supo ver que era urgente una nueva evangelización, de tal manera que volviera al corazón de los creyentes el amor y el ardor por Cristo. Que abrieran su corazón en medio de una sociedad que cada vez más estaba llegando al rechazo, al olvido o a la indiferencia frente a Dios. El Papa Benedicto XVI le ha dado un nuevo impulso a toda esa tarea, con hechos tan significativos como la creación del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, la convocación del Sínodo de obispos que acabamos de terminar, y el Año de la Fe, que pretende hacernos recuperar el gozo de la celebración y el sentido de trascendencia. Este congreso se enmarca dentro de la celebración del 50 aniversario del Concilio Vaticano II, la finalización del Sínodo de los obispos, y el impulso que le quiere dar el Papa Benedicto XVI a la tarea de la Nueva Evangelización. De ahí el título del Congreso, que quiere hacer ver cómo el compromiso de los laicos en la política y en la sociedad debe estar iluminado por el Vaticano II, e impulsado por la gran tarea de la Nueva Evangelización.
¿Cómo está España en cuanto a Evangelización? ¿Cómo la ven ustedes desde Roma?
Antes se pensaba que España era una hija de la Iglesia amada y querida, y que tenía impulso evangelizador, porque España hizo una contribución enorme a la evangelización del nuevo continente. No podemos olvidar 500 años de historia en los que no solamente llevaron el Evangelio, sino que continuaron enviando misioneros, hombres y mujeres que habían consagrado su vida al servicio del Evangelio, y que evangelizaron toda América Latina.
Ahora, a pesar de la crisis que se está viviendo en la Iglesia, España sigue teniendo una presencia muy grande en las misiones. Hace dos años, siendo yo vicepresidente de la Pontificia Comisión para América Latina, vine a celebrar una eucaristía para dar gracias en nombre de la Santa Sede y de los obispos latinoamericanos por toda la acción evangelizadora que ha realizado y sigue realizando España.
Al mirar las circunstancias actuales de la Iglesia en España, por un lado se ve con dolor cómo se ha ido perdiendo la fe, cómo el laicismo y el secularismo han ido carcomiendo la estructura cristiana que había en la sociedad. Ha sido un cambio radical el que ha habido en los últimos 20 o 25 años. Esto produce dolor, pero por otra parte también esperanza, porque precisamente por esto se empiezan a pensar poco a poco formas de llegar a una Nueva Evangelización, para ser presencia viva en el corazón de los fieles.
En este sentido, es interesante anotar cómo el Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización ha tomado como logo, como icono, la basílica de la Sagrada Familia de Barcelona. Siendo una de las ciudades más secularizadas de España, sin embargo tiene un símbolo de Dios que se ve en toda la ciudad. El señor está presente en una ciudad que ha ido olvidando a Dios. Es como una llamada de atención a través del arte, para que sea contemplada la belleza de Dios. Creo que hoy en día hay en España todo un movimiento por tratar de rescatar todas estas actividades para la Nueva Evangelización. Una evangelización que, lógicamente, no tiene unas características unitarias, sino que son cada iglesia particular y cada comunidad las que, teniendo en cuenta sus propias realidades, van buscando esos caminos. Caminos que deben comenzar, primero que todo, por una conversión personal.
¿Debemos hacer autocrítica por la desbandada católica en España?
Exactamente. Debemos tener el coraje de hacer una revisión de lo que ha sido nuestra acción evangelizadora. Sin duda alguna, no podemos pensar que todo estuvo mal hecho. Tampoco consiste en hacer borrón y cuenta nueva. Hay que partir de las cosas fundamentales que ha habido, y de la fe que sigue viva en el corazón de muchos que se han alejado de Dios. Tenemos que renovar la praxis pastoral, y buscar el modo en que, a través de nuestro testimonio, seamos ministros de una vida cristiana vivida con coherencia. Debemos también dar amplio espacio a los laicos. Para evangelizar no tenemos que recurrir solamente a los misioneros tradicionales, sino que cada cristiano tiene que convertirse en un discípulo del Señor que, alimentado por la Palabra de Dios y con la eucaristía, se sienta urgido a dar un testimonio de vida cristiana, de solidaridad y de caridad, y vaya poco a poco influyendo en la sociedad, en su sitio de trabajo, en la universidad, en los medios de investigación, en el campo de la política o el empresarial, etc.
