En la parábola del juicio final, se describe la segunda venida del Señor y se advierte que seremos juzgados en la caridad
El Papa Francisco ha pedido a los jóvenes que no entierren los talentos que Dios les ha otorgado y les ha invitado a ponerlos al servicio de los demás, durante su catequesis de este miércoles en la Plaza de San Pedro, en la que ha recordado la parábola de los talentos.
«Dios ha concedido unos dones, que se han de emplear y multiplicar, pues a su regreso preguntará cómo se han utilizado», ha precisado, al tiempo que se ha dirigido a los jóvenes congregados en la Plaza de San Pedro para pedirles: «¡No entierren sus talentos! La vida no se tiene para guardarla para uno mismo, se tiene para entregarla».
«No queremos cristianos dormidos» ha remarcado Francisco en español al finalizar su catequesis en la que ha meditado sobre la parábola de las diez vírgenes en la que el Esposo que las jóvenes esperan con las lámparas de aceite es el Señor. Por ello, ha animado a «ser vigilantes» para no olvidarse de Dios.
Francisco ha apuntado que en la parábola del juicio final «se describe la segunda venida del Señor y se advierte que se juzgará en la caridad, según lo que se ha amado a los demás, especialmente a los más necesitados» y ha insistido en que «no se conoce ni el día ni la hora del regreso de Cristo; lo que se pide es estar preparados para el encuentro, que significa saber ver los signos de su presencia, tener viva la fe con la oración y con los sacramentos».
Precisamente, en un ‘tuit’ publicado este miércoles en su cuenta de Twitter @pontifex, Francisco ha instado a los católicos a mantener viva la fe con la oración y los sacramentos. «Atención: No nos olvidemos de Dios», remarca.
En su saludo a los peregrinos de lengua española, el Papa se ha detenido en particular al grupo de la Arquidiócesis de Córdoba (Argentina), así como en los provenientes de España, Colombia, México y los demás países latinoamericanos y les ha invitado «a vivir este tiempo presente que Dios ofrece con misericordia y paciencia», para aprender cada día a reconocerlo en los pobres.
Siria
El Papa Francisco ha pedido este miércoles ante más de 100.000 fieles reunidos en la Plaza de San Pedro en la audiencia general, por los dos obispos ortodoxos secuestrados el pasado lunes en Siria y ha reclamado para el país, ante los «muchos sufrimientos» del pueblo sirio, «una solución política basada en el diálogo».
De esta forma, el Papa ha recordado su mensaje del pasado Domingo de Resurrección en el que pidió «paz para Iraq para que cese definitivamente toda violencia, y, sobre todo, para la amada Siria, para su población afectada por el conflicto y los tantos refugiados que están esperando ayuda y consuelo». Además, lamentó «la sangre derramada» y preguntó: «¿Cuánto dolor se ha de causar todavía, antes de que se consiga encontrar una solución política a la crisis?».
Ese día, Francisco también reclamó «paz para Oriente Próximo, en particular entre israelíes y palestinos, que tienen dificultades para encontrar el camino de la concordia, para que reanuden las negociaciones con determinación y disponibilidad, con el fin de poner fin a un conflicto que dura ya demasiado tiempo».
(RD/ep)
La noticia en Radio Vaticano
(RV).- En su catequesis del miércoles 24 de abril, ante más de 80 mil peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, el Obispo de Roma reflexionó sobre tres textos del Evangelio que ayudan a entrar en el misterio de una de las verdades que se profesan en el Credo: que Jesús «de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos».
En este marco Francisco expresó que el tiempo de la espera, es el tiempo que Jesús otorga antes de su venida final.
Hablando a los jóvenes les dijo: «¡No entierren sus talentos! La vida no se tiene para guardarla para uno mismo, se tiene para entregarla».
Afirmó que «en la parábola del juicio final, se describe la segunda venida del Señor y se advierte que seremos juzgados en la caridad, según lo que hemos amado a los demás, especialmente a los más necesitados», y que «lo que se pide es estar preparados para el encuentro, que significa saber ver los signos de su presencia, tener viva la fe con la oración y con los sacramentos; se trata de ser vigilantes para no dormirnos, para no olvidarnos de Dios«.
Invitó a todos «a vivir este tiempo presente que Dios nos ofrece con misericordia y paciencia, para que aprendamos cada día a reconocerlo en los pobres».
