La "vergüenza" de Lampedusa nos sigue interpelando a todos. Es un grito contra la injusticia de un mundo injustamente globalizado, que marca el futuro de las personas por el color de su piel o el lugar donde nacieron
(J. Bastante).- Fue una cruz, hecha de madera de los cayucos de los miles de inmigrantes que mueren en las costas de Lampedusa. Como en las del Estrecho, como en la de todos aquellos lugares que hacen zanjas, forjan muros y destrozan las ilusiones de quienes buscan un futuro mejor. La encargó Francisco tras su visita a la isla de la «vergüenza». Y este miércoles llegará a la plaza de San Pedro.
La cruz de Lampedusa participará este miércoles en la audiencia general de Francisco en la mayor plaza de la cristiandad, y se presentará para que Francisco la bendiga. Después, el madero – de 2 metros de alto y 1,50 de ancho, obra del artista lampedusino Franco Tucci- comenzará una peregrinación por toda Italia, para llevar a todos los rincones del país un mensaje de solidaridad y paz, de conocimiento de otras culturas y credos. De ese mundo donde nadie debería ser extranjero.
La iniciativa se llama, precisamente, «Viaje de la Cruz de lampedusa», y será una suerte de «carrera de relevos espiritual», organizada por la Fundación Casa del Espíritu y de las Artes. Después del viaje, la cruz será alojada, de modo permanente, en la iglesia de Santo Stefano de Milán.
La «vergüenza» de Lampedusa nos sigue interpelando a todos. Es un grito contra la injusticia de un mundo injustamente globalizado, que marca el futuro de las personas por el color de su piel o el lugar donde nacieron, que representa la «globalización de la indiferencia» que tanto está combatiendo este Papa. Una suerte de memoria que no puede olvidarse.