Si un catequista se dejar llevar por el miedo, es un cobarde; si un catequista se queda tranquilo terminar por ser una estatua de museo; si un catequista es rígido ser vuelve reseco y estéril
El papa Francisco exhortó este viernes a los catequistas de todo el mundo reunidos en el Vaticano a «ser creativos» y a «saber cambiar» para predicar la religión católica. «La creatividad es la columna vertebral del catequista», aseguró en un discurso, en parte improvisado, pronunciado ante unos 1600 catequistas provenientes de 50 países, reunidos en la sala Pablo VI.
A los que catequizan la religión invitó a arriesgarse a involucrarse con «las periferias» físicas y mentales y recordó que «Dios nunca es rígido», ya que solo las «estatuas son para los museos y ya tenemos muchas».
«Cuando pensamos ir a las periferias extremas, tal vez probemos algo de miedo, pero Jesús nos espera en el corazón de ese hermano, en su carne herida, en su vida oprimida, en su alma sin fe», dijo el papa argentino.
«En Buenos Aires hay muchos niños que no saben persignarse, eso es una periferia», clamó.
El papa los invitó a «salir de los esquemas para seguir a Dios» y a dejar de «encerrarse en grupos, en movimientos y parroquias».
«Se quedan como encerrados en cuartos y la humedad los invade, los enferma«, comentó Francisco, que celebrará la misa solemne el domingo en la plaza de San Pedro ante los catequistas.
Antes de comenzar su discurso, Francisco ha caminado por el pasillo central y ha pasado saludado a los que allí se encontraban. Los catequistas han acogido al papa con gran entusiasmo mientras le pedían su bendición y algunos le hacían regalos.
Monseñor Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, ha dirigido unas palabras al inicio del encuentro, en las que ha recordado que ésta es «una ocasión para retomar con entusiasmo un camino de compromiso común».
El santo padre ha comenzado recordando que la catequesis es un pilar para la educación de la fe, que no es un trabajo tanto pero que ayudar a los niños, jóvenes y adultos a conocer a amar cada vez más al Señor es una de las aventuras educativas más bellas. Del mismo modo ha subrayado que no es lo mismo «ser» catequista que «trabajar» como catequista, ya que el ser catequista es un vocación.
Citando a Benedicto XVI ha recordado que la Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción y lo que atrae es el testimonio. Así mismo ha mencionado las palabras de san Francisco de Así cuando decía «predicad siempre el Evangelio y si fuera necesario también con las palabras».
Y ser catequista requiere amor, amor cada vez más fuerte a Cristo y amor a su pueblo santo y este amor – ha señalado – necesariamente viene de Cristo. Por eso les ha preguntado qué significa este venir de Cristo para un catequista. Lo ha explicado, ha dicho el papa «como hacían los viejos jesuitas»: en tres puntos.
En primer lugar recomenzar desde Cristo significa tener familiaridad con Él, y añade que «si estamos unidos a Él podemos llevar fruto, y esta es la familiaridad con Cristo». Y así ha señalado que tener un «título de catequista» no sirve, es solo un pequeño camino, porque «no es un título, es una actitud». Así, ha preguntado a los catequistas cómo están en la presencia del Señor, qué hacen y si se dejan mirar por Él. Dejarse mirar por Cristo, ha señalado el santo padre, es una forma de rezar y «esto calienta el corazón, tiene acceso al fuego de la amistad, te hace sentir que Él verdaderamente te mira, te está cerca y te quiere».
También ha reconocido que entiende que no es sencillo «especialmente para quien está casado y tiene hijos, es difícil encontrar un tiempo largo de calma. Pero, gracias a Dios, no es necesario hacer todo de la misma forma; en la Iglesia hay variedad de vocaciones y variedad de formas espirituales; lo importante es encontrar el modo adecuado para estar con el Señor; y esto se puede, es posible en cada estado de vida.»
El segundo elemento que ha dado ha sido que recomenzar de Cristo significa «imitarlo en el salir de sí e ir al encuentro con el otro». Una experiencia, ha explicado el papa, un poco paradójica. Y esto es «porque ¡quien pone al centro de la propia vida a Cristo se descentra! Más te unes a Jesús y Él se convierte en el centro de tu vida, más Él te hace salir de ti mismo, te descentra y te abre a los otros». Francisco ha explicado esta idea diciendo que el corazón del catequista vive siempre este movimiento de ‘sístole – diástole’: unión con Jesús y encuentro con los otros. Y ha hablado del kerigma, que es un don que el catequista recibe y un don que lo da.
