Un pueblo que no custodia a los abuelos y no los trata bien es un pueblo que no tiene futuro, porque pierde la memoria y corta sus propias raíces
(José Manuel Vidal).- Día espléndido de luz y sol en Roma, para acoger a más de 50.000 ancianos, en torno a los dos Papas. Porque, en la Plaza de San Pedro, junto a Francisco, quiso estar presente el Papa emérito, Benedicto XVI. Celebrando juntos la gran fiesta de homenaje a la ancianidad. Francisco aprovechó para pedir residencias humanas, «casas y no prisiones», y para denunciar la cultura del descarte, «auténtica eutanasia escondida».
Monseñor Paglia introduce la ceremonia, una fiesta de familia, con fe, alegría, ternura y conmoción.
«Es un placer estar aquí, con usted y con el Papa Benedicto, que sentimos como el primer anciano entre nosotros»
«Esta plaza es hoy una bendición, aunque algunos piensen que la vejez es un naufragio»
«La vejez es bella»
«Los ancianos de esta plaza se niegan a ser descartados»
«¡Vivan los ancianos, vivan los abuelos»
«Es cierto que ser anciano es complicado»
«El vino, envejeciendo, mejora»
A continuación intervienen varios ancianos con sus testimonios
Los primeros son dos ancianos de Irak, que lloran contando su triste historia de iglesias destruidas y familias asesinadas. «La guerra es una locura y espero que el mundo aprenda esta lección». El Papa se acerca, para abrazarlos.
A continuación un capuchino de 87 años cuenta lo que su congregación hace por los ancianos y se emociona tanto que casi no puede seguir leyendo su testimonio. Y pide disculpas.
Y Francisco lo mira, emocionado y lleno de ternura. Entre los diversos testimonios, hay cantos y poemas.
Algunas frases del discurso del Papa
«Santidad, queridos hermanos y hermanas, buenos dias»
«Gracias por haber venido tan numerosos»
«Hoy es vuestra fiesta, nuestra fiesta»
«Gracias especialmente por la presencia del Papa emérito Benedicto XVI»
«Dije tantas veces que me gusta que viva en el Vaticano porque es como tener el abuelo sabio en casa»
«He escuchado vuestros testimonios»
«Una era diferente, la de los ancianos llegados de Irak, que huyeron de una violenta persecución»
«La violencia contra los ancianos es inhumana, como aquella contra los niños»
«Pero Dios no os abandona. Está con vosotros»
«Sois memoria para vuestro pueblo y para la gran familia de la Iglesia. Gracias»
«Los ancianos son árboles que siguen dando fruto»
«La vejez es un tiempo de gracia, en el que el Señor nos renueva su llamada. Nos llama a custodiar y transmitir la fe. Nos llama a rezar, a interceder. Nos llama a ser cercanos a los que lo necesitan»
«Los ancianos, cuando rezan, su oración es fuerte y potente»
«Trasmitir la experiencia de la vida, de una comunidad, de un pueblo, compartir sabiduría y fe»
«El abuelo es padre dos veces y la abuela es madre dos veces»
«En los países en los que la persecución religiosa fue cruel, por ejemplo, la Albania, fueron los abuelos los que llevaron a los nietos a bautizarse a escondidas. Salvaron la fe en ese país»
«Que las residencias de ancianos sean realmente casas y no prisiones. Y sean realmente para los ancianos y no para los intereses de otros»
«No deben ser instituciones donde los ancianos vivan olvidados»
«Las residencias deberían ser pulmones de humanidad en un país, en un barrio, en una parroquia»
«Deberían ser santuarios de humanidad»
«Existe también la realidad del abandono de los ancianos, el descarte de los ancianos es una auténtica eutanasia escondida y ocultada. Se descartan los niños, los jóvenes sin trabajo y los ancianos»
«Luchar contra esta venenosa cultura del descarte»
«Una sociedad diferente, más inclusiva, más humana»
«Un pueblo que no custodia a los abuelos y no los trata bien es un pueblo que no tiene futuro»
«Porque pierde la memoria y corta sus propias raíces»
«Árboles vivos que, incluso en la vejez, siguen dando fruto»
«Acariciad a los niños y dejarse acariciar por un abuelo y una abuela»
Texto completo del discurso del Papa:
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
¡Gracias haber venido en tan gran número! Y gracias por su acogida festiva:
¡hoy es su fiesta, nuestra fiesta! Agradezco a monseñor Paglia y a todos los que la han preparado. También agradezco en especial la presencia del Papa Emérito Benedicto XVI. Tantas veces he dicho que me gusta tanto que viva aquí en el Vaticano, porque es como tener al abuelo sabio en casa ¡Gracias!
