La realidad visible de la Iglesia no es medible: tantas obras de amor, tanta fidelidad, tanto trabajo para educar los hijos, transmitir la fe, tanto sufrimiento
(José M. Vidal).-En la catequesis de la audiencia, el Papa quiso explicar el misterio de la Iglesia en su doble «realidad visible y espiritual». Primero insiste en que Iglesia somos todos y no sólo obispos, curas y monjas. Segundo, que el que va mucho a misa, pero despelleja al prójimo, es motivo de escándalo. Porque en la Iglesia hay mucho escándalo, pero también mucho testimonio de amor.
Lectura del Evangelio: «El Espíritu del Señor está sobre mí y me han enviado a dar la Buena Noticia a los pobres…»
Algunas frases del Papa
«La Iglesia es el cuerpo de Cristo, edificado en el Espíritu Santo»
«La realidad visible de la Iglesia»
«La relación entre la realidad visible y la espiritual»
«La realidad visible no debemos pensar sólo en el Papa, los obispos, los curas, las monjas…Está formada por todos los hermanos bautizados que en el mundo creen, esperan y aman»
«¿Quién es la Iglesia? La Iglesia somos todos nosotros, todos los bautizados somos la Iglesia, la Iglesia de Jesús»
«Los que se hacen cercanos a los últimos y a los que sufren son Iglesia»
«La realidad visible de la Iglesia no es medible: tantas obras de amor, tanta fidelidad, tanto trabajo para educar los hijos, transmitir la fe, tanto sufrimiento…Esto no se puede medir»
«La realidad visible de la Iglesia va más allá de nuestro control y de nuestras fuerzas. Es una realidad misteriosa, porque viene de Dios»
«La Iglesia es un misterio, en el que lo que no se ve es más importante que lo que se ve y sólo puede ser reconocido con los ojos de la fe»
«¿Cómo la realidad visible se puede poner al servicio de la realidad espiritual?»
«Cristo es el modelo de la Iglesia y de todos nosotros. Cuando se mira a Cristo no se yerra»
«Cristo se sirvió de su humanidad; la Iglesia también»
«A través de los sacramentos, el testimonio…la Iglesia está llamada a hacerse vecina a todo hombre…Hacer sentir sobre todos la mirada compasiva y misericordiosa de Jesús»
«A veces, como Iglesia, tenemos experiencia de nuestra fragilidad y de nuestros límites. Todos somos pecadores. Nadie puede decir que no es pecador. Y, si alguno no tiene pecado, que levante la mano…»
«Estos pecados nuestros es justo que nos produzcan un profundo arrepentimiento, sobre todo cuando somos motivo de escándalo»
«Cuántas veces hemos escuchado: Esa persona va mucho a la Iglesia, pero despelleja a todo el mundo…Eso no es cristiano. Es un pecado y damos un mal ejemplo…Si éste es cristiano, yo me hago ateo…»
«Pidamos no ser motivo de escándalo»
«A pesar de ello, el Señor nos hizo instrumentos de gracia»
«Podemos ser motivo de escándalo, pero también ser testigos de Jesús»
Texto íntegro del saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:
En otras ocasiones hemos hablado de la naturaleza espiritual de la Iglesia, como Cuerpo de Cristo edificado por el Espíritu Santo. Hoy nos centramos en lo que pensamos habitualmente, en lo que se ve: es decir, sus estructuras, como la parroquia, en su organización o en las personas que normalmente la guían. Pero esto no se limita a los obispos o a los clérigos, sino que comprende a todas las personas bautizadas que creen, esperan y aman, haciendo el bien en el nombre de Jesús, acercándolo así a la vida de los hermanos. Por eso, lo visible y lo invisible de la Iglesia no se oponen, sino que se integran en la única Iglesia.
Esto es un reflejo del misterio de la persona de Cristo, en la que su naturaleza divina es inseparable de su naturaleza humana, que se pone enteramente al servicio del plan divino de llevar a todos la redención y la salvación. También la Iglesia, a través de su realidad visible, como los sacramentos, el testimonio y el anuncio, está llamada a hacerse cercana a cada persona, comenzando por los más pobres, los que sufren o los marginados, para que todos sientan la mirada compasiva y misericordiosa de Jesús.
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Recuerdo a México, que sufre por la desaparición de sus estudiantes. Que nuestro corazón de hermanos esté cerca de ellos, orando en estos momentos.
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España, México, Argentina y otros países latinoamericanos. Pidamos, por intercesión de la Virgen María, que comprendamos cómo, a pesar de nuestras debilidades, el Señor nos ha hecho instrumentos de su gracia y signo visible de su amor para toda la humanidad. Muchas gracias.
Saludo en italiano
«Ante el agravamiento de la epidemia del ébola, deseo expresar mi viva preocupación por esta implacable enfermedad, que se está difundiendo especialmente en el continente africano, sobre todo entre las poblaciones más pobres.
Me siento cercano, en el afecto y la oración, a las personas afectadas, asi como a los médicos, enfermeras, a los voluntarios, a los institutos religiosos y a las asociaciones, que se prodigan heróicamente para socorrer a estos nuestros hermanos y hermanas enfermos.
Renuevo mi llamamiento, con el fin de que la comunidad internacional ponga en marcha el esfuerzo necesario para detener este virus, aliviando concretamente los sufrimientos de todos los que están siendo tan profundamente probados. Os invito a rezar por ellos y por cuantos han perdido la vida»
Texto completo de la catequesis del Papa
La Iglesia: realidad visible y espiritual
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En las catequesis precedentes hemos tenido la oportunidad de evidenciar cómo la Iglesia tiene una naturaleza espiritual: es el cuerpo de Cristo, edificado en el Espíritu Santo. Pero cuando nos referimos a la Iglesia, inmediatamente el pensamiento va a nuestras comunidades, a nuestras parroquias, a nuestras diócesis, a las estructuras en las cuales habitualmente nos reunimos y, obviamente, también a los componentes y a las figuras más institucionales que la rigen, que la gobiernan. Esta es la realidad visible de la Iglesia. Entonces debemos preguntarnos: ¿se trata de dos cosas diversas o de la única Iglesia? Y, si es siempre la única Iglesia, ¿cómo podemos entender la relación entre su realidad visible y aquella espiritual?