¿Eso es lo que llama usted la conversión pastoral?
Sí, es un tema que ha surgido a partir del Sínodo, que consiste en reconocer que tenemos que cambiar, y conocer perfectamente la realidad en la que tenemos que insertarnos. Se trata de buscar un nuevo modo de expresar el Evangelio, pero no es una simple estrategia pastoral, es un cambio que parte de nosotros mismos, de la Iglesia, buscando responder a los nuevos retos que nos presenta la sociedad.
¿La implicación de los laicos es estrategia o necesidad?
Es algo que surge del mismo bautismo, y lo que tenemos que hacer hoy en día en la gente es justamente eso: descubrir el valor del bautismo. El bautismo nos ha hecho discípulos del Señor, y miembros de la Iglesia que tienen una misión, una responsabilidad. No se trata de colaborar en la misión que tenemos los obispos o los religiosos, sino de cumplir la tarea misionera que tiene todo bautizado.
¿No conlleva eso «desclericalizar» algunas estructuras eclesiásticas?
Exactamente. Tenemos que buscar el modo de dar una mayor participación, abrirnos más a los carismas, y reconocer que en la Iglesia hay unos ministerios instituidos, con unas funciones muy claras, peor que no pueden usurpar la misión y la responsabilidad que tienen los laicos; como tampoco podemos pensar que para que ellos ejerzan su labor en la Iglesia tienen que «clericalizar» sus acciones. Esto es una mirada nueva que surgió precisamente a partir del Concilio Vaticano II.
Desafortunadamente, las ventanas están todavía medio abriéndose. Apenas un poquito para mirar al exterior. Queda abrirlas de par en par, como decía el Papa Juan Pablo II, para que Cristo entre, para que irradie su luz en toda la Iglesia y dé un nuevo impulso a los laicos.
En España el Tribunal Constitucional acaba de avalar el matrimonio homosexual. ¿Cuál es su interpretación?
Bueno, sin duda alguna es una lástima que hoy en día en la sociedad se ha perdido el valor de la familia, a través de las rupturas, divorcios, abandono, etc. Encontramos ya tantísimos jóvenes que han vivido en familias «irregulares», que al crear sus propias familias no encuentran una base sólida. No han vivido ninguna tradición dentro de su propio entorno familiar que les haga ver la necesidad de la constancia, la permanencia de los padres en el acompañamiento, la educación y la formación de los hijos. Han vivido relaciones un poco, digamos extrañas; de personas que se ha ido sucediendo en el mando, y eso les ha llevado a pensar que existe no solamente que la unión de un hombre y una mujer para constituir la familia, sino que cualquier expresión de unión de personas podría constituir una unidad familiar.
Creo que es muy grave esto que está pasando, porque estamos destruyendo el valor de la familia y la concepción del matrimonio. A lo largo de muchos siglos se ha concebido que el matrimonio es la unión estable entre un hombre y una mujer, con miras normalmente a formar una comunidad familiar, es decir, a buscar la procreación. Pero esto hoy en día se ha perdido. Formar una familia de dos hombres o dos mujeres, queriendo al mismo tiempo adoptar hijos, nos hace ver cómo se ha perdido por completo el sentido de la familia y sus valores.
