“Francisco es el papa del Evangelio como es. Sus palabras que no hay que traducir, su cercanía hacia todos, la dureza de su sinceridad y la facilidad del cariño con el que dice las cosas”
(José M. Vidal, Roma).- Me encuentro con José Luis Redrado en plena Plaza de San Pedro, que luce ya los dos tapices de los dos Papas que van a ser elevados a los altares. Ha sido, durante 25 años, secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud. Se asoma a diario a Religion Digital y asegura que se siente «más afín a Juan Pablo II», que lo llamó y lo hizo obispo. Pero también reconoce la «pasada» que nos dio por el Concilio Juan XXIII y dice que Francisco continúa «la saga» de los dos Papa santos.
-Con monseñor Redrado en plena plaza de San Pedro. Al fondo los tapices desplegados de las dos figuras que van a canonizarse. Las dos «columnas». ¿Quién es más santo, monseñor?
-La santidad no tiene niveles. Se es santo, y basta.
-¿Pero se puede ser más de uno que de otro?
-Eso ya no pertenece a la santidad, sino a los afectos que cada uno puede tener respecto de uno o de otro, por haber vivido más su tiempo, o por haber estudiado más al uno que al otro. Yo, por ejemplo, soy más afín a Juan Pablo II, porque he vivido con él de una forma muy particular. Él me llamó al Pontificio Consejo que había constituido para la Pastoral de la Salud y estuve veinticinco años en esa institución. He comido con él unas quince veces, de encuentros por razones de trabajo (simposios, conferencias internacionales, jornadas del enfermo…). Tengo un centenar de recuerdos… Por tanto, cuando me pregunten cuál es para mí el más santo, siempre diré que por igual, pero que tengo más afición por el que me llamó y también me consagró obispo.
-¿Cómo era Juan Pablo II como persona en las distancias cortas?
-En las distancias cortas era muy cercano. No había distancias, cuando se comía con él en una mesa privada, no de banquete. Cada año hacía estas comidas con los dicasterios y ahí se veía al hombre, pero también se le veía el santo. Nos llevaba primero a rezar a su capilla, antes de comer volvíamos a rezar. Y se hablaba de todo, aunque él hablaba poco. Era Estanislao el que pinchaba más.
-Estanislao Dziwisz, el entonces secretario y actual cardenal de Cracovia.
-Eso es. Y el Papa oía lo que pensábamos nosotros de la salud, de los enfermos, de los médicos… Nosotros también teníamos nuestras estrategias (Risas): lo menos importante era comer. Íbamos con nuestra guía de cosas, a aprovechar el tiempo. Llevábamos la escaleta preparada.
-¿Mensajes claros para lanzar?
-En efecto. Por ejemplo, en una de las comidas habíamos preparado la idea de decirle al Papa que instituyera la Jornada Mundial del Enfermo. Y ahí la instituimos, comiendo, como cenando el Señor instituyó la Eucaristía. Jornada, por cierto, que está resultanto muy provechosa, muy rica, positiva y atrayente en relación con la Pastoral de la Salud. Alrededor de la Jornada hay un movimiento de reflexión (grupos, etc) como no había habido anteriormente. El papa lo vio desde el principio así de significativo: «Preparad, que yo lo firmo», nos dijo.
-Si tuviese que resumir en una imagen o una idea una idea una vida tan amplia y un pontificado tan largo como el de Juan Pablo II, ¿con qué se quedaría?
-Es difícil, sobre todo porque a mí me traiciona lo mío, claro: la idea del enfermo. Su cátedra más importante fue la salud y el sufrimiento. Ten en cuenta que fue el papa que instituyó el primer dicasterio de Jesucristo: ¡el de los enfermos! El papa Francisco, ahora, todavía está revolucionando más la pastoral con esta cercanía que tiene con los enfermos… Pero es que Juan Pablo II primero tuvo el atentado, después escribió la carta apostólica «Sobre el sufrimiento humano»; más tarde llegó el dicasterio: la animación pastoral para los enfermos, el personal sanitario…
-Y, además, predicó con el ejemplo del sufrimiento.
-Con un ejemplo maravilloso. Las mejores fotografías que tenemos del Papa Wojtyla no son con la juventud, sino en el hospital, igual que todos: con el gotero, demacrado, sin aplausos. Otra fotografía sería la de la ventana, en los últimos años, la de su puñetazo de «no puedo más» después de tantos años corriendo de aquí para allá. La última sería abrazarse a la cruz el viernes santo.
-Y de Juan XXIII, ¿qué imagen espontánea le viene?
-Lo viví menos intensamente, me cogió en mi juventud, cuando estaba más distraído de las cosas de la Iglesia. Pero siempre lo han definido de una forma que me ha entrado mucho: una pastoral cercana, discreta. Su bondad. La sorpresa que dio al mundo cuando parecía que no iba a pasar nada, y lo hizo todo.
-¿El Concilio se lo vamos a agradecer siempre?
-Sí. Decían que iba a ser un papa de pasada, ¡y menuda pasada nos dio con el Concilio! En definitiva, es el papa de la realidad del Concilio Vaticano II.
-¿Francisco tiene cosas de los dos?
-Sí. Yo veo que Francisco es el papa del Evangelio como es. Sus palabras que no hay que traducir, su cercanía hacia todos, la dureza de su sinceridad y la facilidad del cariño con el que dice las cosas. En las celebraciones que hago siempre repito que es un papa al que el pueblo entiende, porque lo que dice es Evangelio puro. No está lejos. Le entienden más los ignorantes que los listos (Risas).
-Pasado mañana, el domingo, esto será…
-Un caos
-Pero también un día histórico: ¡cuatro papas juntos! Los dos santos, el emérito y el papa reinante.
-Sí. Yo he estado comprando algunos recuerdos y me ha chocado uno en el que vienen los dos papas santos y el papa Francisco. Me han dicho que lo hicieron con un poco de temor, pensando que no se iba a vender. Y sin embargo es el recuerdo que más se lleva la gente: los dos santos con el papa actual.
-¿Y a qué atribuye usted eso?
-A que Francisco siembra este sentimiento de cercanía y se le quiere.
-¿Qué busca Francisco canonizando dos papas a la vez?
-Poner de relieve la santidad. Es un papa que está cambiando la Curia, para que las estructuras ayuden al fondo. Y el fondo es la santidad.
-¿No está queriendo también simbolizar la unión entre las distintas sensibilidades; que sumemos?
-También. Aunque no podemos comparar un papa Juan XXIII, regordete, paternal, con el atleta Juan Pablo II. Pero les une el sentido de Iglesia, de fortaleza, de estar y hacerse con el pueblo, pese a sus muchas diferencias.
-Y Francisco está continuando la saga.
-Qué sorpresas más buenas las de los últimos Papas.