He escuchado los testimonios de algunos de ustedes, que presentan experiencias comunes a tantos ancianos y abuelos. Pero uno era diferente: el de los hermanos que vinieron desde Kara Qosh, escapando de una persecución violenta. ¡A todos ellos juntos les decimos «gracias» de forma especial! Es muy bello que ustedes hayan venido aquí hoy: es un don para la Iglesia. Y nosotros les ofrecemos nuestra cercanía, nuestra oración y nuestra ayuda concreta. La violencia contra los ancianos es inhumana, así como la que se comete contra los niños. ¡Pero Dios no los abandona, está con ustedes! Con su ayuda, ustedes son y seguirán siendo la memoria de su pueblo; y también para nosotros, para la gran familia de la Iglesia. ¡Gracias!
Estos hermanos nos dan testimonio de que aun en las pruebas más difíciles, los ancianos que tienen fe son como árboles que continúan dando frutos. Y esto vale también en las situaciones más ordinarias, donde, sin embargo, puede haber otras tentaciones, y otras formas de discriminación. Hemos escuchado algunas en los otros testimonios.
La vejez, de forma particular, es un tiempo de gracia, en el que el Señor nos renueva su llamado: nos llama a custodiar y transmitir la fe, nos llama a orar, especialmente a interceder; nos llama a estar cerca de los necesitados … pero los ancianos, los abuelos tienen una capacidad para comprender las situaciones más difíciles: ¡una gran capacidad! Y cuando rezan por estas situaciones, su oración es más fuerte ¡es poderosa!
A los abuelos, que han recibido la bendición de ver a los hijos de sus hijos (cf. Sal 128,6), se les ha confiado una gran tarea: transmitir la experiencia de la vida, la historia de una familia, de una comunidad, de un pueblo; compartir con sencillez una sabiduría, y la misma fe: ¡el legado más precioso! ¡Felices esas familias que tienen a los abuelos cerca! El abuelo es padre dos veces y la abuela es madre dos veces. Y en aquellos países donde la persecución religiosa ha sido cruel, pienso por ejemplo en Albania, donde estuve el domingo pasado; en aquellos países han sido los abuelos los que llevaban a los niños a bautizar a escondidas, los que les dieron la fe ¡Qué bien actuaron! ¡Fueron valientes en la persecución y salvaron la fe en esos países!
Pero no siempre el anciano, el abuelo, la abuela, tiene una familia que puede acogerlo. Y entonces bienvenidos los hogares para los ancianos … con tal de que sean verdaderos hogares, y ¡no prisiones! ¡Y que sean para los ancianos – sean para los ancianos – y no para los intereses de otras personas! No debe haber institutos donde los ancianos vivan olvidados, como escondidos, descuidado. Me siento cerca de los numerosos ancianos que viven en estos institutos, y pienso con gratitud en los que los van a visitar y los cuidan. Los hogares para ancianos deberían ser los «pulmones» de humanidad en un país, en un barrio, en una parroquia; deberían ser «santuarios» de humanidad, donde los que son viejos y débiles son cuidados y custodiados como un hermano o una hermana mayor. ¡Hace tanto bien ir a visitar a un anciano! Miren a nuestros chicos: a veces los vemos desganados y tristes; van a visitar a un anciano, y ¡se vuelven alegres!
Pero también existe la realidad del abandono de los ancianos: ¡cuántas veces se descarta a los ancianos con actitudes de abandono que son una verdadera eutanasia escondida! Es el efecto del descarte que tanto daño hace a nuestro mundo. Se descarta a los niños, a los jóvenes y a los ancianos con el pretexto de mantener un sistema económico «equilibrado», en cuyo centro no está la persona humana, sino el dinero. ¡Todos estamos llamados a contrarrestar esta cultura del descarte!
Nosotros, los cristianos, junto con todos los hombres de buena voluntad, estamos llamados a construir con paciencia una sociedad diversa, más acogedora, más humano, más inclusiva, que no necesita descartar a los débiles de cuerpo y mente, aún más, una sociedad que mide su propio «paso» precisamente sobre estas personas.
Como cristianos y como ciudadanos, estamos llamados a imaginar, con fantasía y sabiduría, los caminos para afrontar este reto. Un pueblo que no custodia a los abuelos y no los tratan bien no tiene futuro: pierde la memoria, y se desarraiga de sus propias raíces. Pero cuidado: ¡ustedes tienen la responsabilidad de mantener vivas estas raíces en ustedes mismos! Con la oración, la lectura del Evangelio, las obras de misericordia. Así permanecemos como árboles vivos, que aun en la vejez no dejan de dar frutos.