Encomendamos a la Virgen Santa la suerte de la humanidad, para que se le abra al mundo un horizonte nuevo y prometedor de fraternidad, solidaridad y paz
(Jesús Bastante).- «Mi casa en el Vaticano está abierta para rezar por la paz«. Durante el Regina Coelli celebrado en la explanada de Belén, el Papa volvió a sorprender a todo el mundo para invitar al presidente de Israel, Simon Peres, y al de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, a un encuentro de oración por la paz en Oriente Medio en el Vaticano. Una mano tendida para la paz definitiva, con el Papa de mediador.
Señor Presidente Mahmoud Abbas, en este lugar donde nació el Príncipe de la paz, deseo invitarle a usted y al Señor Presidente Shimon Peres, a que elevemos juntos una intensa oración pidiendo a Dios el don de la paz. Ofrezco la posibilidad
de acoger este encuentro de oración en mi casa, en el Vaticano.
Todos deseamos la paz; muchas personas la construyen cada día con pequeños gestos; muchos sufren y soportan pacientemente la fatiga de intentar edificarla. Y todos tenemos el deber, especialmente los que están al servicio de sus pueblos, de ser instrumentos y constructores de la paz, sobre todo con la oración.
Construir la paz es difícil, pero vivir sin ella es un tormento. Los hombres y mujeres de esta tierra y del todo el mundo nos piden presentar a Dios sus anhelos de paz.
La paz, hoy, parece más posible que nunca. Y Francisco está llamado a ser el Papa de la paz. Una invitación que marcará este viaje, y que se pronunció al término de la misa en Belén.
Quiso Francisco tener un recuerdo para los que «hoy soportan la fatiga para construir la paz». «A todos ellos, y especialmente a los que estan al servicio del pueblo, les invito a recordar que tenemos la obligación de hacernos instrumentos de paz«.
«Construir la paz juntos. Vivir sin paz es un tormento», añadió el Pontífice, que invitó a «todos los hombres y mujeres de esta tierra y del mundo entero», que «nos piden que llevemos delante del Señor su ardiente aspiración a la paz». Que todos los que habitan en Tierra Santa, «que puedan vivir en paz, justicia y fraternidad«.
«Consuela a los que sufren, a los pastores ya la comunidad de creyentes. Para que sean sal y luz en esta tierra bendita», recalcó el Papa, quien recordó especialmente Nazaret, una ciudad que no entra en este viaje, y «donde espero poder ir, si Dios quiere, en otra ocasión»
«Encomendamos a la Virgen Santa la suerte de la humanidad, para que se le abra al mundo un horizonte nuevo y prometedor de fraternidad, solidaridad y paz», concluyó el Papa, cuyas últimas palabras se mezclaron con la llamada del muecín de la mezquita más cercana a la oración.
Este es el mensaje del Papa en el Regina Coelli:
Queridos hermanos y hermanas
Mientras nos preparamos para concluir esta celebración, dirigimos nuestro pensamiento a María Santísima, que precisamente aquí en Belén dio a luz a su hijo Jesús. La Virgen es la persona que más ha contemplado a Dios en el rostro humano de Jesús. Ayudada por José, lo envolvió en pañales y lo recostó en el pesebre.
A Ella encomendamos esta tierra y todos los que la habitan, para que vivan con justicia, con paz y fraternidad. Encomendamos también los peregrinos que aquí llegan para beber de las fuentes de la fe cristiana, algunos de los cuales están presentes también en esta Santa Misa.
Vela, Oh Madre, por las familias, los jóvenes, los ancianos. Vela por todos los que han perdido la fe y la esperanza; consuela a los enfermos, los encarcelados y todos los que sufren; sostén a los Pastores y a toda la Comunidad de los creyentes, para que sean «sal y luz» en esta tierra bendita; fortalece las instituciones educativas, en particular la Bethlehem University.
Contemplando a la Sagrada Familia aquí, en Belén, mi pensamiento se dirige espontáneamente a Nazaret, adonde espero ir, si Dios quiere, en otra ocasión. Abrazo desde aquí a los fieles cristianos que viven en Galilea y aliento la realización del Centro Internacional para la Familia en Nazaret.
Encomendamos a la Virgen Santa la suerte de la humanidad, para que se le abra al mundo un horizonte nuevo y prometedor de fraternidad, solidaridad y paz.