"Concluimos el año del Señor 2013: Le damos gracias a Dios y, además, le pedimos perdón"
(José M. Vidal).- Celebración solemne de Vísperas y Te Deum del Papa Francisco en la Basílica de San Pedro. El obispo de Roma centró su homilía en la ciudad de Roma, siempre bella y llena de turistas, pero también de refugiados y de parados. Además, implicó a la Iglesia en la tarea de hacer que roma sea una ciudad mejor el próximo año, como «instrumento de misericordia de Dios».
Tras las Vísperas, la exposición del Santísimo, el Te Deum y la bendición del Papa con el Santísimo.
Al término de la celebración el Obispo de Roma fue a la Plaza de San Pedro para detenerse en oración ante el Pesebre y saludar a los numerosos fieles y peregrinos allí reunidos.
Tras los actos litúrgicos, Francisco en el papamóvil, se dirigió al centro de la Plaza de San pedro, para detenerse en el pesebre allí instalado. Y rezar ante el portal. Y tras la oración, se acerca a la gente y estrecha las manos y acaricia a todos, sin cansarse.
Homilía del Papa: Extractos
«Con Jesús ha venido la plenitud del tiempo»
«Estamos en la última hora»
«La visión cristiana del tiempo no es cíclica, sino lineal: un camino que va hacia su cumplimiento»
«Una meta de esperanza y de felicidad, porque encontraremos a Dios, razón de nuestra esperanza y fuente de nuestra alegría»
«Llega al final el año 2013»
«Ofrezcámosle todo lo vivido al Señor y preguntémonos cómo hemos vivido el tiempo que nos ha dado»
«¿Hemos sabido entregárselo a los demás?»
«Nosotros ciudadanos romanos, pensemos en esta ciudad de Roma: ¿que pasó este año, que está pasando y que pasará?»
«La vida en esta ciudad depende de todos nosotros»
«¿Hemos contribuido a hacerla más vivible y acogedora?»
«El rostro de una ciudad es como un mosaico»
«El que está investido de autoridad tiene mayor responsablidad, pero cada uno de nosotros es corresponsable»
«Roma es una ciudad de una belleza única»
«Pero también en Roma hay tanta spersonas con miserias materiales y morales: personas pobres, desgraciadas y sufrientes»
«En Roma sentimos con más agudeza este contraste»
«Roma es una ciudad llena de turistas, pero también llena de refugiados»
«Roma está llena de gente que trabaja, pero también de personas que no encuentran trabajo o hacen tarabajos mal pagados o indignos»
«Estamos en el último día del año»
«¿Qué haremos el próximo año para hacer mejor nuestra ciudad?»
«La Roma del año nuevo será mejor si no hay personas que la miran desde lejos, en postales, desde el balcón, sin implicarse en tantos problemas humanos de nuestros hermanos»
La iglesia de Roma se siente enviada a ser instrumento de la misericordia de Dios»
«Concluimos el año del Señor 2013: Le damos gracias a Dios y, además, le pedimos perdón»
«Le damos gracias sobre todo por su paciencia y su fidelidad»
Texto completo de la homilía del Santo Padre Francisco:
El apóstol Juan define el tiempo presente en modo preciso: «ha llegado la última hora», 1 Jn 2, 18. Esta afirmación – que se lee en la Misa del 31 de diciembre – significa que con la llegada de Dios en la historia estamos ya en los tiempos «últimos», luego de los cuales, el paso final será la segunda y definitiva venida de Cristo. Naturalmente aquí se habla de la calidad del tiempo, no de su cantidad. Con Jesús ha llegado la «plenitud» del tiempo, plenitud de significado y plenitud de salvación. Y no habrá más una nueva revelación, sino la manifestación plena de aquello que Jesús ha ya revelado. En este sentido estamos en la «última hora», cada momento de nuestra vida es definitivo y cada acción nuestra está cargada de eternidad; de hecho, la respuesta que damos hoy a Dios que nos ama en Jesucristo, incide en nuestro futuro.