Y en tercer lugar, «recomenzar desde Cristo significa no tener miedo de ir con Él a las periferias. Aquí el papa ha hablado de la historia de Jonás, un hombre pío que cuando el Señor lo llama para predicar en Nínive no se ve capaz, «Nínive está fuera de sus esquemas, está en la periferia de su mundo». Con este ejemplo el papa ha hablado de no tener miedo de salir de nuestros esquemas para seguir a Cristo, «porque Dios no tiene miedo de las periferias». Y ha añadido que Dios es siempre fiel, creativo, no es cerrado ni rígido, nos acoge, nos viene al encuentro, nos comprende.
También ha destacado la creatividad del catequista como una columna de su labor. «Si un catequista se dejar llevar por el miedo, es un cobarde; si un catequista se queda tranquilo terminar por ser una estatua de museo; si un catequista es rígido ser vuelve reseco y estéril » ha advertido Francisco a los presentes.
Y del mismo modo, ha recordado que «prefiere una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma». Y en esta labor, «nuestra belleza y nuestra fuerza» es que » si salimos a llevar su Evangelio con amor «Él camina con nosotros» y «nos primerea» siempre. El santo padre ha subrayado que Dios siempre nos precede y que si tenemos miedo de ir a una periferia, en realidad Él ya está allí.
Al finalizar, el obispo de Roma ha dado las gracias a los catequistas y les ha invitado a permanecer con Cristo, ser una sola cosa con Él, seguirlo e imitarlo. (Agencias/Zenit)
Discurso del Papa Francisco
Queridos catequistas, ¡buenas tardes!
Me alegra que en el Año de la fe se lleve a cabo para ustedes este encuentro: la catequesis es una columna para la educación de la fe, y ¡se necesitan buenos catequistas! Gracias por este servicio a la Iglesia y en la Iglesia. También a veces puede ser difícil, se trabaja tanto, se empeña y no se ven los resultados deseados, ¡educar en la fe es bello! Es quizás la mejor herencia que podemos dar: ¡la fe! Educar en la fe, para que esta crezca. Ayudar a los niños, a los muchachos, a los jóvenes, a los adultos a conocer y a amar cada vez más al Señor, es una de las aventuras educativas más bellas, ¡se construye la Iglesia! ¡»Ser» catequistas! No trabajar como catequistas, ¡eh! ¡Eso no sirve! Yo trabajo como catequista porque me gusta enseñar… pero tú no eres catequista, ¡no sirve! ¡No serás fecundo! ¡No serás fecunda! Catequista es una vocación: «ser catequista», esa es la vocación; no trabajar como catequista. Entiendan bien, no he dicho «hacer» el catequista, sino «serlo», porque envuelve la vida. Se guía al encuentro con Jesús con las palabras y con la vida, con el testimonio. Recuerden aquello que Benedicto XVI nos ha dicho: «la Iglesia no crece por proselitismo. Crece por atracción». Y eso que atrae es el testimonio. Ser catequista significa dar testimonio de la fe; ser coherente con la propia vida. Y esto no es fácil. ¡No es fácil! Nosotros ayudamos, nosotros guiamos hacia el encuentro con Jesús con las palabras y con la vida, con el testimonio. Me gusta recordar aquello que San Francisco de Asís decía a sus frailes: «prediquen siempre el Evangelio y si fuese necesario también con las palabras». Pero antes el testimonio: que la gente vea en sus vidas el Evangelio, pueda leer el Evangelio. Y «ser» catequistas requiere amor, amor a Cristo cada vez más fuerte, amor a su pueblo santo. Y este amor no se compra en las tiendas; no se compra ni siquiera aquí en Roma. ¡Este amor viene de Cristo! ¡Es un regalo de Cristo! ¡Es un regalo de Cristo! Y si viene de Cristo parte de Cristo y nosotros debemos volver a partir desde Cristo, de este amor que no da. Para un catequista, para ustedes, también para mí, porque también yo soy catequista ¿qué cosa significa este volver a partir de Cristo? ¿Qué cosa significa?