Es lastimoso que no solamente en España se haya dado ese paso, y que muchas legislaciones (por ejemplo, en América Latina) se está buscando dar ese paso. Desafortunadamente, muchos de los legisladores que se dicen católicos, no tienen la coherencia de seguir la doctrina de la Iglesia, lo que encontramos en el Evangelio y lo que nos dice la misma ley natural; sino que por razones de partido, es decir, evidentemente políticas, votan sin ser conscientes de la gravedad de lo que están haciendo. De ahí surge la importancia de una verdadera formación para nuestros laicos cristianos, para que cumplan su labor en la sociedad, sabiendo cuáles son los principios fundamentales de la moral cristiana, y poder ponerlos al servicio de la sociedad moderna.
¿Pero entonces considera usted que es una unión «anti-natura»? ¿O el problema es el término «matrimonio»? ¿Qué se le puede decir pastoralmente a una pareja gay católica que quiere hacer vida en común?
En primer lugar, yo creo que el problema del nombre lleva atada una realidad, no es simplemente cuestión de llamarlo de una o de otra manera. Llamarlo matrimonio deslegitima la verdadera esencia del matrimonio. Por otra parte, hay que tener en cuenta que hoy en día hay un respeto profundo por la persona humana, pero tenemos que tener en cuenta que dentro de la Iglesia no está permitida la convivencia entre dos personas del mismo sexo, como tampoco lo está la convivencia heterosexual fuera del matrimonio. Porque no se trata simplemente de poder estar juntos, sino que la unión de las personas es para poder formar una auténtica familia. Y esa familia tiene una responsabilidad dentro de la sociedad.
La Iglesia debe tener respeto por todas las personas y por sus tendencias; no tenemos que mirarlos como algo pecaminoso o inmoral, sino ayudarles a volver a la moral cristiana, donde la sexualidad está profundamente ligada a lo que es la realidad profunda del amor, abierta a la vida. Y en una pareja homosexual, no se da esa condición. De tal manera que estamos en la necesidad, como cristianos, como teólogos, como pastores, de buscar nuevas formas de acompañamiento a estas personas. No se trata de mirarlas como personas que están fuera de la ley natural, como personas que hay que rechazar, sino como personas que necesitan acogida y actitud de comprensión. Creo que el magisterio de la Iglesia poco a poco se va abriendo a esta realidad de respeto a esas parejas y a aquellas otras formas de matrimonio que, por una u otra razón, han tenido que separarse de su pareja legítima. La Iglesia piensa que tienen que hacer todo el esfuerzo por integrarse dentro de la comunidad cristiana, a pesar de que no puedan participar plenamente en la comunión eucarística.
¿Rechazar el «pecado», pero no al «pecador»?
Es una actitud de misericordia, que pretende hacerles sentir que ellos, a pesar de su situación, deben vivir como auténticos cristianos y tratar de buscar el camino de la santidad.
¿Hay más sed de Dios en América Latina, como se percibe desde aquí?
América Latina es un continente cristiano, eminentemente cristiano, pero la Iglesia Católica ha perdido muchos miembros en los últimos años. Tenemos que preguntarnos por qué. No sucede lo mismo que en Europa, porque a pesar de que también hay un ambiente de secularismo, y se comienza a notar un poco el agnosticismo, la indeferencia religiosa, el alejamientos de Dios en muchos espacios de la sociedad, etc.; vemos cómo muchas personas se están yendo a otras comunidades cristianas. Ése el fenómeno actual en Latinoamérica: el crecimiento de muchas comunidades religiosas. Eso quiere decir que la gente no está rechazando a Dios, sino determinados modos de actuar de la Iglesia, modos pastorales. Muchos de ellos sienten esa sed de Dios que quizá no logran calmar en las celebraciones frías, las homilías mal preparadas… Muchas veces no hay enraizamiento en la Palabra de Dios, ni sentido de comunidad, de acogida. En cambio, esto sí se encuentra en otros grupos religiosos. Esto hace que nosotros, como Iglesia, tengamos que cambiar nuestra actitud pastoral.
