En estos días, he podido leer un libro de un cardenal -el Cardenal Kasper, un teólogo muy competente, ¿eh?, un buen teólogo- sobre la misericordia. Y me ha hecho mucho bien, pero no penséis que hago publicidad a los libros de mis cardenales, ¿eh?
Decenas de miles de personas han acogido al papa Francisco con un interminable aplauso cuando ha salido a la venta de su apartamento que da a la plaza de san Pedro para el rezo del ángelus, el primero de su pontificado. En la ventana del apartamento cuelga un dosel, a la espera de que el papa Bergoglio elija el escudo de su pontificado.
Los presentes, entre ellos miles de niños, ondean banderas de numerosos países, algunas argentinas, su país de origen, y de otras naciones latinoamericanas, así como del Vaticano.
Desde primeras horas de la mañana, la plaza de San Pedro se ha ido llenando de fieles, muchos de los cuales se acercaron hasta la cercana iglesia de Santa Ana, donde Francisco ofició este domingo una misa.
Al final de la misma, el papa saludó a los varios cientos de personas que asistieron al oficio religioso y después salió a la calle para responder al calor de los cientos de personas congregadas en la calle.
Desde que Benedicto XVI renunció al papado, el pasado 28 de febrero, no se celebra un ángelus en la plaza de San Pedro. Han sido dos domingos sin rezo dominical del papa, al estar la Iglesia en Sede Vacante.
Papa Francisco dijo hoy en su primer ángelus que Dios «jamás se cansa» de perdonar a los hombres y que si Dios no perdonara, el mundo «no existiría». El Pontífice agregó que son los hombres los que se cansan de pedir el perdón a Dios.
Ante decenas de miles de personas, que abarrotaban la plaza de San Pedro, el papa Berglio subrayó la misericordia de Dios, destacó la «paciencia» de Dios con los hombres y afirmó que «un poco de misericordia cambia el mundo, lo hace menos frío y más justo».
Jorge Mario Bergoglio contó a los fieles que ha elegido el nombre de Francisco en honor de Francisco de Asís, el patrón de Italia, lo que refuerza sus relaciones con este país, ya que su familia procede del norte de Italia.
Duró 15 minutos, no más, buena parte de ellos escuchados en silencio: «Si Dios no perdonase tanto, el mundo no existiría», afirmó el Santo Padre. Y desde la plaza, desde la Vía de la Conciliazione, desde las calles vecinas no se oía ni un chasquido. El Romano Pontífice, Francisco, hablaba en italiano. «Me gusta, mi Papa«, decía con su media lengua Francesco, 3 años, en hombros de su padre.
«Estoy contento de que este encuentro con vosotros sea en domingo; este es un día para que nosotros los cristianos nos saludemos, hablemos, como lo estamos haciendo aquí, ahora, en esta plaza grande, que gracias a la medida, tiene las dimensiones del mundo».
El encuentro llevaba días preparándose. A través de los medios -sobre todo la televisión y la radio- muchos tenían ya una idea de quién era el nuevo Papa. «Lo vi en televisión y me conmovió… por su humildad… Es uno de los nuestros», comentaba Angélica, 30 años, que se había levantado a las 6 de la mañana para llegar a San Pedro.
El Santo Padre ha querido comentar el evangelio del día, los pasajes que narran el episodio de la mujer adultera. «El rostro de Dios es el de un Padre misericordioso que siempre tiene paciencia (…) No se cansa de perdonarnos si sabemos volver a El con el corazón contrito. Grande es la misericordia del Señor». Afirmaciones contundentes por parte del nuevo Papa que él combina con comentarios espontáneos, hechos al margen, llenos de buen humor.
Publicamos a continuación el texto completo de las palabras del Papa: «Hermanos y hermanas, buenos días. ¡Después de la primera reunión del miércoles pasado, hoy de nuevo puedo saludar a todos! ¡Y estoy feliz de hacerlo en domingo, en el día del Señor! Esto es hermoso e importante para nosotros cristianos, reunirnos el domingo, saludarnos, hablarnos como ahora aquí, en la plaza. Una plaza que, gracias a los medios de comunicación, tiene la dimensión del mundo. En este quinto domingo de Cuaresma, el Evangelio nos presenta el episodio de la mujer adúltera, a la que Jesús salvó de la condena a muerte. Nos conmueve la actitud de Jesús: no escuchamos palabras de desprecio, no escuchamos palabras de condena, sino sólo palabras de amor, de misericordia, que invitan a la conversión «Tampoco yo te condeno ¡Vete y ya no vuelvas a pecar!» ¡Oh, hermanos y hermanas, el rostro de Dios es el de un padre misericordioso, que siempre tiene paciencia! ¿Habéis pensado en la paciencia de Dios, la paciencia que tiene con cada uno de nosotros? ¡Eh, esa es su misericordia! Siempre tiene paciencia: tiene paciencia con nosotros, nos comprende, nos espera, no se cansa de perdonarnos si sabemos volver a Él con el corazón contrito. «Grande es la misericordia del Señor.»
