El matrimonio es un trabajo de todos los días. Un trabajo artesanal, de orfebrería, porque el marido y la mujer tienen que crecer en humanidad, pero esto se hace creciendo juntos
Más información
(Jesús Bastante/José M. Vidal).- El Papa Francisco con más de 20.000 novios por la San Valentín. Una fiesta laica que Francisco cristianiza. Una fiesta del amor. Con el lema «La alegría del sí quiero para toda la vida». Una fiesta en la que el Papa da las claves de la felicidad: la alegría, la capacidad de pedir perdón y dar las gracias. La voluntad de construir «la casa del amor día a día». Y un secreto: «Quererse para toda la vida es posible».
Dia soleado en San Pedro. La fiesta comienza a las 11 con un gospel. El Papa no llegará hasta las 12. En la espera, testimonios de historias de amor de diversas parejas, alternando con canciones, poemas, actuaciones de humoristas y diversas escenificaciones.
La primera parte termina con la interpretación de uno de los himnos de la Jornada Mundial de la Juventud: «Jesucristo, eres mi vida».
Pero, el Papa se retrasa y da tiempo a que el coro interprete varios de lso diferentes himnos de las JMJ. Antes de su entrada en la plaza llena de novios, Francisco envía el siguiente tuit: «Queridos jóvenes, no tengan miedo a casarse. Unidos en matrimonio fiel y fecundo, serán felices».
Por fin, a las 12,30 llega el Papa. Y saluda a los novios que están en el estrado y a todos los presentes en la Plaza. Se sienta en su silla y escucha una bella canción de amor en italiano.
La ceremonia es impresionante. Probablemente una de las más emotivas y divertidas de este año de pontificado. Francisco improvisa, se ríe, da consejos «de abuelo», pide perdón «por traer las respuestas preparadas», se golpea la cara cuando quiere aconsejar a los jóvenes que no tengan miedo a pedirse perdón. «Permiso, Gracias, Perdón«, las tres claves para un matrimonio fiel. Bromea con las culpas que nadie quiere, como Adán en el Paraíso, o cuando «vuelan platos» en una discusión. «Que no acabe el día sin que hayáis conquistado la paz».
Tras el saludo de Vicenzo Paglia, tres parejas plantean tres interrogantes al Obispo de Roma. La primera -una pareja gibraltareña- la realiza en castellano. «Nos casamos el año que viene. Hay en nosotros un convencimiento irresistible, queríamos estar juntos para siempre, no queríamos rendirnos ante el ‘self service'», afirma él. Continúa ella: «Nos queremos mucho, y queremos que este amor permanezca y crezca, queremos estar juntos en losmomentos buenos en los difíciles, porque vemos que nuestra unión duplica las alegrías y divide en dos las tristezas».
«¿Es posible amarse para siempre?», se preguntó Francisco. «Hoy, tantas personas tienen miedo de hacer un paso definitivo. Un miedo general, porque forma parte de nuestra cultura». Y sin embargo, «quererse para toda la vida siempre es posible. Hoy, todo cambia rápidamente, nada dura mucho. Y esta mentalidad llega a los que se preparan al matrimonio ¿Cuánto dura el amor?»
«¿Es sólo un sentimiento, un estado psicofísico? Es cierto, pero el matrimonio es algo más. El amor es una relación, una realidad que crece y que se construye como una casa. Crece y se construye como una casa«. Una casa a construir entre los dos. «Estad preparados para crecer juntos, a construir esta casa unidos para siempre».
«Hay sentimientos que van y vienen, pero el amor de verdad, el que viene de Dios, nace del proyecto de Amor de Cristo, que crece como quien construye una casa de afecto, de ayuda, esperanza y sustento«.
«Como el amor de Dios, es estable, y es el amor que funda una familia estable y para siempre. Por favor, no nos dejemos convencer por la cultura de lo provisorio, que hoy nos invade a todos. ¡Esto no va!»
¿Cómo se cura el miedo del «para siempre»? Se cura día a día, en una vida que tiene un camino espiritual paso a paso. Poco a poco, en común.
El «para siempre» no sólo es una cosa de duración. El matrimonio no sólo es bueno si dura. Es importante estar juntos. El señor puede multiplicar vuestro amor y hacerlo bueno, cada día.», concluyó el Papa.
«El amor es más grande cuando la familia crece con vosotros. En vuestro camino es importante la oración. Siempre. Uno por otro, el otro por el uno. Y todos para siempre. Multiplicad vuestro amor, en la oración del Padre Nuestro pedimos que nos dé el amor cotidiano. Porque el amor cotidiano de los esposos es el verdadero pan que nos sostiene.», añadió.
«Señor, danos hoy nuestro amor cotidiano», dijo el Papa. Y «obligó» a los 20.000 novios a decirlo en voz alta hasta tres veces. Enséñanos a amarnos cada día, con fidelidad, y con capacidad de renovarnos.
Stefano y Valentina, de 30 años, fueron la segunda pareja en preguntar al Papa. Ella música, él repostero. «Estamos enamorados». «Nuestro pasado ha estado caracterizado por períodos el uno sin el otro. Yo me convertí gracias a un sacerdote franciscano».
Nos conocimos en Madrid, en la JMJ, dijo ella. «No es simple la cotidianidad. Somos dos personas completamente diferentes. Crece en nosotros el entusiasmo, el deseo de formar una familia basada en el amor recíproco e incondicional». «El 18 de mayo próximo habíamos fijado nuestro enlace. Santidad, queremos afrontar un estilo de vida, de lo cotidiano, para aprender. ¿Qué consejos no puede dar?