1.- Ante todo hablare de tres cosas: uno, dos, tres, como hacían los viejos jesuitas… ¡uno, dos y tres! Antes que nada volver a partir desde Cristo significa tener familiaridad con Él. Tener esta familiaridad con Jesús. Jesús lo recomienda con insistencia a los discípulos en la Última Cena, cuando se disponen a vivir con Él el don más alto de amor, el sacrificio de la Cruz. Jesús utiliza la imagen de la vid y de los sarmientos y dice: permanezcan en mi amor, permanezcan unidos a mí, como el sarmiento está unido a la vid. Si estamos unidos a Él podemos dar fruto, y ésta es la familiaridad con Cristo. ¡Permanecer en Jesús! Es un permanecer apegado a Él, dentro de Él, con Él, hablando con Él: pero, permanecer en Jesús.
La primera cosa, para un discípulo, es estar con el Maestro, escucharlo, aprender de Él. Y esto vale siempre, ¡es un camino que dura toda la vida, eh! Recuerdo, tantas veces en la diócesis, en la otra diócesis que tenía antes, de haber visto al final de los cursos en el seminario catequístico, a los catequistas que salían: «!tengo el título de catequista!». Eso no sirve, no tienes nada: ¡has hecho un camino pequeñito, eh! ¿Quién te ayudará? ¡Esto vale siempre! No es un título, es una actitud: ¡estar con Él y dura toda la vida! Es un estar en presencia del Señor, dejarse mirar por Él. Yo les pregunto: «¿cómo están ustedes en presencia del Señor?» Cuando vas al Señor, miras el Tabernáculo, ¿qué cosa haces? Sin palabras… «Pero yo digo, digo, pienso, medito, siento…» ¡Muy bien! ¿Pero tú te dejas mirar por el Señor? ¡Dejarse mirar por el Señor! El nos mira y esta es una forma de rezar. ¿Te dejas mirar por el Señor? «pero ¿cómo se hace?». Mira el Tabernáculo y déjate mirar… ¡Es simple! «Es un poco aburrido, me duermo…». ¡Duérmete! ¡Duérmete! Él te mirará lo mismo. Él te mirará lo mismo. ¡Pero estate seguro que Él te mira! Y esto es más importante que el título de catequista: es parte del ser catequista. Esto enardece el corazón, tiene encendido el fuego de la amistad con el Señor, te hace sentir que Él te mira verdaderamente, te es cercano y te quiere. En una de las salidas que he hecho, aquí en Roma, en una misa, se me acerco un señor, relativamente joven, y me dijo: «Padre, un gusto conocerlo. ¡Pero yo no creo en nada! ¡No tengo el don de la fe!». Entendía que era un don… «¡No tengo el don de la fe! ¿Usted qué cosa me dice?». «¡No te desconsueles. Él te quiere. Déjate mirar por Él! Nada más». Y esto se los digo a ustedes. ¡Déjense mirar por el Señor! Entiendo que para ustedes no es tan fácil: especialmente para quien está casado y tiene hijos, es difícil encontrar un largo tiempo de calma. Pero, gracias a Dios, no es necesario, no es necesario que todos lo hagan de la misma manera, en la Iglesia hay variedad de vocaciones y variedad de formas espirituales; lo importante es encontrar la manera adecuada para estar con el Señor; y esto se puede, es posible en todo estado de vida. En este momento cada uno puede preguntarse: ¿cómo vivo yo este «estar» con Jesús? Esta es una pregunta que les dejo: «¿cómo vivo yo este estar con Jesús? ¿Este permanecer en Jesús?» ¿Tengo momentos en los que permanezco en su presencia, en silencio, me dejo mirar por Él? ¿Dejo que su fuego enardezca mi corazón? Si en nuestro corazón no existe el calor de Dios, de su amor, de su ternura, ¿cómo podemos nosotros, pobres pecadores, enardecer el corazón de los demás? ¡Piensen en esto, eh!