Luego continuó: «En estos días, he podido leer un libro de un cardenal -el Cardenal Kasper, un teólogo muy competente, ¿eh?, un buen teólogo- sobre la misericordia. Y me ha hecho mucho bien, ese libro, pero no penséis que hago publicidad que a los libros de mis cardenales, ¿eh? No es así, pero me ha hecho tanto bien, tanto bien… El cardenal Kasper decía que sentir misericordia, esta palabra cambia todo. Es lo mejor que podemos oír: cambia el mundo. Un poco de misericordia hace el mundo menos frío y más justo. Necesitamos entender bien esta misericordia de Dios, este Padre misericordioso, que tiene tanta paciencia… Recordemos el profeta Isaías, que afirma que aunque nuestros pecados fuesen color rojo escarlata, el amor de Dios los convertirá en blancos como la nieve».
A continuación comentó: «¡Es hermoso, lo de la misericordia! Recuerdo, cuando apenas era obispo, en 1992, llegó a Buenos Aires la Virgen de Fátima y se hizo una gran misa para los enfermos. Fui a confesar, a aquella misa. Y casi al final de la misa me levanté porque tenía que administrar una confirmación. Vino hacia mí una mujer anciana, humilde, muy humilde, de más de ochenta años. La miré y le dije: «Abuela – porque allí llamamos así a los ancianos- abuela, ¿se quiere confesar?» «Sí», me dijo. «Pero si usted no ha pecado…» Y ella me dijo: «Todos tenemos pecados»… «Pero el Señor ¿no la perdona?» «El Señor perdona todo» me dijo, segura. «Pero, ¿cómo lo sabe usted, señora?». «Si el Señor no perdonase todo, el mundo no existiría».
Me entraron ganas de preguntarle: «Dígame, señora, usted ha estudiado en la Universidad Gregoriana?», porque esa es la sabiduría que da el Espíritu Santo: sabiduría interior de la misericordia de Dios. No olvidemos esta palabra: ¡Dios nunca se cansa de perdonarnos, nunca!». El Papa, poniéndose en el lugar del sacerdote, ha improvisado un diálogo: «Entonces, padre, ¿cuál es el problema?». «Bueno, el problema es que nosotros nos cansamos de pedir perdón! Pero El nunca se cansa de perdonar; somos nosotros los que , a veces, nos cansamos de pedir perdón. Y no tenemos que cansarnos nunca, nunca. Él es el Padre amoroso que perdona siempre y cuyo corazón está lleno de misericordia para todos nosotros. Tenemos que aprender a ser más misericordiosos con todos. Invoquemos la intercesión de la Virgen María, que ha tenido en sus brazos a la Misericordia de Dios hecho hombre «.
Al final del Ángelus, el Papa ha saludado a las decenas de miles de fieles que llenaban la Plaza de San Pedro: «Gracias por vuestra acogida y vuestra oración – ha dicho- Os pido que recéis por mí. Renuevo mi abrazo a los fieles de Roma y lo extiendo a todos vosotros, que habéis venido de varias partes de Italia y del mundo, así como a aquellos que se unen a nosotros a través de los medios de comunicación. He elegido el nombre del santo patrono de Italia, San Francisco de Asís y esto refuerza mis lazos espirituales con esta tierra, de la que- como sabéis – es originaria mi familia. Pero Jesús nos ha llamado a ser parte de una nueva familia: su iglesia; esta familia de Dios, para caminar juntos por los caminos del Evangelio. ¡Que el Señor os bendiga y la Virgen os proteja! Y no os olvidéis de ésto: El Señor nunca se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón».
Una ovación atronadora acogió las últimas palabras del Papa a la multitud reunida en la Plaza: «Buen domingo y que os aproveche el almuerzo«. Fueron sólo 15 minutos. Un cuarto de hora que, para muchos miles, tuvo un atractivo más fuerte que las otras dos citas que hoy se disputaban en Roma: El maratón de la ciudad, y el Día de Puertas Abiertas del Quirinal.
(RD/Agencias)