Dios no se cansa de perdonar. Él perdona definitivamente, cancela y olvida nuestro pecado si nos dirigimos a Él con humildad y confianza. Él nos ayuda a no desalentarnos en las dificultades, a no considerarlas insuperables
(Jesús Bastante).- «El futuro está en manos de Dios. Con Él, las dificultades, las crisis, pueden ser superadas y transformadas, con coraje y esperanza«. Francisco pidió a los jóvenes «caminad por la vida, no deis vueltas«, y les animó a aportar, con «creatividad», soluciones para acabar con la crisis y el paro.
«Es triste encontrar a jóvenes ‘ni-ni’, que no estudian ni trabajan, porque no pueden«, denunció Francisco. «Esta es un problema que, todos juntos, tenemos que vencer. No podemos permitirnos el lujo de perder una generación de jóvenes que no tienen la dignidad del trabajo. El trabajo te da dignidad, y todos hoy debemos hacer todo para que no se pierda una generación de jóvenes».
Porque «una generación sin trabajo, es un problema futuro para la patria y para la Humanidad. Debemos luchar contra esto, y ayudarnos unos a otros a encontrar una vía de solución, de ayuda, de solidaridad. Los jóvenes son valientes, tienen esperanza y tienen la capacidad de ser solidarios«.
Una palabra, solidaridad, que «no le gusta escuchar al mundo de Dios. No es una palabra vacía, es una palabra cristiana. Caminar con el hermano para ayudarle a solucionar el problema«.
Tras una intensa mañana en Campobasso, en la que presentó su «Evangelio social», Francisco llegó en helicóptero a Castelpetroso, donde fue recibido por miles de jóvenes de la región. Con anterioridad, Francisco había comido con indigentes, sin techo y familias pobres en la «Casa de los Ángeles del Papa Francesco», que gestiona Cáritas en Campobasso. En la misma mesa, con los mismos platos, vasos y cubiertos. Con la misma dignidad.
Con algo de retraso, y deteniéndose -para desesperación de los organizadores, y júbilo de los presentes- a saludar a todo el que le pedía un abrazo, un beso para su niño, una caricia para la joven disminuida. Tras escuchar a Sara, una joven que hizo de «portavoz de las esperanzas y los temores» de los jóvenes del Abruzzo, el Papa alabó el «entusiasmo, el clima de fieta que sabéis crear, que es contagioso».
«Entusiasmo viene del griego, que significa que viene de dentro de Dios», improvisó el Papa, quien pidió a los chicos y chicas allí reunidos (más de 20.000), «estad abiertos con entusiasmo a la esperanza y el deseo de dar forma a vuestro futuro, al camino andado por cada uno de vosotros por una vía que os aporte serenidad y realización».
Caminar, que no es lo mismo que dar un paso y luego otro. «Uno puede moverse, pero no es un caminante, sino un errante, que gira y gira por la vida. Y la vida no está hecha para girarla, sino que está hecha para caminarla. ¡Y este es vuestro desafío!»
«Quien camina puede fallar», dijo Francisco, reconociendo que, en el camino de la vida, surgen miedos, dudas, cansancios. «La tentación de tener siempre abierta una pequeña vía de fuga, que siempre nos puede abrir nuevos escenarios, nuevas posibilidades». Esta provisoriedad del «si no me gusta, no vuelvo, no hace bien, porque hace que la mente bulla y el corazón se enfríe».
Francisco criticó con dureza la sociedad actual, que fomenta «la cultura de lo provisorio», que «no ofrece un clima favorable a proyectos de vida estable, de amor y de responsabilidad». Contra la superficialidad del «hoy hago esto, mañana lo otro, voy como el viento, dando vueltas como en un laberinto», el Papa advirtió que «la vida no es un laberinto, no se puede pasar la vida dando vueltas».
«El corazón del ser humano aspira a cosas grandes, a valores importantes, a robustecernos con las pruebas de la vida. El ser humano aspira a amar y ser amado. Esta es la aspiración más profunda: amar y ser amado. Y hacerlo definitivamente. La cultura de lo provisorio nos priva de nuestro verdadero destino. Es una vida triste. Es triste llegar a cierta edad, recordar el camino que hemos hecho, y comprobar que lo hemos recorrido sin unidad, sin definitividad», alertó Francisco. «No lo hagáis, Construid vuestra vida para hacer cosas grandes y sólidas«.
«Aspirad a la felicidad, tener el coraje de poner vuestro futuro en Jesús (…) Solos, no podremos hacer nada, no tendremos la fuerza suficiente para perseverar y encontrar salida a los obstáculos de la vida». Ante ello, la invitación de Jesús: «Ven, y sígueme. No para disfrutar, no para hacernos esclavos, sino libremente».
«Solo con Jesús, siguiéndolo, podremos tener claridad de visión y fuerza para seguir adelante. Él nos llama definitivamente», pues «Él es nuestro defensor, nuestro mejor hermano y amigo» quien «nos permite ser verdaderamente libres para hacer el bien, capaces de perdonar y de pedir perdón. Este es el Jesús que nos acompaña. Así es el Señor».
«Dios no se cansa de perdonar», subrayó el pontífice. «Esto es verdad. Es tanto su amor que siempre está cerca de nosotros. Tenemos que pedir perdón, pero él perdona siempre, y definitivamente, si nos acercamos a Él con fidelidad y humildad».
«Fiándonos de Él, podemos volver a participar en una pesca abundante. Afrontar las dificultades de la crisis económica. El coraje y la esperanza son dones de todos, pero particularmente de los jóvenes».