La visión bíblica y cristiana del tiempo y de la historia no es cíclica, sino lineal: es un camino que va hacia un cumplimiento. Un año que ha pasado, por lo tanto, no nos lleva a una realidad que termina sino a una realidad que se cumple, es un ulterior paso hacia la meta que está delante de nosotros: una meta de esperanza y una meta de felicidad, porque encontraremos a Dios, razón de nuestra esperanza y fuente de nuestra alegría.
Mientras el año 2013 llega a su final, recogemos, como en un cesto, los días, las semanas, los meses que hemos vivido, para ofrecer todo al Señor. Y preguntémonos, con coraje: ¿cómo hemos vivido el tiempo que Él nos ha donado? ¿Lo hemos usado sobre todo para nosotros mismos, para nuestros intereses, o hemos sabido gastarlo también en los otros? ¿Cuánto tiempo hemos reservado para «estar con Dios», en la oración, en el silencio, en la adoración?
Y pensemos también en nosotros, ciudadanos romanos, pensemos en esta ciudad de Roma. ¿Qué ha sucedido este año? ¿Qué está sucediendo, y qué cosa sucederá? ¿Cómo es la calidad de la vida en esta Ciudad? ¡Depende de todos nosotros! ¿Cómo es la calidad de nuestra «ciudadanía»? ¿Hemos contribuido este año, en nuestra medida, a hacerla habitable, ordenada, acogedora? En efecto, el rostro de una ciudad es como un mosaico cuyas piezas son todos los que la habitan. Cierto, quien inviste una autoridad tiene mayor responsabilidad, pero cada uno es corresponsable, en el bien y en el mal.
Roma es una ciudad de una belleza única. Su patrimonio espiritual y cultural es extraordinario. Sin embargo, también en Roma hay tantas personas marcadas por miserias materiales y morales, personas pobres, infelices, sufrientes, que interpelan la conciencia no sólo de los responsables públicos, sino de cada ciudadano. En Roma tal vez sintamos más fuerte este contraste entre el entorno majestuoso y lleno de belleza artística, y el malestar social de aquellos a los que les cuesta más.
Roma es una ciudad llena de turistas, pero también colmada de refugiados. Roma está llena de gente que trabaja, pero también de personas que no encuentran trabajo o que desarrollan trabajos mal pagados y a veces indignos; y todos tienen el derecho de ser tratados con la misma actitud de acogida y equidad, porque cada uno es portador de dignidad humana.
Es el último día del año. ¿Qué haremos, como nos comportaremos en el próximo año, para hacer un poco mejor nuestra Ciudad? La Roma del nuevo año tendrá un rostro aún más bello si será más rica de humanidad, hospitalidad, acogida; si todos nosotros somos más atentos y generosos con quien está en dificultad; si sabemos colaborar con espíritu constructivo y solidario, para el bien de todos. La Roma del nuevo año será mejor si no habrá personas que la miran «desde lejos», «en postales», que miran su vida solamente desde el balcón, sin involucrarse en tantos problemas humanos, problemas de hombres y mujeres que al final… y desde el principio, lo queramos o no, son nuestros hermanos. En esta perspectiva, la Iglesia de Roma se siente comprometida a dar su propia contribución a la vida y al futuro de la Ciudad, ¡pero es su deber! Se siente comprometida a animarla con la levadura del Evangelio, a ser signo e instrumento de la misericordia de Dios.
Esta tarde concluimos el año del Señor 2013 agradeciendo y pidiendo perdón. Dos cosas juntas: agradecer y pedir perdón. Agradecemos por todos los beneficios que el Señor nos ha dispensado, y sobre todo por su paciencia y fidelidad, que se manifiestan en la sucesión de los tiempos, pero de modo particular en la plenitud del tiempo, cuando «Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer», Gal 4, 4. Que la Madre de Dios, en cuyo nombre mañana iniciaremos un nuevo tramo de nuestro peregrinaje terrenal, nos enseñe a acoger al Dios hecho hombre, para que cada año, cada mes, cada día esté colmado de su eterno Amor. Así sea.