Los miembros de la Guardia del Vaticano deben medir al menos 1.74 cm, tener entre 19 y 23 años y haber sido recomendado por un párroco
La Guardia Suiza es el cuerpo de defensa del Papa. Son 110 jóvenes que deben cumplir unos estrictos requisitos para entrar en el cuerpo de defensa más pequeño del mundo. Pero, ¿a quién defiende la Guardia Suiza cuando no hay Papa?
La Guardia Suiza custodia las entradas al Vaticano pero su principal tarea es la seguridad en el apartamento papal. Sin embargo, durante el periodo de Sede Vacante este peculiar cuerpo de defensa queda al servicio del cardenal camarlengo, quien tradicionalmente les encarga la seguridad en el cónclave. Un trabajo de extrema confianza.
El ejército más pequeño del mundo está compuesto por 110 jóvenes que para ingresar en sus coloridas filas deben cumplir los requisitos de ser suizos de nacionalidad, medir al menos 1.74 cm, tener entre 19 y 23 años, haber pasado por el ejército de su país y tener un título profesional, además de duras pruebas físicas y estar recomendado por un párroco.
Todas las personas que participan de una manera o de otra en el cónclave deben jurar que guardarán silencio. Sin embargo, la Guardia Suiza no. Y es que los soldados, cuando ingresan en el cuerpo, juran, con tres dedos alzados que representan la Trinidad y con la bandera de la Guardia en la mano, que defenderán al Papa, sea el que sea, y al colegio cardenalicio durante el periodo de Sede Vacante hasta entregar su vida si fuera necesario.
Daniel Anrig es el comandante de la Guardia Suiza y, como tal, forma parte de la familia pontificia. Es decir, del círculo más estrecho del Papa. Aunque está al frente del cuerpo desde tan sólo cuatro años, Anrig asegura que ha sido «un verdadero privilegio haber desarrollado su trabajo durante el pontificado de Benedicto XVI y haber podido compartir algunos momentos con el ahora papa emérito».
El pasado 28 de febrero, cuando las puertas del palacio apostólico de Castel Gandolfo se cerraron, la Guardia Suiza que tenía servicio en la puerta de la residencia de verano de los papas se retiró. Al igual que lo hicieron sus otros compañeros de turno en el interior del palacio apostólico en el Vaticano. Mientras tanto, el comandante Anrig acompañó al cardenal camarlengo, Tarcisio Bertone, y demás miembros de la cámara apostólica a sellar las puertas del apartamento del Papa. Una posibilidad que tan sólo tuvieron otro laico y él, junto con otros monseñores.
Su tarea durante el periodo de Sede Vacante será la de controlar, con su característica precisión suiza, la seguridad durante las votaciones en la Capilla Sixtina, a la espera de la fumata blanca. Cuando el mundo mire hacia la fachada de la basílica de San Pedro, ellos formarán con el uniforme de gala a los pies del balcón desde el que saludará el nuevo Papa, en la plaza de San Pedro, y se pondrán al servicio y jurarán fidelidad al nuevo sucesor de Pedro, sea el que sea. (RD/Agencias)