Francisco concluyó su intervención pidiendo a todos los allí presentes a que continuaran rezando por él y por su trabajo al frente de la Iglesia. Un camino en el que, sin dudas, Bergoglio no da vueltas: sabe adónde va y quién le sostiene.
Palabras del Papa Francisco a los jóvenes
Queridos jóvenes,
Le doy las gracias por su presencia numerosa y alegre. Agradezco a Mons. Pietro Santoro por su servicio a la pastoral juvenil; y gracias a ti, Sara, que te has hecho portavoz de las esperanzas y preocupaciones de los jóvenes de los Abruzos y Molise.
El entusiasmo y el clima de fiesta que ustedes saben crear son contagiosos. Están abiertos a la esperanza y deseosos de plenitud, de dar significado a su futuro, a su vida entera, de entrever el camino adecuado para cada uno de ustedes y elegir el camino que les traiga serenidad y realización humana.
Por un lado, están en busca de lo que realmente cuenta, de lo que permanece estable en el tiempo y es definitivo, en búsqueda de respuestas que iluminen sus mentes y calienten su corazón no sólo por el espacio de una mañana o un corto tramo de camino, sino para siempre. Por otro lado, sienten un fuerte miedo al fracaso, miedo a involucrarse demasiado en las cosas, la tentación de dejar siempre abierta una pequeña vía de escape, que por si acaso pueda siempre abrir nuevos escenarios y posibilidades.La sociedad contemporánea y sus modelos culturales predominantes – la «cultura de lo provisorio» – no ofrecen un clima propicio para la formación de elecciones de vida estables con relaciones sólidas, construidas sobre la roca del amor y de la responsabilidad en lugar de la arena de la emoción. La aspiración a la autonomía individual es empujada al punto de poner siempre todo en discusión y de romper con relativa facilidad elecciones importantes y ampliamente ponderadas, recorridos de vida emprendidos libremente con compromiso y dedicación. Esto alimenta superficialidad en la asunción de responsabilidades, porque en lo profundo del alma ellas arriesgan con ser consideradas como algo de lo que uno se puede liberar.
Aun así, queridos jóvenes, el corazón del ser humano aspira a grandes cosas, a valores importantes, a amistades profundas, a lazos que en las pruebas de la vida se fortalecen en lugar de romperse. El ser humano aspira a amar y ser amado, en modo definitivo. La cultura de lo provisorio no aumenta nuestra libertad, sino que nos priva de nuestro verdadero destino, de las metas más verdaderas y auténticas. ¡No se dejen robar el deseo de construir en su vida cosas sólidas y grandes! ¡No se den por contentos con metas pequeñas! Aspiren a la felicidad, tengan la valentía, el coraje de salir de sí mismos y de jugarse en plenitud su futuro junto con Jesús.
Solos no podremos. Frente a la presión de los eventos y de las modas, solos no lograremos encontrar el camino justo, y si lo encontramos, no tendremos la fuerza suficiente para perseverar, para afrontar las subidas y los obstáculos imprevistos. Y aquí entra a tallar la invitación del Señor Jesús: «Si quieres… sígueme». Nos invita para acompañarnos en el camino. Solamente juntos con Jesús, rezándole y siguiéndolo encontramos claridad de visión y fuerza para ir adelante. Él nos ama definitivamente, nos ha elegido definitivamente, se ha donado definitivamente a cada uno de nosotros. Es nuestro defensor y hermano mayor y será nuestro único juez. ¡Qué bello es poder enfrentar las vicisitudes que se suceden en la existencia en compañía de Jesús, tener con nosotros su Persona y su mensaje! Él no quita autonomía o libertad; al contrario, robusteciendo nuestra fragilidad, nos permite ser verdaderamente libres, libres para hacer el bien, fuertes para continuar haciéndolo, capaces de perdonar y capaces de pedir perdón.
Dios no se cansa de perdonar. Él perdona definitivamente, cancela y olvida nuestro pecado si nos dirigimos a Él con humildad y confianza. Él nos ayuda a no desalentarnos en las dificultades, a no considerarlas insuperables; y entonces, confiándose en Él, echarán nuevamente las redes para una pesca sorprendente y abundante, tendrán coraje y esperanza también en el enfrentar las dificultades que derivan de los efectos de la crisis económica. El coraje y la esperanza son dotes de todos pero en particular caracterizan a los jóvenes. El futuro está en las manos de Dios, Y Jesús, el Hijo Unigénito, nos asegura que son las manos de un Padre providente. Esto no significa negar las dificultades y los problemas, sino verlos, éstos si, como provisorios e superables. Las dificultades, las crisis, con la ayuda de Dios y la buena voluntad de todos pueden ser superadas, vencidas, transformadas.
Estamos reunidos ante al Santuario de la Virgen Dolorosa, levantado en el lugar donde dos jóvenes de esta tierra, Fabiana y Serafina, en 1888 tuvieron una visión de la Madre de Dios mientras trabajaban en el campo. María nos socorre siempre: cuando trabajamos y cuando estamos en busca de trabajo, cuando tenemos las ideas claras y cuando estamos confundidos, cuando la oración brota espontánea y cuando el corazón es árido. María es la Madre de Dios, madre nuestra y madre de la Iglesia. Tantos hombres y mujeres, jóvenes y ancianos se han dirigido a Ella para decirle gracias y suplicar una gracia. María nos lleva a Jesús, nuestra paz. Recurramos a Ella confiados en su ayuda, con coraje y esperanza. El Señor bendiga a cada uno de ustedes y a sus familiares.