El nuevo Juan XXIII. El papa del servicio, de la ternura, de la esperanza. El primer papa jesuita. El primer papa americano. El Papa de los pobres. El Papa Francisco
(Jesús Bastante).- Francisco ya es Papa. Lo era desde el pasado miércoles, pero hoy, fiesta de San José, el «padre» por antonomasia de la Iglesia, el «otro padre», Bergoglio, se ha presentado en la plaza de San Pedro en un jeep abierto, y ha descendido del papamóvil para besar a un discapacitado y bendecir a varios niños.
Los servicios de seguridad se están volviendo locos ante un Papa tan cercano como se prevé Francisco. Un Papa directo y humilde, que volvió a culminar su primera homilía en la plaza de San Pedro pidiendo a todos que «recen por mí»
La atmósfera en la plaza era de absoluta esperanza y alegría. La liturgia, mucho más austera que en otras ocasiones, es otra muestra de la humildad de Francisco, que continúa sin portar más capisayos que los absolutamente imprescindibles. Sus primeras palabras, su primer «programa de Gobierno», han sido sencillas y emocionantes.
Apenas ocho minutos ha hablado Francisco, siendo interrumpido en tres ocasiones por el pueblo: al referirse a «mi venerado predecesor», Benedicto XVI; cuando habló del ejemplo de Francisco de Asís, y pidió «respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos»; y cuando apuntó que « el verdadero poder es el servicio y también el papa debe tener este tipo de poder. Sobre todo el servicio hacia los más débiles».
Ternura, bondad, confianza, comprensión, amor… las virtudes de los seguidores de Jesús, que no son los débiles, sino los que construyen un mundo mejor. Así se lo ha pedido Francisco a los líderes mundiales:
«Quisiera pedir, por favor, a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: seamos «custodios» de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro. Pero, para «custodiar», también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida. Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura».
Francisco utilizó la figura de San José, el padre de Jesús, el gran olvidado, junto a los pobres, por la Iglesia y por la sociedad. Una reivindicación en toda regla de los hombres y mujeres sencillos, los que trabajan humildemente y en silencio por una sociedad y una humanidad nuevas, por una familia humana. Porque todos somos responsables de la construcción del Reino. El Papa también, pero no sólo él:
«Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños»
Apenas ocho minutos para ocuparnos de la esperanza. Unas palabras que no tienen desperdicio. El nuevo Juan XXIII. El papa del servicio, de la ternura, de la esperanza. El primer papa jesuita. El primer papa americano. El Papa de los pobres. El Papa Francisco.