El filósofo no puede ser gobernante; Benedicto tenía una dimensión muy profunda, pero no le ayudaron con su gobierno.
(José Manuel Vidal, enviado especial a Roma).- Valentí Miserachs es maestro de capilla en Santa María la Mayor (Roma). Español de origen, es quien canta y dirige las eucaristías en la basílica.
En la sacristía del cardenal Santos Abril, Valentí nos habla del momento actual que vive el Vaticano: «No es el caso de cantar un réquiem ni de estar tristes; el Papa ya no es Papa, pero vive».
Cuenta que Ratzinger quería que se constituyera un Pontificio Consejo para la Música Sacra, pero que una vez nombrado Papa, «no habló más del tema».
Desde su relación personal con el ahora Papa emérito, afirma que «a Benedicto XVI le han impuesto muchas cosas durante su pontificado». Y sobre el próximo elegido opina: «La Curia es un gallinero; hace falta alguien que les ponga un poco en vereda, que sepa gobernar».
Al finalizar la misa el coro ha ido al completo a saludarle. ¿Se siente usted querido?
Bueno, soy maestro desde hace 40 años. Los miembros del coro han tenido tiempo para aborrecerme o para quererme. Yo nunca les he pedido a los cantores que vengan, pero después de la misa todos pasan a abrazarme. La gente se da cuenta de que, además del aspecto profesional, de la música o lo que sea, hay un aspecto humano y sacerdotal de afecto, de preocuparse por el otro.
¿Cuál es su función como maestro?
Dirijo la capilla musical de Santa María la Mayor. Yo vine aquí a realizar mis estudios de Teología, y luego debía volver a mi diócesis, pero me dijeron que, si quería estudiar música, podía quedarme unos cuantos años más en Roma. Después de terminar los estudios de música, ya los profesores de aquí no me dejaron irme, me dijeron que tenía que quedarme. Inmediatamente vino mi mamá a vivir aquí conmigo, y un par de meses después me llamó el maestro Bartolucci, que era el titular de Santa María la Mayor, que también estaba en la Capilla Sixtina. Como no podía acudir mucho, los canónigos le obligaron a buscar un colaborador, y me llamó a mí, para ver si quería aceptar. Le pregunté qué tendría que hacer si aceptaba, y me dijo: «Ir el domingo que viene, y dirigir». Así llegué aquí el 28 de enero del 73, y empecé este trabajo. Y desde entonces, todos los domingos. Tenemos una media de 90 funciones al año. Somos de las capillas que más actuaciones tenemos.
¿Cuánta gente integra el coro?
Bueno, oscila. La base es de tenores y bajos (de hombres), y tenemos unos 30. Después, el grupo de mujeres (sopranos y contraltos) y un sexteto de viento-metal. Pero estos vienen sólo para las fiestas grandes (Pascua, por ejemplo, La Inmaculada, la Dedicación, etc.), y forman el coro extraordinario. El resto del tiempo actúa el coro normal, y la otra excepción es que durante los tiempos de Adviento y de Cuaresma no usamos el órgano.
¿Cantan a capella?
Sí, ésa es la tradición, y yo creo que crea un clima propicio para la penitencia y para la espera. El Jueves Santo sí se canta el Gloria con el órgano, y ya se calla hasta la noche de la vigilia pascual.
Si eligiesen nuevo papa un domingo así, ¿también tocaría el órgano?
No creo. La liturgia está antes. El Papa está al servicio de la liturgia, y de la Iglesia. Al menos yo no me atrevería a hacerlo.
¿Qué música encajaría con este momento de la Iglesia?
La que hoy usted escuchó: la música del tercer domingo de Cuaresma, un canto al Señor y a la Virgen. Una misa con polifonía, sin Gloria. Creo que la música de este tiempo es adecuada al máximo para este momento en que la Iglesia está sin pontífice, con un poco de orfandad. No diría yo de tristeza, pero sí de color morado, como lo sacramentos. Tampoco es el caso de cantar un réquiem, ni mucho menos. El Papa ya no es Papa, pero vive.
¿Ha sorprendido la renuncia en Roma?
Sí, aunque se podía prever, porque ya lo había dicho. Yo no me sorprendí mucho. Conociendo su modo, su persona, su estilo, siempre había pensado que lo podía hacer. Sobre todo, conociendo lo que le había dicho al periodista que escribió su libro, de que, si no se veía capaz de seguir, renunciaría. Lo que no sabíamos era el momento. Yo estaba en México cuando un amigo me comunicó la noticia, nada más levantarme por la mañana. La televisión estaba rota, pero me dijeron que el Papa acababa de renunciar.
¿Qué tipo de gesto es esa renuncia: revolucionario, profético…?