Siria
Por otra parte, el papa argentino Francisco pidió este miércoles que cese el «baño de sangre» en Siria y volvió a pedir la liberación de los dos obispos ortodoxos secuestrados en ese país durante la audiencia general en la plaza de San Pedro.
«Renuevo el invito para que cese el baño de sangre en Siria y se encuentra una solución rápida a la crisis», dijo el pontífice que reiteró su pedido para que «puedan regresar pronto a casa» los dos obispos ortodoxos secuestrados en Alepo (norte), desmintiendo así informaciones de la víspera sobre su liberación.
Texto completo de las palabras del Papa en español:
Queridos hermanos y hermanas:
Deseo reflexionar sobre tres textos del Evangelio que ayudan a entrar en el misterio de una de las verdades que se profesan en el Credo: que Jesús «de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos». En la parábola de las diez vírgenes, el Esposo que las jóvenes esperan con las lámparas de aceite es el Señor. El tiempo de la espera, es el tiempo que otorga Él antes de su venida final. En la parábola de los talentos, se recuerda que Dios ha concedido unos dones, que se han de emplear y multiplicar, pues a su regreso preguntará cómo se han utilizado. Queridos jóvenes, ¿han pensado en los talentos que Dios les ha dado? ¿Han pensado cómo ponerlos al servicio de los demás? ¡No entierren estos talentos! La vida no se tiene para guardarla para uno mismo, se tiene para entregarla. En la parábola del juicio final, se describe la segunda venida del Señor y se advierte que seremos juzgados en la caridad, según lo que hemos amado a los demás, especialmente a los más necesitados. No se conoce ni el día ni la hora del regreso de Cristo; lo que se pide es estar preparados para el encuentro, que significa saber ver los signos de su presencia, tener viva la fe con la oración y con los sacramentos; se trata de ser vigilantes para no dormirnos, para no olvidarnos de Dios.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular al grupo de la Arquidiócesis de Córdoba, Argentina, así como a los provenientes de España, Colombia, México y los demás países latinoamericanos. Invito a todos a vivir este tiempo presente que Dios nos ofrece con misericordia y paciencia, para que aprendamos cada día a reconocerlo en los pobres. Muchas gracias.
Texto completo de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
en el Credo profesamos que Jesús «de nuevo vendrá con gloria para juzgar a los vivos y a los muertos». La historia humana comienza con la creación del hombre y la mujer a imagen y semejanza de Dios y concluye con el juicio final de Cristo. A menudo nos olvidamos de estos dos polos de la historia, y sobre todo la fe en el regreso de Cristo y en el juicio final a veces no está tan clara y sólida en el corazón de los cristianos. Jesús durante su vida pública, a menudo ha reflexionado sobre la realidad de su venida final.
Sobre todo recordamos que, con la Ascensión, el Hijo de Dios ha llevado al Padre nuestra humanidad que Él asumió y quiere atraernos a todos hacia sí mismo, llamar a todo el mundo para ser recibido en los brazos abiertos de Dios, para que, al final de la historia, toda la realidad sea entregada al Padre. Hay, sin embargo, este «tiempo intermedio» entre la primera venida de Cristo y la última, que es precisamente el momento que estamos viviendo. En este contexto se coloca la parábola de las diez vírgenes (cf. Mt 25,1-13). Se trata de diez muchachas que esperan la llegada del Esposo, pero tarda y ellas se duermen. Ante el repentino anuncio de que el Esposo está llegando, todas se preparan para recibirlo, pero mientras cinco de ellas, prudentes, tienen el aceite para alimentar sus lámparas, las otras, necias, se quedan con las lámparas apagadas, porque no lo tienen, y mientras buscan al Esposo que llega, las vírgenes necias encuentran cerrada la puerta que conduce a la fiesta de bodas. Llaman con insistencia, pero es demasiado tarde, el esposo responde: no os conozco. El Esposo es el Señor, y el tiempo de espera de su llegada es el tiempo que Él se nos da, con misericordia y paciencia, antes de su llegada final, tiempo de la vigilancia; tiempo en que tenemos que mantener encendidas las lámparas de la fe, de la esperanza y de la caridad, donde mantener abierto nuestro corazón a la bondad, a la belleza y a la verdad; tiempo que hay que vivir de acuerdo a Dios, porque no conocemos ni el día, ni la hora del regreso de Cristo. Lo que se nos pide es estar preparados para el encuentro: preparados a un encuentro, a un hermoso encuentro, el encuentro con Jesús, que significa ser capaz de ver los signos de su presencia, mantener viva nuestra fe, con la oración, con los Sacramentos, estar atentos para no caer dormidos, para no olvidarnos de Dios. La vida de los cristianos dormidos es una vida triste, ¿eh?, no es una vida feliz. El cristiano debe ser feliz, la alegría de Jesús… ¡No se duerman!
