"Hoy, madre, dónanos tu mirada" Digámoslo todos juntos: "Madre, dános tu mirada"
(José Manuel Vidal).- Y de la slágrimas compartidas con los obreros en paro y los campesinos sin futuro a las lágrimas ante Nuestra Señora de Bonaria en su santuario. Francisco, el hijo de emigrantes italianos, regresa a los pies de la Virgen de Buenos Aires. Y le implora: «Madre, dános tu mirada». Y denuncia que «cerdeña sufre desde hace tiempo la pobreza», con la esperanza de que «Dios no nos abandona», si «llamamos a la puerta de su corazón».
El Papa llega al santuario todavía emocionado por el encuentro con los trabajadores sin trabajo, ante los que desnudó su corazón en un precioso discurso improvisado. Y es acogido por los mercedarios que cuidan el templo. Una niña le ofrece un ramo de flores. Y saluda a las autoridades allí presentes. Y allí recibe el saludo de las autoridades. Primero el presidente de Cerdeña, Capellacci. «Le pedimos su intercesión y le ofrecemos un símbolo de nuestra tierra, los zapatos utilizados por nuestros pastores».
Tras el saludo del alcalde y sus palabras emocionadas, el Papa mantiene con él un rato de conversación y entra en la basílica de Bonaria, tras besar el Cristo. Y se dirige directamente a saludar a los enfermos en camillas y en sillas de ruedas. Se acerca, habla con cada uno y los besa con amor y profunda emoción.
Se dirige a la sacristía, pero ve más enfermos y rompe, de nuevo, el protocolo, para acercacercarse y bendecirlos. No se cansa de consolar a los enfermos.
Sale revestido y se dirige al altar, colocado en una enorme explanada, abarrotada de gente, desde la que también se ve el mar al fondo. Un altar profundamente sobrio y austero, sin pompa ni vanidades. Presidido por un Cristo y la Virgen de Bonaria.
Entre la gente, banderas y pancartas: «Cerdeña con el Papa Francisco» o «Cerdeña quiero a Francesco».
Procesión de entrada y homilía
La procesión de entrada, mientras el coro entona una bella Avemaría sarda.
Y, en la homilía, entre otras cosas dijo:
«Hoy se cumple mi deseo de poder visitar el santuario de Nuestra Señora de Bonaria».
«He venido para compartir con vosotros alegrías y esperanzas, problemas y dificultades y confirmaros en la fe».
«Pienso especialmente en la falta de trabajo, en la precariedad y en la incertidumbre del futuro».
«Cerdeña sufre desde hace tiempo situaciones de pobreza»
«Asegurar el derecho al trabajo, a llevar el pan a casa, pan ganado con el trabajo».
«Me siento muy cercano a vosotros»
«Mantened siempre encendida la luz de la esperanza».
«He venido a ponerme a los pies de la Madonna»
«Aquí traéis incluso el dolor de los que han tenido que irse lejos, para buscar trabajo»
«Que María nos sea siempre cercana»
«No nos cansemos de llamar a la puerta de Dios: llamar a la puerta del corazón de Dios».
«María nos enseña que Dios no nos abandona. Llamemos a la puerta del corazón de Dios»
«Necesitamos la mirada de ternura de María, de su mirada llena de compasión».
«Hoy, madre, dónanos tu mirada»
Digámoslo todos juntos: «Madre, dános tu mirada»
«Mirémenos también nosotros de una forma más fraterna»
«Que nos nos roben la mirada de María, que nos da fuerza y nos hace solidarios»
Y termina con una frase en sardo: «Madre, danos tu mirada».
Texto completo de la homilía del Santo Padre:
Sa paghe ‘e Nostru Segnore siat sempre chin bois Que la Paz de Nuestro Señor esté siempre con ustedes
Hoy se realiza aquel deseo que había anunciado en la Plaza de San Pedro, antes del verano, de poder visitar el Santuario de Nuestra Señora del Bonaria.
Vine para compartir con ustedes, gozo y esperanza, fatigas y compromisos, ideales y aspiraciones de su isla, y para confirmarlos en la fe. También aquí en Cágliari, como en toda Cerdeña, no faltan dificultades, problemas y preocupaciones, y son tantos: pienso, en particular, en la falta de trabajo y en la precariedad del mismo, y por lo tanto en la incertidumbre del futuro. Cerdeña, su bella región, sufre desde hace mucho tiempo, muchas situaciones de pobreza, acentuadas también por su condición insular. Es necesaria la colaboración leal de parte de todos, con el compromiso de los responsables de las instituciones, también de la Iglesia, para asegurar a las personas y familias los derechos fundamentales y hacer crecer una sociedad más fraterna y solidaria. Asegurar el derecho al trabajo, el derecho a llevar el pan a la casa. Pan ganado con el trabajo. Les estoy muy cercano, los recuerdo en la oración y los aliento a perseverar en el testimonio de los valores, humanos y cristianos, tan profundamente arraigados en la fe y en la historia de este territorio y de su población. «Mantengan siempre encendida la luz de la esperanza».