En Aparecida hace 5 años se realizó la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Allí una de las insistencias principales fue precisamente eso: la conversión pastoral. Esto consiste, por un lado, en pasar de la pastoral de conservación (es decir, contentarse con los pequeños grupos que nos siguen), olvidando que la inmensa mayoría de cristianos no van a la Iglesia, que se ha perdido la educación católica en las escuelas, etc.
¿Buscar a los alejados?
Ciertamente. Ir a buscarlos, a conocer su realidad, atraerlos, y pasar entonces a una acción pastoral eminentemente misionera. Este cambio es fundamental: volver a anunciar a Jesucristo con convicción y con profundidad, y hacer ver que dentro de la Iglesia encontramos también al Señor, que está presente y vivo en la eucaristía. Pero entonces, tenemos que hacer un cambio en nuestras celebraciones: que sean participativas, que haya un ambiente de oración, pero al mismo tiempo de expresión viva de la comunidad, de sentir al Señor… En América Latina necesitamos dar ese cambio.
Un pastoralista argentino decía que es necesario que dejemos a un lado el Arca de Noé (que era un arca creada para la conservación de la especie) y nos subamos a la barca de Pedro (que en medio de la tormenta, lanza las redes para la pesca milagrosa). Ésta es la situación, porque vemos claramente que hay una sed profunda de Dios: en las expresiones de piedad popular, de religiosidad popular, encontramos que hay una fe arraigada en Dios que a veces no encuentra respuesta. La Iglesia tiene que ver cómo sigue estas expresiones sencillas para sembrar el Evangelio.
Usted insistió mucho en esto en su intervención en el Sínodo, en la piedad popular.
Sí. A través de los 500 años, la piedad popular ha sido un tesoro, una riqueza muy grande para América Latina, y tenemos que custodiarla y purificarla. También hay que saber diferenciar entre piedad popular y religiosidad popular, que se refiere al deseo de divinidad que hay en todas las expresiones culturales, que de una u otra manera tratan de buscar a Dios, a veces de manera muy equivocada. La piedad popular, mientras tanto, se refiere a las expresiones populares de fe que están encaminadas hacia la liturgia, y que deben terminar en una participación viva de la eucaristía. Entonces, las muchas expresiones de piedad popular se han dejado llevar por cosas muy secundarias. Las grandes manifestaciones de fe como las peregrinaciones son una gran riqueza que hay que aprovechar.
¿O como la Semana Santa española?
Por ejemplo. Pero no debe ser un espectáculo, sino que deber servir para la evangelización. También un funeral, un matrimonio, una primera comunión… cuando e sacerdote aprovecha para regañar a la gente porque está en la Iglesia sólo para esa ocasión, o se limita a hacer el rito sin dedicar una palabra a la evangelización. América Latina recibió la fe a partir de España, y tiene muchísimas expresiones muy similares, que pueden servir para que en la misma España se despierte nuevamente el deseo de Dios que debe estar todavía en el corazón de muchos.
¿Va América Latina a re-evangelizar a la vieja Europa?
Fue curioso cuando el Papa Pío XII, allá por el año 42, lanzó una llamada a Europa pidiendo misioneros para que fueron a América Latina. Hubo una respuesta muy grande por parte de España, Bélgica, Holanda, Francia, Italia, Alemania… «Invadieron» América Latina con miles de misioneros. En 1955, cuando se realizó la I Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño en Río de Janeiro, el Papa envió una carta en la que hablaba de cómo había enviado a estos misioneros precisamente con la esperanza de que en el futuro América Latina respondiera enviando misioneros de vuelta, para volver a avivar el Evangelio en el continente europeo. De tal manera que vemos que ya Pío XII vislumbraba la necesidad de una Nueva Evangelización. Se daba un nuevo impulso al nuevo continente para que luego la fe volviera a llegar con aire fresco a Europa.
¿Cómo están viviendo en Roma el caso Vatileaks, que no está dejando en muy buen lugar la imagen de la Curia?