La segunda parábola, la de los talentos, nos hacen reflexionar sobre la relación entre la forma en que usamos los dones recibidos de Dios y su regreso, cuando nos pedirá cómo los hemos utilizado (cf. Mt 25,14-30). Conocemos bien la historia: antes de salir de viaje, el dueño da a cada siervo algunos talentos para que sean bien utilizados durante su ausencia. Al primero le entrega cinco, dos al segundo y uno al tercero. Durante su ausencia, los dos primeros siervos multiplicar sus talentos – se trata de monedas antiguas, ¿verdad? -, Mientras que el tercero prefiere enterrar su propio talento y entregarlo intacto a su dueño. A su regreso, el dueño juzgar su trabajo: alaba a los dos primeros, mientras que el tercero viene expulsado fuera de la casa, porque ha mantenido oculto por temor el talento, cerrándose sobre sí mismo. Un cristiano que se encierra dentro de sí mismo, que oculta todo lo que el Señor le ha dado… es un cristiano…¡no es un cristiano! ¡Es un cristiano que no agradece a Dios todo lo que le ha dado!
Esto nos dice que la espera del retorno del Señor es el tiempo de la acción. Nosotros somos el tiempo de la acción, tiempo para sacar provecho de los dones de Dios, no para nosotros mismos, sino para Él, para la Iglesia, para los otros, tiempo para tratar siempre de hacer crecer el bien en el mundo. Y sobre todo hoy, en este tiempo de crisis, es importante no encerrarse en sí mismos, enterrando el propio talento, las propias riquezas espirituales, intelectuales, materiales, todo lo que el Señor nos ha dado, sino abrirse, ser solidarios, tener cuidado de los demás. En la plaza, he visto que hay muchos jóvenes. ¿Es verdad esto? ¿Hay muchos jóvenes? ¿Dónde están? A ustedes, que están en el comienzo del camino de la vida, pregunto: ¿Han pensado en los talentos que Dios les ha dado? ¿Han pensado en cómo se pueden poner al servicio de los demás? ¡No entierren los talentos! Apuesten por grandes ideales, los ideales que agrandan el corazón, aquellos ideales de servicio que harán fructíferos sus talentos. La vida no se nos ha dado para que la conservemos celosamente para nosotros mismos, sino que se nos ha dado, para que la donemos. ¡Queridos jóvenes, tengan un corazón grande! ¡No tengan miedo de soñar cosas grandes!
Por último, una palabra sobre el parágrafo del juicio final, donde viene descrita la segunda venida del Señor, cuando Él juzgará a todos los seres humanos, vivos y muertos (cf. Mt 25,31-46). La imagen utilizada por el evangelista es la del pastor que separa las ovejas de las cabras. A la derecha se sitúan los que han actuado de acuerdo a la voluntad de Dios, que han ayudado al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, el enfermo, el encarcelado, el extranjero. Pienso en los muchos extranjeros que hay aquí en la diócesis de Roma. ¿Qué hacemos con ellos? Mientras que a la izquierda están los que no han socorrido al prójimo. Esto nos indica que seremos juzgados por Dios en la caridad, en cómo lo hemos amado en los hermanos, especialmente los más vulnerables y necesitados. Por supuesto, siempre hay que tener en cuenta que somos justificados, que somos salvados por la gracia, por un acto de amor gratuito de Dios que siempre nos precede. Solos no podemos hacer nada. La fe es ante todo un don que hemos recibido, pero para dar fruto, la gracia de Dios siempre requiere de nuestra apertura a Él, de nuestra respuesta libre y concreta. Cristo viene para traernos la misericordia de Dios que salva. Se nos pide que confiemos en Él, de responder al don de su amor con una vida buena, hecha de acciones animadas por la fe y el amor.
Queridos hermanos y hermanas, no tengamos nunca miedo de mirar el juicio final; que ello nos empuje en cambio a vivir mejor el presente. Dios nos ofrece con misericordia y paciencia este tiempo para que aprendamos cada día a reconocerlo en los pobres y en los pequeños, para que nos comprometamos con el bien y estemos vigilantes en la oración y en el amor. Que el Señor, al final de nuestra existencia y de la historia, pueda reconocernos como siervos buenos y fieles. Gracias.