2. El segundo elemento es éste. Segundo: volver a partir de Cristo significa imitarlo en el salir de sí mismo e ir al encuentro del otro. Ésta es una experiencia hermosa, y un poco paradójica. ¿Por qué? Porque nos coloca al centro de la propia vida ¡Cristo se descentraliza! Mientras más te unes a Jesús y Él se vuelve el centro de tu vida, más Él te hace salir de ti mismo, te descentraliza y te abre a los otros. Este es el verdadero dinamismo de amor, ¡éste es el movimiento de Dios mismo! Dios es el centro, pero es siempre don de sí mismo, relación, vid que se comunica… Así nos transformamos si permanecemos unidos a Cristo, Él nos hace entrar en este dinamismo del amor. Pero siempre es don de si, relación, vida que se comunica. Así también nosotros no convertimos, si permanecemos unidos a Cristo, Él nos hace entrar en este dinamismo del amor. Donde hay verdadera vida en Cristo, hay apertura hacia el otro, hay salida de sí para ir al encuentro del otro en el nombre de Cristo. Y este es el trabajo del catequista: salir continuamente de sí por amor, para testimoniar a Jesús y hablar de Jesús, predicar a Jesús. Pero esto es importante porque lo hace el Señor: es precisamente el Señor que nos empuja a salir. El corazón del catequista vive siempre este movimiento de «sístole – diástole»: unión con Jesús – encuentro con el otro. Son las dos cosas: yo me uno a Jesús y salgo al encuentro con los demás. Si falta uno de estos dos movimientos el corazón no late más, no puede vivir. Recibe como don el kerigma, y a su vez lo ofrece como don. Esta palabrita: don. El catequista es consciente que ha recibido un don, el don de la fe, y lo da como don a los otros. Y esto es hermoso… y por esto no se saca un porcentaje, ¿eh? ¡Todo lo que recibe lo, da! ¡Esto no es un negocio! ¡No es un negocio! Es don puro: don recibido y don transmitido. Y el catequista está allí, en este cruce de dones. Es así en la naturaleza misma del kerigma: es un don que genera misión, que empuja siempre más allá de nosotros mismos. San Pablo decía: «El amor de Cristo nos empuja», pero aquel «nos empuja» se puede traducir también «nos posee». Y así: el amor te atrae y te envía, te toma y te dona a los demás. En esta tensión se mueve el corazón del cristiano, en particular el corazón del catequista. Preguntémonos todos: ¿es así que late mi corazón de catequista: unión con Jesús y encuentro con el otro? ¿Con este movimiento de «sístole y diástole»? Se alimenta en la relación con Él, pero ¿para llevarlo a los demás y no para retenerlo? Les digo una cosa: no entiendo como un catequista pueda quedarse quieto, sin este movimiento. ¡No entiendo!
3. Y el tercer elemento -tres- se encuentra siempre en esta línea: volver a partir de Cristo significa no tener miedo de ir con Él a las periferias. Aquí me viene a la mente la historia de Jonás, una figura verdaderamente interesante, especialmente en nuestros tiempos de cambios y de incertidumbres. Jonás es un hombre pío, con una vida tranquila y ordenada, esto lo lleva a tener sus esquemas bien claros y a juzgar todo y a todos con estos esquemas, de manera rígida. Tiene todo claro, la verdad es esta… ¡Es rígido!
Por eso cuando el Señor lo llama y le dice ir a predicar a Nínive, la gran ciudad pagana, Jonás se siente capaz. «¡Ir allá! ¡Pero si yo tengo toda la verdad aquí! No se siente capaz… Nínive está fuera de sus esquemas, está en la periferia de su mundo. Y entonces escapa, huye, se va a España, se embarca en una nave que va por esos lados. ¡Vuelvan a leer el Libro de Jonás! Es breve, pero es una parábola muy instructiva, especialmente para nosotros que estamos en la Iglesia.
