Los misioneros terminan lejos de casa y de su patria. Tantas veces, asesinados, como pasó estos días con tantos hermanos y hermanas nuestros
(José M. Vidal).- En el ecuador de uno de los Sínodos más libres de la moderna historia de la Iglesia, misa de acción de gracias, presidida por el Papa, por la canonización de dos santos canadienses: San Francisco de Laval y Santa María de la Encarnación. Y Francisco aprovecha para volver a hablar de la Iglesia misionera, en salida, para que «no se corrompa». Y pide al Quebec que «vuelva a ser tierra fecunda en misioneros», a pesar de las asechanzas del «diablo, el envidioso».
Ambiente de las grandes ocasiones. El Papa celebra rodeado de muchos padres sinodales y de sacerdotes, obispos y fieles canadienses en una solemne escenificación litúrgica de la sinodalidad eclesial.
En la liturgia de la Palabra, la primera lectura del libro de Isaías en francés. La segunda lectura en inglés. Pasaje del Evangelio: «Muchos son los llamados y pocos los elegidos»
Algunas frases del Papa
«Los hombres y las mujeres misioneros son los que, fieles al Espíritu, tienen el coraje de vivir el Evangelio»
«Los misioneros salen a llamar a todos a las encrucijadas del mundo»
«Si la Iglesia se cierra, se corrompe y enferma»
«Se hicieron todos por todos»
«Saben vivir en la escasez y en la abundancia»
«Tuvieron la valentía de salir por los caminos del mundo»
«Terminan lejos de casa y de su patria. Tantas veces, asesinados, como pasó estos días con tantos hermanos y hermanas nuestros»
«La misión de la Iglesia es anuncio del amor»
«Los misioneros sirven el pan de la palabra»
«Así lo hicieron San Francisco de Laval y Santa María de la Encarnación»
«Quiero dejaros dos consejos, extraídos de la Carta a los hebreos»
«El primero es éste: ‘Recordad a vuestros mayores, que os anunciaron la Palabra de Dios, imitadlos en la fe'»
«La memoria de los misioneros nos sostiene en el momento en que experimentamos la escasez de los obreros del Evangelio»
«Son testigos fecundos que nos llena de vida»
«El segundo es éste: ‘Traed a la memoria los primeros días, tras haber recibido la luz de Cristo…No abandonéis»
«Memoria de los que nos han precedido, de los que fundaron nuestra Iglesia. Iglesia fecunda en tantos misioneros repartidos por el mundo»
«El mundo está lleno de misioneros canadienses, como éstos dos»
«El diablo, el envidioso, no tolera que una tierra sea tan fecunda en misioneros»
«Oración para que el Quebec vuelva sobre este camino de la fecundidad de dar al mundo tantos misioneros, como estos dos que fundaron la Iglesia de Quebec»
«Que su semilla crezca y dé frutos de nuevos hombre sy mujeres valientes, con el corazón abierto a la llamada del Señor»
«Hoy tenemos que pedir esto para vuestra patria»
«Que el Quebec vuelva a ser fuente de grandes y valientes misioneros»
Texto íntegro de la homilía de Papa Francisco:
Hemos escuchado la profecía de Isaías: «El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros …» (Is. 25,8). Estas palabras, llenas de la esperanza de Dios, indican la meta, muestran el futuro hacia el cual nos dirigimos. En este camino los santos nos preceden y nos guían. Estas palabras también delinean la vocación de los misioneros.
Los misioneros son aquellos que, dóciles al Espíritu Santo, tienen el valor de vivir el Evangelio. También este Evangelio que acabamos de escuchar: «Vayan a los cruces de caminos» dijo el rey a sus siervos (Mt 22,9). Así que los siervos salieron y reunieron a todos los que encontraron, «buenos y malos», para llevarlos al banquete nupcial del rey (cf.v. 10).
Los misioneros acogieron esta llamada: salieron a llamar a todos, en los cruces del mundo; y así hicieron tanto bien a la Iglesia, porque si la Iglesia se detiene y se cierra se enferma, se puede corromper, ya sea con pecados que con la falsa ciencia separada de Dios, que es el secularismo mundano.
Los misioneros han dirigido la mirada a Cristo crucificado, han acogido su gracia y no la han tenido para sí mismos. Como San Pablo, se han hecho todo para todos; han sabido vivir en la pobreza y en la abundancia, en la saciedad y el hambre; pudieron todo en Aquel que les daba fuerzas (cf. Fil 4,12-13). Con esta fuerza de Dios, tuvieron el coraje de «salir» por las calles del mundo con confianza en el Señor que llama.
La misión evangelizadora de la Iglesia es esencialmente anuncio del amor, de la misericordia y el perdón de Dios, revelado a los hombres a través de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Los misioneros han servido a la misión de la Iglesia, partiendo a los más pequeños y a los más distantes el pan de la Palabra y llevando a todos el don del amor inagotable que brota del corazón mismo del Salvador.
Así eran San Francisco de Laval y Santa María de la Encarnación. Quisiera dejarles a ustedes, queridos peregrinos canadienses, en este día, dos consejos, tomados de la Carta a los Hebreos, que harán tanto bien a sus comunidades.
El primero es éste: «Acuérdense de quienes los dirigían, ellos les transmitieron la Palabra de Dios; miren cómo acabaron sus vidas e imiten su fe» (13.7). La memoria de los misioneros nos sostiene cuando experimentamos la escasez de trabajadores del Evangelio. Sus ejemplos nos atraen, nos empujan a imitar su fe. ¡Son testimonios fecundos que generan vida!
El segundo es éste: «Recuerden los primeros días, cuando, recién iluminados, sostuvieron el duro combate de los padecimientos…por tanto, no pierdan la confianza que ella les traerá una gran recompensa. A ustedes les hace falta sólo la perseverancia…» (10,32.35-36). Rendir homenaje a los que sufrieron para traernos el Evangelio significa llevar hacia adelante también nosotros la buena batalla de la fe, con humildad, mansedumbre y misericordia, en la vida cotidiana. Y esto da fruto.
Esa es la alegría y la entrega de ésta, su peregrinación: hacer memoria de los testigos, de los misioneros de la fe en su tierra. Esta memoria nos sostiene siempre en el camino hacia el futuro, hacia la meta, cuando «el Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros…».
«¡Alegrémonos y regocijémonos de su salvación!». (Isaías 25,9).
Agradecimiento de monseñor Lacroix
El cardenal Cypien Lacroix, arzobispo de Quebec y Primado de Canadá, agradeció al Papa al final de la misa, el don que les ha dado de tener dos nuevos santos: la hermana María de la Encarnación (1599-1672), fundadora del convento de las ursulinas en Quebec, y a Francisco de Laval (1623-1708), primer obispo canadiense y fundador del seminario de Quebec.
El cardenal aseguró que ha hecho una peregrinación por los países de estos «dos gigantes de la fe y de la vida misionera», y éste recorrido acaba en Roma para poder estar con el Santo Padre para expresarle su deseo de «responder al llamamiento misionero para evangelizar el mundo de nuestro tiempo».
El arzobispo ha recordado un fragmento de la exhortación apostólica de Papa Francisco diciendo «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús», y por ello vuelve a nombrar a los dos nuevos santos recordando que ellos fueron dos testimonios elocuentes.