Desde luego es una novedad, aunque haya casos precedentes en la historia. El que más se parece al de Benedicto es el de Celestino, los otros queda diluidos en la historia por otras razones (el cisma o lo que fuera). Celestino fue un pobre ermitaño al que llamaron para ser papa, y cuando se dio cuenta de lo que eso representaba, dijo «no, no, no, yo me voy». En definitiva, creo que la renuncia de Benedicto tiene su novedad pero que al mismo tiempo estaba ya anunciada y, eso sí, que puede sentar un precedente para el futuro. Antes lo obispos tampoco se retiraban. Uno era nombrado obispo, incluso párroco, y nadie les sacaba hasta la muerte. Sólo con la cruz. Eso cambió con Pablo VI y el Vaticano II, cuando se dijo que a los 75 años debían presentar su renuncia. Y al fin y al cabo el Papa es el obispo de Roma. Esto centra, de alguna manera, el ministerio del Papa en el hecho de ser obispo de Roma.
¿No es también un gesto de humildad, en cuanto su renuncia significa en parte una renuncia al poder?
Sí, pero esto ya viene preparándose desde hace tiempo. Con Pablo VI tuvimos la renuncia a la tiara como un signo. El ofrecer a los obispos del Concilio los anillos de plata sin piedras ni historias… Con el gesto de Benedicto esto se hace todavía más evidente. No estamos hablando de un poder temporal, ni de un poder espiritual sin límites, sino que ha demostrado ser el obispo de Roma en comunión con todos los obispos del mundo. Ha sido un gesto muy bonito.
Aparte del legado de la renuncia, que es un gesto que va a quedar para la historia, ¿qué va a quedar de Benedicto XVI?
Va a quedar sobre todo la claridad de su pensamiento y su dimensión magisterial. Nadie puede discutir su preparación, enorme, como maestro. No todos los papas tienen el carisma de hacerlo todo. Él ha tenido éste. Nosotros, por ejemplo, esperábamos que hubiera tomado medidas para la reforma de la música litúrgica, porque él ha escrito mucho sobre esto y tiene grandes conocimientos. Pero no ha hecho nada. O no ha podido hacer nada. Le han impuesto muchas cosas en temas de gobierno. Lo sé personalmente. Además, antes ya de ser Papa él y yo teníamos mucha relación, por medio de la música sacra y la liturgia, manteníamos correspondencia… Por eso, por lo que le conozco, me extraña mucho que haya aceptado ciertas cosas.
¿Qué cree que se necesita en estos momentos en el campo de la música sacra?
Todo. Porque nada de lo que se dice en el Concilio (que hay que quitar el canto gregoriano, la polifonía, que hay que admitir más instrumentos, guitarras…) es verdad. Todo es falso. Se sigue haciendo todo lo contrario: se conserva el canto gregoriano, se conserva la polifonía… Lo que hoy usted oyó aquí es una pura excepción en el campo romano. Y en las parroquias, pasando al otro extremo, se canta música ligera de muy baja categoría. Yo recuerdo que después del Concilio había unos cantos muy sencillitos pero muy dignos, con órgano, etc. La gente los cantaba y resultaba muy hermoso. En España la tradición era el canto popular religioso de antes del Concilio, pero luego se hicieron algunas cosas buenas. Aquí, en cambio, hay una invasión de mala música con mala letra.
¿Ayuda poco eso a la vivencia del misterio?
Hace que la gente se aleje de la liturgia. Dicen que lo hacen para acercar a los jóvenes… pero al contrario, se alejan todos. Sólo la verdad puede atraer a la gente.
¿Es suficiente con lo que está ya escrito, y con la música que heredamos?
Se ha hecho mucha música nueva, pero se tiene en el cajón. No rinde comercialmente o lo que sea. Se habla todo el tiempo de «lo que vende«.
¿Usted compone?
Yo tengo infinidad de música, pero no tiene el exitazo que tienen esas músicas ligeras. Hay cantos que yo puedo entender que gusten, porque son pegadizos, amansan a las fieras como se suele decir… Pero no sirven para la liturgia. La liturgia tiene sus textos, que están en el misal. Yo no me puedo inventar los textos de la liturgia. Yo tengo que pensar sólo en la música. «El pescador de hombres», por ejemplo, está muy bien para alguna celebración de la Palabra con jóvenes, alguna celebración de espiritualidad en campamentos y cosas de esas… Pero no para la liturgia.
El Papa, antes de ser papa, quería que se constituyera un Pontificio Consejo para la Música Sacra. Se lo puedo mostrar en la correspondencia. En cambio, siendo Papa, no habló más del tema. Se espantó, o se olvidó del tema, y todo esto quedó sin regular. Es difícil, tampoco un Consejo Pontificio podría resolver en seguida el problema, pero por lo menos dar unas orientaciones unos consejos, sobre los cantos que funcionan y los que no funcionan.
¿Cómo lograr introducir a la gente en la liturgia?
Todo depende de los curas. Hoy en los seminarios ya no se estudia nada de música (en los pocos seminarios que quedan). Antes había buenos coros incluso en los pequeños seminarios. Yo estuve un tiempo en el de la Pontificia de Comillas en Santander. No faltaban escolanías.
¿Pero ahora los músicos sacros se han quedado sin relevo?
