Frente a los que ahora han decidido olvidar a Ratzinger, Bergoglio no pierde ocasión para recordar el magisterio y las lecciones de su antecesor, que en cierto modo procuró la posibilidad de que su sucesor pueda reformar la Curia
(Jesús Bastante).- 86 velas. Por primera vez en la historia, un Papa cumplirá años como Pontífice emérito. Joseph Ratzinger cumple mañana 86 años en la residencia estival de Castel Gandolfo, alejado del mundo como prometió y acompañado de su fiel secretario Gaenswein, y de su hermano Georg, que le acompaña desde hace días. Fuentes vaticanas apuntaron a RD que Francisco llamará personalmente a Raztinger mañana, y que tenía intención de visitarle, algo que, salvo sorpresa de última hora, no sucederá.
Hace ocho años, Joseph Ratzinger cumplía 78 primaveras justo antes de entrar en el Cónclave que acabó eligiéndolo como sucesor de Juan Pablo II al frente de la Iglesia. Ha pasado el tiempo, y la preocupación por la salud del pontífice emérito aumenta. Pese a que el portavoz vaticano, Federico Lombardi, ha negado verosimilitud a las informaciones que apuntaban a un agravamiento severo de la salud del pontífice emérito, lo cierto es que las últimas imágenes de Benedicto XVI, dos semanas después de abandonar el Vaticano, cuando se abrazó al papa Francisco, denotaban una desmejoria evidente.
Pese a su condición de jubilado, y a la espera de que en mayo se traslade al convento en el interior del Vaticano donde acabará sus días, desde todos los rincones del mundo están llegando mensajes de felicitación al papa emérito: muchos recuerdan su compromiso en defensa de los más débiles, de los niños, de las víctimas de la pederastia…
En casi ocho años de Pontificado, Benedicto XVI, de hecho, no sólo hizo 24 viajes al extranjero y unos treinta en Italia (recorriendo alrededor de 160 mil kilómetros), sino, sobre todo, siempre quiso anunciar el Evangelio. Es lo que hizo en sus tres encíclicas: «Deus Caritas est», «Spe Salvi» y «Caritas in Veritate», y en sus tres libros sobre Jesús de Nazaret. Nunca tuvo miedo de apuntar el dedo en contra de la «dictadura del relativismo» y de proponer una fe razonable, dialognado con todos, incluso los no creyentes y ateos.
Siempre estuvo preocupado por la defensa de los más débiles, sin miedo de revelar la plaga de la pederastia y de los abusos cometidos por eclesiásticos. Un amor por la justicia que heredó de su padre, un comisario de la Gendarmería de la baja Baviera. Su madre era una muchacha bávara que antes de casarse había trabajado como cocinera en varios hoteles. Con ellos, y en compañía de su hermano Georg y de su hermana María, el pequeño Joseph (que nació el 16 de abril de 1927) creció aprendiendo a conocer la Biblia. Su juventud estuvo marcada por el drama de la Segunda Guerra Mundial.
Mientras tanto, el mundo, y la Iglesia, parecen haber dado un cambio de 180 grados. La llegada de Francisco, el «nuevo Juan XXIII», ha provocado una oleada de esperanza entre los católicos, que auguran cambios en la estructura y el modo de la institución de enfrentarse a la multitud de retos que se le presentan, y entre los no creyentes, que ven en los gestos y primeras decisiones de Bergoglio un progresivo acercamiento de la Iglesia católica el mundo secularizado del siglo XXI.
Lo que sí parece claro es que Francisco está cambiando la imagen de la Iglesia, sin olvidar que, en buena medida, debe su elección a la histórica decisión de Benedicto XVI, que el pasado 11 de febrero, contra todo pronóstico, presentaba su renuncia al solio pontificio. Frente a los que ahora han decidido olvidar a Ratzinger, Bergoglio no pierde ocasión para recordar el magisterio y las lecciones de su antecesor, que en cierto modo procuró la posibilidad de que su sucesor pueda reformar la Curia, continuar la tarea de limpieza iniciada por el papa alemán y configurar un nuevo modo de entender el ministerio, basado en la humildad y en el servicio.
Francisco felicitará a Benedicto. Y le continuará agradeciendo los servicios prestados y, en la medida de lo posible, los consejos futuros. La reforma de la Curia, la resolución del Vatileaks o la transparencia financiera son algunos de los aspectos en los que el papa emérito podrá aconsejar a Francisco en su titánica tarea de aggiornamento. Dos Papa para un tiempo crucial. Uno de ellos, ya en la sombra, celebra mañana su 86 cumpleaños.