El Papa respondió: «Un camino bello, paciente y fascinante». «Vuestro camino tiene que estar en torno a las tres palabras que has dicho: permiso, gracias, perdón«
Permiso: entrar en la vida del otro pidiendo permiso. ¿Te parece que lo hagamos así, que eduquemos así a nuestros hijos? Pedir permiso significa saber entrar con cortesía en la vida de los otros. No es fácil
El verdadero amor no se impone con dureza ni agresividad. San Francisco lo dice con esta expresión: «sabe que la cortesía es una de las propiedades de Dios, y es prima de la caridad, que exprime el odio y conserva el amor».
La cortesía conserva el amor. Hoy en nuestra familia y en nuestro mundo, hace falta más cortesía.
Gracias: no es fácil de pronunciar esta palabra, pero es muy importante. La gratitud que crece en tierra noble. Es necesaria la nobleza del alma para que crezca esta flor.
Recordad el Evangelio de Lucas: Jesús cura a muchos, y sólo uno vuelve a agradecérselo. ¿Sabemos agradecer en nuestra relación, y mañana en la vida matrimonial? La otra persona es un don de Dios. Y a los dones de Dios se dice «Gracias».
La tercera: perdón. En la vida hacemos tantos errores, tantos fallos. Los hacemos todos. Si hay alguna persona que nadie ha cometido un fallo, que alce la mano. ¿Alguien? Todos fallamos, todos. En cada día todos fallamos. La Biblia dice que el más justo peca siete veces al día. Por eso, la necesidad de usar siempre esta palabra. Es muy fácil acusas al otro y justificarse. Desde el padre Adán, cuando Dios le pregunta si ha comido del fruto. «Yo no, fue ella que me lo ha dado». No pongáis excusas: pedid perdón
Debemos reconocer nuestros errores y pedir perdón. Perdón si hoy alzo la voz, si he pasado sin saludar, si llego tarde, si esta semana he estado muy callado, si he parlado demasiado sin escuchar… Perdón si he rabiado y la pago contigo. Hay tantas veces a lo largo del día en que pedir perdón
Pero así crece una familia cristiana. Sabemos todos que no existe una familia perfecta, el marido o la mujer perfecta. No hablemos de la sociedad perfecta…
Existimos hoy, pecadores. Jesús, que nos conoce bien, nos enseña un secreto: no paséis un día sin haber pedido perdón, sin que la paz vuelva a nuestra casa ni a nuestra familia. Es normal que los esposos se peleen, que rabien, incluso que vuele un plato… Pero recordad esto: no acabéis el día sin hacer la paz. No, no, no… Esto es un secreto para conservar el amor. Para hacer la paz, no es necesario un bello mensaje (el Papa se abofetea cariñosamente la cara), hay que reconocer los fallos. No acabéis la jornada sin hacer la paz.
La tercera pareja, dos treintañeros italianos. Uno, Marco, converso a los 22 años. Ella, Miriam, siempre parte de la comunidad parroquial. Se casarán el 14 de septiembre. No queremos un certificado como el que te dan con una casa. Queremos festejar nuestro matrimonio, vivirlo bien. Vivir con la óptica de la sobriedad, no dejándonos el tiempo en los preparativos, los bombones, la decoración…
Sabemos que el momento histórico no nos ayuda, ni económica ni culturalmente. Nuestra meta debe ser la santidad, en una tranquila normalidad. Vemos en la familia la esperanza de cambiar. No podemos perder la esperanza. ¿Puede darnos algún consejo sobre cómo organizar y vivir nuestro matrimonio?
Y el Papa, por tercera vez, responde: «Hacedlo de modo que sea una verdadera fiesta. Una fiesta cristiana, no una fiesta mundana. El motivo más profundo de cualquier día, lo indica Juan, cuando habla del milagro de Caná. Imaginad el fin de fiesta bebiendo té…. Por indicación de María, Jesús se revela por primera vez, y transforma el agua en vino, y así salva la fiesta.
El secreto de la vida plena es la presencia de Jesús en la fiesta. Que sea una fiesta buena, pero con Jesús, no con el espíritu del mundo. Vuestro matrimonio sea sobrio, y que resalte lo que es verdaderamente importante.
Algunos están más preocupados por el banquete, las fotografías, el traje… son importantes, pero sólo si son capaces de mostrar la alegría.
Hacedlo de tal modo que siempre esté la presencia del Señor. Recordad el motivo de la alegría de aquel día.
El matrimonio es un trabajo de todos los días. Un trabajo artesanal, de orfebrería, porque el marido y la mujer tienen que crecer en humanidad, pero esto se hace creciendo juntos. Esto no viene de fuera. El Señor bendice, pero está en vuestra mano, en vuestro trabajo, en vuestro modo de vivir y de amar. Procurad que el otro crezca. Trabajad por esto.
Este festejo surge también de la voluntad del papa Francisco de promover y reforzar la preparación para el sacramento del matrimonio.
La Iglesia Católica busca también devolverle su sentido primigenio a una fiesta que últimamente se ha difundido mucho pero con carácter laico, cuando su origen es religioso.
San Valentín, patrono de los enamorados, fue un obispo del siglo III después de Cristo, que, desafiando una prohibición del emperador romano Claudio II, casaba a parejas jóvenes a escondidas. Fue encarcelado y martirizado el 14 de febrero de 270. Muchos años más tarde, en el 495, y para contrarrestar las fiestas paganas de los romanos, llamadas Lupercales, dedicadas al amor y la fecundidad, el papa Gelasio I, decidió reivindicar el día de San Valentín.