El gran Pablo VI decía que no se puede llevar el Evangelio con cristianos tristes, decepcionados, desanimados. No se puede. Esta actitud un poco fúnebre, ¿eh
(RV).- El Espíritu Santo es «el autor» de la alegría cristiana, y para anunciar el Evangelio es necesario tener en el corazón la alegría que da el Espíritu de Dios. Lo repitió el Papa Francisco durante la Misa de la mañana celebrada en la Domus Santa Marta. Concelebraron con él el cardenal Jozef Tomko, el arzobispo de Faridabad-Delhi, Kuriakose Bharanikulangara, y el de Belo Horizonte, Walmor Oliveira de Azevedo. Entre los participantes en la Misa, un grupo de trabajadores de los Servicios económicos del Vaticano, con el director Sabatino Napolitano, y colaboradores de la Guardia Suiza.
Con cara de funeral no se puede anunciar a Jesús. El Papa Francisco traza una línea de demarcación respecto a una cierta forma de entender la vida cristiana, caracterizada por la tristeza. La reflexión partió las dos lecturas de la misa de hoy. La primera, del profeta Sofonías, recoge la exclamación «¡Alégrate! ¡Grita de alegría, el Señor está en medio de ti!». La segunda, tomada del Evangelio, habla de Isabel y el del niño que «salta de alegría» en su seno al oír las palabras de María – de quien el Papa, como el domingo pasado, subraya la «prisa» con la que acudía en ayuda de su prima. Por tanto, observa el Papa Francisco, «es todo alegría, alegría que es fiesta«. Y sin embargo, prosigue. «nosotros los cristianos no estamos muy acostumbrados a hablar de gozo, de alegría», «creo que muchas veces nos gustan más las lamentaciones». Y sin embargo, «quien nos da la alegriá es el Espíritu Santo»:
«Es precisamente el Espíritu el que nos guía: Él es el autor de la alegría, el Creador de la alegría. Y esta alegría en el Espíritu, nos da la verdadera libertad cristiana. Sin alegría, los cristianos no podemos ser libres, nos hacemos esclavos de nuestras tristezas. El gran Pablo VI decía que no se puede llevar el Evangelio con cristianos tristes, decepcionados, desanimados. No se puede. Esta actitud un poco fúnebre, ¿eh? Muchas veces los cristianos tienen cara más de ir a un funeral que de ir a alabar a Dios, ¿no? Y de esta alegría viene la alabanza, esta alabanza de María, esta alabanza que dice Sofonías, esta alabanza de Simeón, de Ana: ¡la alabanza de Dios!»
¿Y cómo se alaba a Dios? Se le alaba saliendo de nosotros mismos, «gratuitamente, como es gratuita la gracia que Él nos da», explica el Papa Francisco. El mismo invita a un examen de conciencia sobre la manera de rezar a Dios, dirigiendo a los presentes esta pregunta:
«Usted que está aquí en Misa, ¿usted alaba a Dios o sólo le pide o le da gracias? ¿Pero alaba a Dios? Es algo nuevo, nuevo en nuestra vida espiritual. Alabar a Dios, salir de nosotros mismos para alabar; perder tiempo alabando. ‘¡Esta Misa, qué larga se ha hecho!’. Si no alabas a Dios, no conoces esa gratuidad de perder el tiempo alabando a Dios, la Misa es larga. Pero si tienes esta actitud de alegría, de alabanza a Dios, ¡eso es hermoso! La eternidad será eso: ¡alabar a Dios! Y no será aburrido: ¡será bellísimo! Esta alegría nos hace libres».
El modelo de esta alabanza y de esta alegría es de nuevo la Madre de Jesús. «La Iglesia – recuerda el Papa Francisco – la llama «causa de nuestra alegría», Causa Nostrae Letitiae. ¿Por qué? Porque trae la alegría más grande, que es Jesús»:
«Debemos rezar a la Virgen, para que al traer a Jesús nos de la gracia de la alegría, la libertad de la alegría. Que nos de la gracia de alabar, de alabar con una oración de alabanza gratuita, de alabanza, porque Él es digno de alabanza siempre. Rezar a la Virgen y decirle como dice la Iglesia: Veni, Precelsa Domina, Maria, tu nos visita, ¡Señora, tu que eres tan grande, visítanos y danos la alegría!».