He venido en medio de ustedes para ponerme con ustedes a los pies de la Virgen que nos da a su Hijo. Se bien que María, Nuestra Madre, está en sus corazones, como testimonia este Santuario, donde muchas generaciones de sardos han subido – ¡y continuarán subiendo! – para invocar la protección de la Virgen de «Bonaria», Patrona Máxima de la isla. Aquí ustedes traen las alegrías y sufrimientos de esta tierra, de sus familias, y también de aquellos hijos que viven lejos, que muchas veces partieron con gran dolor y nostalgia para buscar un trabajo y un futuro para ellos y para sus seres queridos. Hoy, todos nosotros aquí reunidos, queremos agradecer a María, porque nos está siempre cercana, queremos renovarle a ella nuestra confianza y nuestro amor.
La Primera Lectura que hemos escuchado nos muestra a María en oración en el Cenáculo, junto a los Apóstoles, en espera de la efusión del Espíritu Santo (Cfr. Hc 1, 12-14). María reza, reza junto a la Comunidad de los Discípulos y nos enseña a tener plena confianza en Dios, en su misericordia. ¡La potencia de la Oración! No nos cansemos de llamar a la puerta de Dios. ¡Llevemos al corazón de Dios a través de María, toda nuestra vida, cada día!
En cambio, en el Evangelio, acogemos sobre todo la última mirada de Jesús hacia su Madre. Desde la cruz, Jesús mira a su Madre y a ella le confía el Apóstol Juan, diciendo: «Éste es tu Hijo». En Juan estamos todos, también nosotros, y la mirada de Amor de Jesús nos confía a la custodia materna de la Madre. María habrá recordado otra mirada de Amor, cuando era una jovencita: la mirada de Dios Padre, que había mirado su humildad, su pequeñez. María nos enseña que Dios no nos abandona, puede hacer grandes cosas también con nuestra debilidad. ¡Tengamos confianza en Él! Llamemos a la puerta de su corazón.
Y el tercer pensamiento: hoy he venido en medio de ustedes, es más, hemos venido todos juntos para encontrar la mirada de María, porque allí está el reflejo de la mirada del Padre que la hace Madre de Dios, y la mirada del Hijo desde la cruz, que la hace Madre nuestra. Y con aquella mirada hoy María nos mira. Tenemos necesidad de su mirada de ternura, de su mirada materna que nos conoce mejor que cualquier otro, de su mirada llena de compasión y de cuidado. María, hoy queremos decirte: ¡Madre, danos tu mirada! Tu mirada nos lleva a Dios, tu mirada es un don del Padre bueno, que nos espera en cada encrucijada de nuestro camino. Es un don de Jesucristo en la cruz, que carga sobre sí nuestros sufrimientos, nuestras fatigas, nuestros pecados. Y para encontrar este Padre, lleno de amor, hoy le decimos: ¡Madre, danos tu mirada! Lo decimos todos juntos: ¡Madre, danos tu mirada!
En el camino, muchas veces difícil, no estamos solos, somos tantos, somos un pueblo, y la mirada de la Virgen, nos ayuda a mirarnos entre nosotros de modo fraterno. ¡Mirémonos de un modo más fraterno! María nos enseña a tener esa mirada que busca acoger, acompañar, proteger. ¡Aprendamos a mirarnos, los unos a los otros, bajo la mirada materna de María! Hay personas que instintivamente no tenemos en cuenta, y que sin embargo tienen más necesidad: Los más abandonados, los enfermos, aquellos que no tienen de qué vivir, aquellos que no conocen a Jesús, los jóvenes que están en dificultad, que no tienen trabajo. No tengamos miedo de salir y mirar a nuestros hermanos y hermanas con la mirada de la Virgen. Ella nos invita a ser verdaderos hermanos. Y no permitamos que alguna cosa o alguno se interponga entre nosotros y la mirada de la Virgen. ¡Madre, danos tu mirada! ¡Que ninguno nos esconda tu mirada! Nuestro corazón de hijos sepa defenderla de tantas palabras que prometen ilusiones; de aquellos que tienen una mirada ávida de vida fácil, de promesas que no se pueden cumplir. Que no nos roben la mirada de María, que está llena de ternura. Que nos da fuerza, que nos hace solidarios entre nosotros. Digamos todos: ¡Madre, danos tu mirada!
Nostra Segnora ‘e Bonaria bos acumpanzet sempre in sa vida. ¡Madre, danos tu mirada! Que Nuestra Señora de Bonaria los acompañe siempre en sus vidas.