Esto es un problema enorme, porque un laico puede ser un perfecto maestro de capilla, incluso, pero creo que para penetrar dentro de la música sacra hay que ser sacerdote. Un sacerdote tiene mayor preparación bíblica y litúrgica, sabe latín… Tiene otra sensibilidad. No sé qué va a pasar, si vamos a quedar como una memoria del pasado… A mí por ahora no falta quien me ayude. Sé que si falto un día, la música funcionará perfectamente, dentro de lo posible. Pero una cosa es que falte de vez en cuando, y otra cosa es el día que el Señor me llame. La continuidad es una preocupación.
¿Entre los grandes maestros de música sacra, a quién destacaría usted actualmente?
Yo tuve el honor de entrar como maestro muy joven. En aquella época estaba Bartolucci en la Capilla Sixtina, que es un gran maestro. El anterior maestro también era un gigante dentro de la música sacra. También había un gran maestro en San Juan de Letrán, en San Pedro (no en la Sixtina). Era un honor entrar en estas basílicas pero empezaron a faltar, a morir, y las cosas empezaron a empequeñecerse, a ser más pobres. También se perdió la pretensión de tener a un gran maestro. Antes las basílicas se discutían a los buenos. El clero y los cardenales tenían mucho interés en tener el mejor maestro, y había mucha competencia. Pero actualmente no. Ya no interesa.
¿Espera que el próximo papa haga algo al respecto?
Ojalá. Sólo podemos rezar por ello.
¿Espera alguno en especial? ¿Cómo sería su papa soñado?
Me gustaría que pudiera continuar todo lo positivo de cada papa, porque cada papa tiene cosas extraordinarias. De Juan Pablo II, por ejemplo, admiré siempre su espiritualidad. Me asombraba, cuando íbamos a las misas privadas, encontrarlo hundido en la oración, con la sotana toda rota por detrás. Eran impresionantes su humildad y su sencillez.
En mi campo, me gustaría que lo que Benedicto quería hacer y no pudo hacer, el próximo papa lo hiciera.
¿Y no desea un papa que gobierne de verdad?
Usted lo ha dicho. La Curia es un gallinero. Hace falta alguien que les ponga un poco en vereda, aunque no es fácil. No sé dónde leí que el filósofo no puede ser gobernante. Un filósofo quiere filosofar, y en ese sentido el Papa tenía su dimensión profundísima con su magisterio, y por tanto merecía alguien que le hubiera ayudado mejor a gobernar.
A mí me han hecho sudar desde el Vaticano. Porque que se desprecie y que se maltrate a las mismas instituciones de la Iglesia, no lo puedo entender. Voy a poner sólo un ejemplo: cuando fue el centenario de creación del Instituto de Música Sacra, hicieron todo lo posible para bloquear y para entorpecer las fiestas. Lo peor es que teníamos una audiencia del Papa concedida por él, e impidieron realizarla. Nos revocaron la audiencia.
¿Por celos, por malentendidos…? ¿Por qué?
Porque hay personajes menores que se meten en este engranaje y hacen moverse a los de arriba como si fueran muñecos, marionetas. Piden una firma, y con eso se hace, no lo que deciden los de arriba, sino gente menor.
¿Es buen jefe el cardenal Santos Abril?
Es muy buena persona, yo le quiero mucho. También ha tenido sus problemillas aquí, principalmente que no puede recibir en el departamento que le correspondería, porque todavía está ocupado por el ex cardenal. No se ha ido porque están haciendo obras en el apartamento donde tiene que ir, de momento, y entonces Santo tiene que ir y venir con el coche, cuando lo más conveniente sería que pudiera recibir aquí, in situ.
¿Le gustaría que el próximo papa tuviera alma de músico?
Más alma de músico que Ratzinger ya es difícil. El otro día vi por la televisión al cardenal Maradiaga, que también es músico. Lo que pasa es que salía tocando algo cubano con un saxofón… y no sé si ésa es la música que nos interesa a nosotros. Pero, si fuera elegido, tal vez reconduciría las cosas. Podemos llevarnos mucha sorpresa, porque efectivamente, por encima de los hombres está el espíritu santo. Incluso a veces algunos creen que han elegido a uno para que haga cierta cosa… y les sale el tiro por la culata.
¿Cómo con Juan XXIII?
Sí. Por eso yo confío mucho en el Espíritu Santo. Creo que el Señor nos mandará a la persona que necesitamos, y que tendrá la capacidad y las manos libres para gobernar con rectitud y justicia.
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-No es el caso de cantar un réquiem ni de estar tristes; el Papa ya no es Papa, pero vive
-A Benedicto XVI le han impuesto muchas cosas durante su pontificado
-Ratzinger quería que se constituyera un Pontificio Consejo para la Música Sacra, pero siendo Papa no habló más del tema
-La Curia es un gallinero; hace falta alguien que les ponga un poco en vereda, que sepa gobernar
-El filósofo no puede ser gobernante; Benedicto tenía una dimensión muy profunda, pero no le ayudaron con su gobierno
-A veces los cardenales creen que han elegido a un Papa para que haga cierta cosa, y les sale el tiro por la culata