El futuro de la humanidad se construye con la paz, no con la guerra: la guerra destruye, mata, empobrece a los pueblos y a los países
Francisco recordó, «con gran dolor, que la crisis de Siria no se ha resuelto, sino que continúa, y existe el riesgo de acostumbrarse a ella, de olvidar a las víctimas, su sufrimiento, a los miles de refugiados, desde ancianos a niños, que padecen y a veces mueren de hambre y de enfermedades causadas por la guerra».
«Debemos repetir el nombre de la enfermedad que hace tanto mal hoy en el mundo: la globalización de la indiferencia», añadió.
En estos términos se expresó el pontífice durante el encuentro que mantuvo hoy con miembros de los organismos caritativos católicos que ayudan a las víctimas del conflicto sirio, dentro de la jornada promovida por el Pontificio Consejo «Cor Unum», en el Vaticano.
Jorge Bergoglio dijo que tiene «los ojos puestos» en Siria, país al que hizo referencia en varios de los discursos que pronunció durante su viaje a Tierra Santa, que lo llevó del 24 al 26 de mayo a Jordania, Belén y Jerusalén.
En sus alocuciones pidió, en reiteradas ocasiones, una «solución urgente» para la guerra en la que está sumido el país desde hace más de tres años.
En su segundo encuentro con este colectivo, Bergoglio alabó la labor que desempeñan las organizaciones de ayuda humanitaria y demás organismos católicos que trabajan en la zona, y les instó a seguir asistiendo «a todas las víctimas de la guerra, sin distinciones étnicas, religiosas o sociales«.
«El futuro de la humanidad se construye con la paz, no con la guerra: la guerra destruye, mata, empobrece a los pueblos y a los países», manifestó.
Discurso completo el Papa
Eminencias, Excelencias,
Queridos hermanos y hermanas,Les agradezco su presencia en este encuentro, promovido por el Pontificio Consejo Cor Unum. Les agradezco sobre todo por la contribución cotidiana que ustedes, como organismos de caridad católicos, están dando en Siria y en los países vecinos, para ayudar a las poblaciones golpeadas por aquel terrible conflicto. Saludo al Cardenal Robert Sarah y dirijo una calurosa bienvenida a todos ustedes, especialmente a cuantos se han puesto en viaje desde Oriente Medio para estar aquí hoy – y también yo llevo en los ojos y el corazón Oriente Medio, luego de la peregrinación de los días pasados en Tierra Santa.
Hace un año nos hemos reunido para repetir el compromiso de la Iglesia en esta crisis y para lanzar juntos un llamamiento por la paz en Siria. Ahora nos volvemos a encontrar, para hacer un balance del trabajo realizado hasta ahora y para renovar la voluntad de continuar en este camino, con una colaboración aún más estrecha. Pero debemos constatar con gran dolor que la crisis siria no ha sido resuelta, es más continua, y existe el riesgo de acostumbrarse a ella: de olvidar a las victimas cotidianas, los indecibles sufrimientos, los millares de prófugos, entre los cuales ancianos y niños, que padecen y a veces mueren por hambre y causadas por la guerra. Esta indiferencia ¡hace mal! Una vez más debemos repetir el nombre de la enfermedad que hoy nos hace tanto mal en el mundo: la globalización de la indiferencia.
La acción de paz y la obra de asistencia humanitaria que los organismos caritativos católicos desarrollan en aquel contexto son expresión fiel del amor de Dios por sus hijos que se encuentran en la opresión y en la angustia. Dios escucha su grito, conoce sus sufrimientos y quiere liberarlos; y a Él ustedes prestan sus manos y sus capacidades. Es importante que ustedes obren en comunión con los Pastores y las comunidades locales; y esta reunión constituye un ocasión propicia para individualizar formas oportunas de colaboración estable, en el dialogo entre los diversos sujetos, al fin de organizar siempre mejor vuestros esfuerzos para apoyar a las Iglesias locales y a todas las víctimas de la guerra, sin distinciones étnicas, religiosas o sociales.
Hoy también estamos aquí para hacer nuevamente un llamamiento a las consciencias de los protagonistas del conflicto, de las instituciones mundiales y de la opinión publica. Todos somos conscientes que el futuro de la humanidad se construye con la paz y no con la guerra: la guerra destruye, mata, empobrece a pueblos y países. Pido a todas las partes que, aspirando al bien común, consientan de inmediato la obra de asistencia humanitaria y cuanto antes hagan callar las armas y se empeñen en negociar, poniendo en primer lugar el bien de Siria, de todos sus habitantes, también de aquellos que lamentablemente han tenido que refugiarse y que tienen el derecho de regresar lo más pronto posible a la patria. Pienso de manera particular en las queridas comunidades cristianas, rostro de una Iglesia que sufre y espera. Su sobrevivencia en todo Oriente Medio es una profunda preocupación de la Iglesia universal: el Cristianismo debe poder continuar a vivir allí donde están sus orígenes.
Queridos hermanos y hermanas, su acción caritativa y asistencial es una señal importante de la cercanía de toda la Iglesia, y de la Santa Sede en particular, al pueblo sirio y a los demás pueblos de Oriente Medio. Les renuevo mi agradecimiento por aquello que hacen e invoco sobre ustedes y sobre su trabajo la bendición del Señor. Que la Virgen los proteja. Yo rezo por ustedes y ustedes ¡recen por mí!