¿Qué cosa nos enseña? Nos enseña a no tener miedo de salir de nuestros esquemas para seguir a Dios, porque Dios va siempre más allá. Pero ¿saben una cosa? ¡Dios no tiene miedo! ¿Sabían esto ustedes? ¡No tiene miedo! ¡Esta siempre más allá de nuestros esquemas! Dios no tiene miedo de las periferias. Por eso, si ustedes van a las periferias lo encontraran allí. Dios es siempre fiel, es creativo. Pero por favor, no se entiende un catequista que no sea creativo. Y la creatividad es como la columna del ser catequista. Dios es creativo, no es cerrado, y por esto jamás es rígido, ¡Dios no es rígido! Nos acoge, nos viene al encuentro, nos comprende. Para ser fieles, para ser creativos, es necesario saber cambiar. Saber cambiar. ¿Y por qué debo cambiar? Es para adecuarme a las circunstancias en las que debo anunciar el Evangelio. Para permanecer con Dios en necesario saber salir, no tener miedo de salir. Si un catequista se deja llevar por el miedo, es un cobarde; si un catequista se está ahí tranquilo termina por ser una estatua de museo: ¡y tenemos tantas eh! ¡Tenemos tantas!¡Por favor, ninguna estatua de museo! Si un catequista es rígido se vuelve acartonado y estéril. Les pregunto: ¿alguno de ustedes quiere ser cobarde, estatua de museo o estéril? ¿Alguno lo quiere? (catequistas ¡No!) ¿No? ¿seguro? ¡Bien! Pero lo que les diré ahora lo he dicho tantas veces. Pero me viene del corazón decirlo. Cuando nosotros cristianos estamos cerrados en nuestro grupo, en nuestro movimiento, en nuestra parroquia, en nuestro ambiente, permanecemos cerrados y nos pasa lo que le pasa a todo aquel que es cerrado: cuando una habitación está cerrada empieza el olor de humedad… y si una persona está encerrada en ese cuarto , ¡se enferma! Cuando un cristiano esta cerrado en su grupo, en su parroquia, en su movimiento está cerrado, se enferma. Si un cristiano sale por las calles en las periferias, puede pasarle aquello que sucede a cualquier persona que va por la calle: un accidente… Tantas veces hemos visto accidentes… pero les digo: ¡prefiero mil veces una iglesia accidentada y no una iglesia enferma! ¡Una iglesia, un catequista que tenga el valor de arriesgar para salir y no un catequista que sabe todo, pero cerrado siempre y enfermo. Y a veces enfermo de la cabeza…
Pero ¡atención! Jesús no dice: vayan, arréglenselas. ¡No! ¡No dice eso! Jesús dice: ¡vayan, estoy con ustedes! Ésta es nuestra belleza y nuestra fuerza: si nosotros vamos, si nosotros salimos a llevar su Evangelio con amor, con verdadero espíritu apostólico, con parresia, Él camina con nosotros, nos precede, nos «primerea». ¡El Señor siempre nos primerea! Ya han aprendido el sentido de esta palabra. ¡Y esto lo dice la Biblia eh! No lo digo yo. La Biblia dice, el Señor dice en la Biblia: «yo soy como la flor del almendro». ¿Por qué? Porque es la primera flor que florece en la primavera. Él es siempre «primero». ¡Él es primero! Esto es fundamental para nosotros: ¡Dios siempre nos precede! Cuando pensamos ir lejos, en una periferia extrema, y quizás tenemos un poco de temor, en realidad Él ya está allá: Jesús nos espera en el corazón de aquel hermano, en su carne herida, en su vida oprimida, en su alma sin fe. Pero ustedes saben, una de las periferias que me hace tanto mal, que siento dolor -lo vi en la diócesis que tenía antes-, es aquella de los niños que no saben hacerse la señal de la cruz. En Buenos Aires hay tantos niños que no saben hacerse el signo de la cruz. Esta es una periferia ¡eh! Se necesita ir ahí. Y Jesús está allí, te espera para ayudar a ese niño a hacerse el signo de la cruz. Él nos precede siempre.
Queridos catequistas, los tres puntos terminaron… ¡siempre volver a partir de Cristo! Les digo gracias por aquello que hacen, pero sobre todo porque están en la Iglesia, en el Pueblo de Dios en camino. Permanezcamos con Cristo, permanecer en Cristo, busquemos cada vez más de ser una cosa sola con Él; sigámoslo, imitémoslo en su movimiento de amor, en su ir al encuentro del hombre; y salgamos, abramos las puertas, tengamos la audacia de trazar nuevas vías para el anuncio del Evangelio. Que el Señor los bendiga y la Virgen los acompañe. ¡Gracias!