Durante el viaje del Papa a Beirut, unos periodistas le llamaron "monseñor" Lombardi. "Todavía no, ¡y espero que nunca!", les respondió
Junto al nuevo Papa argentino, el otro protagonista en estos días es el padre Federico Lombardi, incansable portavoz del Vaticano, cada vez más popular entre los miles de periodistas llegados del mundo entero para cubrir la histórica elección.
Reservado, este jesuita de ojos azules parece cada vez más dicharachero y seguro de sí mismo, a veces incluso mordaz. Y a menudo recibe aplausos de los periodistas al final de sus interminables ruedas de prensa, en las que cada respuesta es resumida posteriormente en inglés, español y a veces hasta francés.
Generalmente tranquilo y socarrón, se entusiasmó cuando describió el momento de incertidumbre posterior a la fumata blanca al final del cónclave: «¡Ni hablar de enviar un sms! La elección de un papa no funciona -afortunadamente- como ‘un reloj suizo'».
El miércoles, volviéndose a referir a la chimenea más famosa del mundo, enumeró «a petición de numerosos periodistas» los tres productos químicos utilizados para hacer el humo negro, deleitándose en articular «clorato de potasio», «antraceno» y «azufre».
Desde la histórica dimisión de Benedicto XVI, el portavoz ha sido puesto a prueba, sometido a una situación inédita en siete siglos. ¿Seguirá siendo infalible? ¿Cómo se va a vestir? ¿Qué hará después de su dimisión?, le ametrallaban los periodistas.
Sin inmutarse, el padre Lombardi, de 70 años, respondía con la misma seriedad: la infalibilidad está «más bien ligada al cargo», Joseph Ratzinger «llevará zapatos de color marrón», «supongo que irá a cenar».
Manejando hábilmente la ironía y las obviedades, esta semana explicó que los cardenales del cónclave «podían fumar razonablemente«, aunque «no en sus habitaciones», «según las reglas de buena educación que seguramente han aprendido».
Cuando el Vaticano trató de modernizar su imagen desarrollando su página web e incitando al hoy papa emérito a poner mensajes en Twitter, la verdadera cara visible de la Santa Sede fue él. Además, es el jefe de Radio Vaticano, cargo que hasta hace poco compartía también con el del Centro de Televisión (CTV).
Originario del Piemonte (norte), entró en un seminario de la Compañía de Jesús en la provincia de Turín en 1960. Ordenado sacerdote en 1972, es también licenciado en Matemáticas y en Teología.
Durante una misión pastoral con inmigrantes italianos en Alemania, una experiencia que según ha dicho le marcó profundamente, redactó sus primeros artículos para la revista ‘Civiltà Cattolica’, una publicación quincenal.
En julio de 2006 sucedió a Joaquín Navarro Valls, numerario del Opus Dei. Totalmente opuesto a su sucesor, que era cortante y autoritario, el padre Lombardi impuso un estilo más afable.
Su bautismo de fuego ocurrió cuando estalló el escándalo de la pedofilia, donde su misión era mostrar los esfuerzos del Vaticano para imponer nuevas reglas al clero para evitar que volviera a ocurrir.
Interrogado esta semana sobre las acusaciones de la asociación estadounidense de víctimas SNAP contra algunos cardenales, respondió con firmeza, acusando a la asociación de «prejuicios«.
Pero en febrero de 2012, fue uno de los artífices de un simposio inédito para luchar contra la pedofilia en el clero, bajo los auspicios de la Universidad Pontificia Gregoriana.
El miércoles, tras la presentación de Francisco al mundo en el balcón de la basílica de San Pedro, estaba contento, casi incrédulo de que un jesuita como él hubiera sido elegido por primera vez al frente de la Iglesia. Se ignora todavía si el papa argentino mantendrá a Lombardi.
Oficialmente, este último es «director de la sala de prensa de la Santa Sede», lo que se traduce por «portavoz del Vaticano». Pero durante el viaje del Papa a Beirut, unos periodistas libaneses le llamaron «monseñor» o «cardenal» Lombardi. «Todavía no, ¡y espero que nunca!«, les respondió. (RD/Agencias)