Tenemos que partir de un principio: que la Curia romana está formada por hombres. A pesar de los escándalos que se pueden haber dado a lo largo de toda la historia (porque la historia del Vaticano ha estado llena de gracia, pero también de pecado), vemos que la acción del Espíritu Santo es más fuerte. Yo creo que esta situación se ha vivido en general con gran prudencia, porque es un fenómeno aislado. El Santo Padre cuenta con colaboradores responsables que tienen una clara conciencia de la labor de la Iglesia. El trabajo en la Curia es humilde, sencillo, callado, silencioso, contribuyendo al gobierno del Santo Padre en la Iglesia.
Vatileaks fue un caso lamentable porque, como usted decía, da una imagen negativa de la Curia, pero que yo creo que se envuelve dentro de lo que está sucediendo actualmente en todo el mundo. Es decir, que no es algo que ha pasado únicamente en el Vaticano, sino que la infiltración de noticias ha sucedido en distintas naciones, en grandes potencias, muchas veces por intereses personales, buscando prestigio o publicidad. Lo que tenemos que mirar, más bien, es que la Curia está al servicio de la Iglesia, que la inmensa mayoría de sus colaboradores estamos en una actitud muy positiva, de acompañamiento al Santo Padre y de gran fidelidad, y que esperamos que esto que ha sucedido sea un hecho totalmente aislado, que ojalá permita un mayor seguimiento de ciertas personas. Porque hay que dar confianza, pero en ciertos ambientes también se necesita tener un mayor cuidado.
El mismo Papa ha dicho que estaba dolido por lo sucedido.
Claro, es un dolor para toda la Iglesia. Como católicos, nos ha sorprendido que haya sucedido todo esto, y hemos intentado acompañar al Papa en la oración, rodeándolo con nuestro cariño y nuestra comunión profunda. Sabemos la tarea enorme que está realizando, y la grandeza que tiene como papa, como teólogo, como orientador, como hombre de fe y guía de la Iglesia.
¿Por qué cree usted que va a pasar a la historia Benedicto XVI?
Así como en la antigüedad una serie de hombres pasaron a la historia como Padres de la Iglesia, estoy seguro de que en el futuro Benedicto XVI pasará a la Historia como un padre de la Iglesia or la profundidad y sencillez con la que expone la doctrina de la Iglesia. Y porque es un Papa que va a lo esencial.
Algunos titulares
El laicismo y el secularismo han ido carcomiendo la estructura cristiana que había en España
Debemos tener el coraje de hacer una revisión de lo que ha sido nuestra acción evangelizadora
La conversión pastoral consiste en reconocer que tenemos que cambiar
Los ministros de la Iglesia no pueden usurpar la misión y la responsabilidad que tienen los laicos
Hay que abrir las ventanas de la Iglesia de par en par, como decía el Papa Juan Pablo II
Encontramos ya tantísimos jóvenes que han vivido en familias «irregulares», que al crear sus propias familias no encuentran una base sólida
Creo que es muy grave que el TC piense que una unión de personas que no sea la de un hombre y una mujer pueda constituir una unidad familia
Formar una familia de dos hombres o dos mujeres, queriendo al mismo tiempo adoptar hijos, nos hace ver cómo se ha perdido por completo el sentido de la familia
Muchos de los legisladores que se dicen católicos no tienen la coherencia de seguir la doctrina de la Iglesia
No se trata de mirar a los homosexuales como personas que están fuera de la ley natural, sino como personas que necesitan acogida y actitud de comprensión
Muchos latinoamericanos sienten esa sed de Dios que quizá no logran calmar en las celebraciones frías, las homilías mal preparadas…
La Semana Santa no debe ser un espectáculo, sino que deber servir para la evangelización
La historia del Vaticano ha estado llena de gracia, pero también de pecado
La filtración de noticias no ha sucedido sólo en el Vaticano, también en grandes potencias
Vatileaks fue un caso lamentable porque da una imagen negativa de la Curia
Benedicto XVi pasará a la Historia como un padre de la Iglesia