Está haciendo una reconocida labor de puente entre las distintas sensibilidades. Es, dentro de la Curia, el más querido por los anticuriales
(Jesús Bastante, enviado especial al Vaticano).- «Los italianos hablamos de Scola. Los brasileños, de Scherer. Los norteamericanos, de Dolan, O’Malley, Wuerl… Hasta los franceses hablan de Barbarin. Y ustedes, los españoles, ¿por qué no hablan de ninguno de sus cardenales como ‘papable‘?«. En los corrillos de vaticanistas y corresponsales especializados, la pregunta se multiplica: los españoles no confían en sus cardenales. O creen que no tienen la más mínima posibilidad de suceder a Benedicto XVI. «Y eso que tienen al ‘pequeño Ratzinger‘», bromea un periodista milanés.
Lo cierto es que las opciones de los cinco cardenales electores españoles son casi nulas. Santos Abril es un perfecto desconocido a nivel internacional, mientras que Carlos Amigo, que impone respeto y seduce con su simpatía y discurso, es un arzobispo emérito. Rouco y Sistach están en tiempo de descuento, y afrontan el Cónclave de manera bien distinta: el primero, con aires de solemnidad, sin haber concedido una sola entrevista ni antes ni después de la renuncia papal y del precónclave, y enfadado hasta cuando le encuentran cenando -algo de lo más normal, por otra parte-; el segundo, con la alegría y responsabilidad de saberse parte de un acontecimiento histórico. Y ganando puntos para continuar en su puesto un par de años más.
Y a todo esto… ¿dónde está Antonio Cañizares? El purpurado español, único de nuestros cardenales con puesto de responsabilidad directa en la Curia romana -es prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos-, no aparece en manifestaciones públicas desde el domingo previo al comienzo de las Congregaciones Generales, cuando concedió una entrevista a La Razón en la que señalaba que «no hay ningún peligro de que piensen en mí, sencillamente, porque nno tengo las capacidades que se necesitan». «El nuevo Papa no debe temer a los ‘lobos'», destacaba el purpurado antes de entrar en silencio.
Y, sin embargo, cuando la prensa va dejando los pétalos de la «rosa de papables» en apenas cuatro o cinco –Scola, Scherer, Ouellet, Dolan, Ravasi, alguna sorpresa…-, el nombre de Cañizares se ha colado, por primera vez, en las casas de apuestas. El cardenal de Utiel (todos los Papas españoles, a excepción de Dámaso han sido valencianos) aparece en vigésimo cuarta posición, pagándose por su candidatura 66 libras por cada una apostada. Rouco Varela aparece mucho más lejos, en cuadragésima séptima posición, y su elección está 125-1. El otro español que aparece no es elector: Julián Herranz, uno de los cardenales «007», cuyo acceso al Papado se pagaría 150 a 1 libras.
«Está desaparecido. Hace días que no sabemos casi nada de él«, explican algunos de sus colaboradores más cercanos. El propio Cañizares, cuando supo la fecha de las congregaciones, ordenó a su entorno no conceder entrevistas y dedicarse íntegramente «a la oración y preparar el cónclave». Quienes han vivido con él estos días, no obstante, señalan que «está muy tranquilo, y sabedor de que él no será el futuro Papa, aunque sí está haciendo una reconocida labor de puente entre las distintas sensibilidades. Es, dentro de la Curia, el más querido por los anticuriales». Y alguien que contaría con el aval de su antecesor. No en vano, Cañizares es conocido como el «pequeño Ratzinger», dada su amistad con Benedicto XVI. ¿Un posible candidato al papado si no se alcanza un consenso entre los grandes favoritos? Podría ser.
Antonio Cañizares nació el 10 de octubre de 1945 en Utiel (Valencia). Ordenado sacerdote en 1970, fue elegido obispo de Ávila en 1992, pasando posteriormente por Granada y Toledo. Entre 2005 y 2008 fue vicepresidente de la Conferencia Episcopal española, momento en que llegó a numerosos acuerdos con el Gobierno de Zapatero. Benedicto XVI lo creó cardenal el 24 de marzo de 2006, otorgándole el título (parroquia romana) de San Pancracio.
Además de presidir Culto Divino, Cañizares es miembro de las congregaciones para la Doctrina de la Fe, Obispos, Causas de los Santos y Evangelización de los Pueblos, así como de la Pontificia Comisión para América Latina y el Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos Internacionales.