"Por el bien de la Iglesia", dicen algunos, curiosamente siempre los de arriba, los que no quieren bajarse del carro y se atrincheran en sus palacios y sus coches oficiales
(Jesús Bastante).- «Me lo dijo Dios«. Esta es la única respuesta que pueden sacar a Benedicto XVI los íntimos que le visitan en el Mater Ecclesiae, el pequeño monasterio en el interior del Vaticano donde se ha recluido tras su renuncia. ¿Por qué decidió dejar el Papado? «Me lo dijo Dios».
Desde que el domingo Zenit publicara la noticia -y RD la rebotara-, las reacciones se han sucedido. No son pocos, nostálgicos, que todavía culpan a Ratzinger de «haberse bajado de la Cruz«, de abandonar su misión, de contribuir al «caos» que, en su opinión, está trayendo el «párroco argentino» (sic).
Sin embargo, detrás de las palabras de Ratzinger, en mi opinión, se esconde una profunda humildad. Una gran lección, que ya apuntara el papa emérito en sus últimos días, después de anunciar su renuncia y antes de hacerla oficial, y que Francisco ha hecho suya (y, de hecho, supone una de las auténticas revoluciones del presente y el futuro de nuestra Iglesia): El verdadero poder está en el servicio.
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