Bergoglio celebró misas en la Iglesia de los Migrantes en el barrio de La Boca y a las puertas de un taller textil clandestino
(Jose Luis Pinilla s.j.)- Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños; eso que Mateo describe en el juicio final sobre la caridad: al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado (cf. Mt 25,31-46). Sólo el que sirve con amor sabe custodiar.
He rescatado esta cita de la homilía del papa el día de San José donde habla de dirigir nuestro afecto y nuestra ternura, entre otros, hacia el forastero…
Desde siempre, muchos pájaros emigran huyendo del frío, año tras año, y nadan las ballenas en busca de otra mar y los salmones y las truchas en busca de sus ríos. Ellos viajan miles de leguas, por los libres caminos del aire y del agua. Como los dineros y los mercados. No son libres, en cambio, los caminos del éxodo humano.
Por eso muchos deberíamos, como el Papa Francisco, desplazarnos a las periferias: «Desplacémonos sin miedo a toda periferia, a todo borde, unidos en la Iglesia, Asamblea unida y sostenida por el Dios de la Vida.» Dijo en la cuaresma del 2007 . De eso quiero hablar.
Me uno así a la gran corriente de estos días a la hora de destacar dimensiones del Papa Francisco. A mí me alegra hacerlo desde mi pasión por los migrantes, «oportunidad y gracia para el fortalecimiento de nuestras comunidades» como les gusta decir a muchos obispos españoles.
Lo primero que he comentado con personas de la misma inquietud es que se trata de un Papa inmigrante de segunda generación (hijo de italianos nacido ya en Argentina), que ahora retorna al país de origen (Italia) pero no por propia voluntad. Así es la vida. La huella emigrante la tiene pues en su «ADN»y desde luego le sale por los poros con un lenguaje y unos signos rotundos y significativos.
Un signo repetido: Eran frecuente sus desplazamientos a la periferia «villera» de Buenos Aire. Celebrando al Dios de la Vida entre tanta muerte y desprecio como allí encontraba. La primera misa que ofreció Bergoglio para los emigrantes y las víctimas de la trata y los que luchan contra la mafia se realizó en la Iglesia de los Migrantes en el barrio de La Boca. Fue en 2008 desde su cargo de cardenal y arzobispo de la Ciudad de Buenos Aires, respaldando el trabajo de todos los que luchan contra la trata con fines de explotación laboral, sexual y la esclavitud en todas sus formas como la exclusión. Y donde advirtió sobre las formas modernas de esclavitud y explotación, al presidir esa emotiva Misa para inmigrantes indocumentados, ‘para los sin papeles» como decimos por aquí.
Aquellos que se agarran a campañas tan hermosas como la que se hace aquí para «Salvar la Hospitalidad» y que se desvive para que nadie sea penalizado por acogerlos. El lema de aquel año en Argentina fue «Con esperanza, denuncia y compromiso por una sociedad sin esclavos ni excluidos«. Bastantes veces más lo ha hecho con motivo del aniversario de la Convención Internacional de los Derechos de los Trabajadores Migrantes.
Y las palabras: «Acá en Buenos Aires, en la gran ciudad, en esta ciudad cada día más avanzada, también hay hermanos nuestros migrantes que los tienen trabajando 20 horas por día, 18 horas por día, les pagan una miseria y un sándwich de mortadela; que aquí también no les importa a estos tratantes modernos que se mueran los chicos: pensemos los que se murieron en Caballito quemados en ese taller clandestino porque estaban enrejados«. Esta misa la celebró en la puerta de un taller textil clandestino donde murieron seis personas.
En el año 2011 subrayó la presencia Jesús entre ellos, «que viene aquí a decir que está con estos hermanos y hermanas nuestros que en esta ciudad viven esclavizados. Ustedes me podrán decir: Pero Padre, usted siempre dice lo mismo… Y sí, mientras en Buenos Aires haya esclavos voy a decir lo mismo! En el colegio nos enseñaron que la esclavitud estaba abolida pero saben qué es eso? Un cuento chino! Porque en esta ciudad la esclavitud no está abolida; en esta ciudad la esclavitud está a la orden del día bajo diversas formas; en esta ciudad se explota a trabajadores en talleres clandestinos y si son inmigrantes se les priva de la posibilidad de salir de ahí… «.
Y en el 2012 se oyó su grito al respecto: «Hoy queremos que se oiga el grito, la pregunta de Dios: ¿Dónde está tu hermano? Que esa pregunta de Dios recorra todos los barrios de la Ciudad, recorra nuestro corazón y sobre todo que entre también en el corazón de los «caínes» modernos. Quizá alguno pregunte:¿Dónde está tu hermano esclavo? El que estás matando todos los días en el taller clandestino, en la red de prostitución, en las ranchadas de los chicos que usas para la mendicidad, como «campana» de distribución de droga..¿Dónde está tu hermano el que tiene que trabajar casi de escondidas de cartonero porque todavía no ha sido regularizado ¿Dónde está tu hermano…? ¿Dónde está tu hermano«.
Creo que estas palabras y gestos invitan a la doble mirada – complementaria- sobre los emigrantes. Por un lado el emigrante, el de los mil rostros que enriquece a la ciudad, a la Iglesia y por otro lado el emigrante en cuanto excluído y en cuanto provocación para nuestra indiferencia y a veces desprecio a los que no son «de los nuestros».
Gestos y palabras de un Papa emigrante que vino «del fin del mundo» que se desvinculó de sus confines bonaerenses para proponer la cuestión de Dios en todos aquellos procesos de encuentro, de amalgama de diversidades y de reconstrucción de las relaciones sociales, que están de hecho en todas partes y a quien le gusta hablar de la Iglesia de puertas abiertas.
Para que entre el arco iris de los mil rostros de Cristo a los que hay que servir, acompañar y defender, en la nueva etapa eclesial: la del Papa «emigrante».