Pietro de Morrone, como Francisco, conocían bien la sociedad de su tiempo y su gran pobreza. Estaban muy cerca del pueblo, y ofrecían la compasión a los que no tenían nada, y a los presos
(Jesús Bastante).- El último de los actos públicos de la visita de Francisco a Molise fue la proclamación del Año Jubilar Celestino, dedica a Celestino V, el último Papa antes de Ratzinger en dimitir. En la plaza donde se recuerda su memoria, Bergoglio recordó a los cristianos que ser «ciudadanos y hermanos» no es contradictorio, y llamó a la construcción de «la profecía de un mundo nuevo, en el que los bienes de la tierra y del trabajo sean distribuidos equitativamente».
Empezó el Papa recordando la celebración en la plaza de la catedral, «el lugar donde nos encontramos con Dios, ciudadanos y hermanos, que entre los cristianos no hay contradicciones entre sacro y profano. Ciudadanos y hermanos».
Francisco puso como ejemplos de vida a Celestino V y a Francisco de Asís, «fuentes de la misericordia de Dios que renueva el mundo». «Pietro de Morrone, como Francisco, conocían bien la sociedad de su tiempo y su gran pobreza. Estaban muy cerca del pueblo, y ofrecían la compasión a los que no tenían nada, y a los presos».
Ambos santos, «no se limitaban a dar buenos consejos. Llevaron un estilo de vida contra corriente, confiándose a la providencia del Padre, como testimonio de una fraternidad, que es el mensaje del Evangelio de Jesucristo».
«Perdona nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden«. Estas palabras del Padrenuestro sugieren un modelo de vida. «No son palabras vacías», proclamó el Papa, «es la profecía de un mundo nuevo».
«Es la profecía de un mundo nuevo. Misericordia y profecía, de un mundo nuevo, en el que los bienes de la tierra y del trabajo sean distribuidos equitativamente, porque la solidaridad y la condivisión son la consecuencia concreta de la fraternidad».
Para concluir, el Papa declaró abierto el Año Jubilar Celestino, «durante el cual quedará abierta para todos la puerta de la Divina Misericordia. No es una fuga o una evasión de la realidad, es la respuesta que viene del Evangelio. El amor como fuerza de purificación, fuerza de proyección para una economía diversa, que pone al centro la persona, el trabajo, la familia, frente al dinero».
«Esta puerta no es la del mundo. No seamos ilusos, esta puerta es buena para todos, la que nos lleva a la justicia y la paz», añadió. «Confiemos en la misericordia de Dios, y en su gracia, fruto de conversión y obra de misericordia».