Mis hermanos cardenales han venido a buscar un obispo de Roma casi al final del mundo
(Jesús Bastante, enviado especial al Vaticano).- El Papa negro, vestido de blanco, sin atributos. Un papa jesuita. Un auténtico sorpresón. Jorge Mario Bergoglio, ya para siempre Francisco I, es el nuevo Papa. El cardenal de Buenos Aires, principal «rival» de Benedicto XVI en el anterior Cónclave, fue el elegido. Y comenzó su pontificado no bendiciendo al mundo, sino pidiendo al mundo «que pida la bendición para su obispo«.
Un gesto histórico, inédito. Una revolución. «Buenas tardes, ¿cómo están?», arrancó el nuevo Papa. Y dejó de llover en Roma. «Mis hermanos cardenales han venido a buscar un obispo de Roma casi al final del mundo. Agradezco la confianza y el amor de la comunidad de Roma a su obispo. Gracias».
«En primer lugar -apuntó Francisco I- os pido una oración para el papa emérito Benedicto XVI, que el Señor lo bendiga y la virgen le proteja». Un rotundo aplauso recorrió toda la plaza. Lágrimas de emoción, de sorpresa, de agradecimiento. Un Papa con la imagen de Juan XXIII, con una cruz de bronce en el pecho.
«Comenzamos este camino, obispos y pueblo, un camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a toda la Iglesia. Recemos siempre los unos por los otros. Por todo el mundo. Porque sea una gran hermandad. Que este camino de Iglesia que hoy comenzamos y en el que me ayudará mi cardenal vicario, aquí presente, sea fructuoso para la evangelización».
«Os pido un favor. En lugar de que el obispo bendiga al pueblo, quiero que la plegaria del pueblo pida la bendición para su obispo«, y el pueblo rompió a llorar y a aplaudir.
Tras el rezo y la bendición, Bergoglio, ya para siempre Francisco I volvió a pedir a los fieles «rezad por mí y nos vemos pronto. Mañana iré a rezar a la Virgen para que custodie a toda Roma. Buenas noches y buen reposo».
Pero la gente no se quería ir. Y no se irán en un buen rato. Y ya no llueve en Roma.