1. En primer lugar, cuando hablamos de la realidad visible – hemos dicho que son dos, ¿no? La realidad visible de la Iglesia, la que se ve, y la realidad espiritual. Cuando hablamos de la realidad visible de la Iglesia, no debemos pensar solamente al Papa, a los Obispos, a los sacerdotes, a las religiosas y a todas las personas consagradas. La realidad visible de la Iglesia está constituida por los tantos hermanos y hermanas bautizados que en el mundo creen, esperan y aman. Pero tantas veces escuchamos decir: «pero la Iglesia no hace esto, la Iglesia no hace alguna otra cosa…» Pero dime: ¿quién es la Iglesia? «Son los sacerdotes, los Obispos, el Papa». ¡La Iglesia somos todos, todos, todos nosotros! ¡Todos los bautizados somos la Iglesia, la Iglesia de Jesús! Todos aquellos que siguen al Señor Jesús y que, en su nombre, se hacen cercanos a los últimos y a los sufrientes, tratando de ofrecer un poco de alivio, de consuelo y de paz. ¡Todos, todos los que hacen lo que el Señor nos ha mandado, todos los que hacen eso son la Iglesia!
Comprendemos entonces que también la realidad visible de la Iglesia no es mensurable, no es conocible en toda su plenitud: ¿cómo se hace para conocer todo el bien que se hace? Tantas obras de amor, tanta fidelidad en las familias, tanto trabajo para educar a los hijos, para llevarlos adelante, para transmitir la fe, tanto sufrimiento en los enfermos que ofrecen su sufrimiento al Señor. ¡Esto no se puede medir! ¡Es tan grande, tan grande! ¿Cómo se hace para conocer todas las maravillas que, a través de nosotros, Cristo logra obrar en el corazón y en la vida de cada persona? Miren: también la realidad visible de la Iglesia va más allá de nuestro control, va más allá de nuestras fuerzas, y es una realidad misteriosa, porque viene de Dios.
2. Para comprender la relación en la Iglesia, la relación entre su realidad visible y aquella espiritual, no hay otro camino que mirar a Cristo, del cual la Iglesia constituye el cuerpo y del cual ella es generada, en un acto de infinito amor. También en Cristo, en efecto, en virtud del misterio de la Encarnación, reconocemos una naturaleza humana y una naturaleza divina, unidas en la misma persona en modo admirable e indisoluble. Esto vale en modo análogo también para la Iglesia. Y como en Cristo la naturaleza humana secunda plenamente aquella divina y se pone a su servicio, en función del cumplimiento de la salvación, así sucede en la Iglesia, por su realidad visible, con respecto a aquella espiritual. Por lo tanto, también la Iglesia es un misterio en el cual lo que no se ve es más importante de lo que se ve y puede ser reconocido sólo con los ojos de la fe (cfr Cost. Dogm. sobre la Iglesia Lumen Gentium, 8).
3. En el caso de la Iglesia, sin embargo, debemos preguntarnos: ¿cómo puede la realidad visible ponerse al servicio de aquella espiritual? Una vez más, podemos comprenderlo mirando a Cristo: Cristo es el modelo, es el modelo de la Iglesia porque la Iglesia es su Cuerpo. Es el modelo de todos los cristianos, de todos nosotros. Cuando se mira a Cristo no nos equivocamos. En el Evangelio de Lucas se cuenta cómo Jesús, de vuelta en Nazaret, – hemos oído esto – donde había crecido, entró en la sinagoga y leyó, refiriéndose a sí mismo, el pasaje del profeta Isaías, donde está escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la Buena Noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracias del Señor» (4,18-19). He aquí cómo Cristo se sirvió de su humanidad – porque también era hombre -, para anunciar y realizar el diseño divino de redención y de salvación – porque era Dios -, así debe ser también la Iglesia. A través de su realidad visible, de todo lo que se ve, los sacramentos y el testimonio de todos nosotros cristianos, la Iglesia es llamada cada día a hacerse cercana a cada hombre, comenzando por quien es pobre, por quien sufre y por quien es marginado, de modo de continuar a hacer sentir sobre todos la mirada compasiva y misericordiosa de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, a menudo como Iglesia experimentamos nuestra fragilidad y nuestros límites. Todos lo somos, todos los tenemos. Todos somos pecadores, ¿todos eh? Ninguno de nosotros puede decir: «yo no soy pecador». Pero si alguno siente que no es pecador, que levante la mano, ¿veamos cuántos? No se puede. Todos lo somos. Y esta fragilidad, estos límites, éstos nuestros pecados, es justo que procuren en nosotros un profundo pesar, sobre todo cuando nos damos mal ejemplo y nos damos cuenta de convertirnos en motivo de escándalo. Pero cuántas veces hemos oído, en el barrio: «aquella persona, está siempre en la Iglesia, pero habla mal de todos, saca el cuero a todos». Pero qué mal ejemplo, ¿eh? Hablar mal del otro. Esto no es cristiano, es un mal ejemplo: es un pecado. Y así nosotros damos un mal ejemplo: «Eh, digamos, si éste o ésta es cristiano yo me hago ateo». Porque nuestro testimonio es lo que hace comprender lo que es ser cristiano. Pidamos no ser motivo de escándalo. Pedimos entonces el don de la fe, para que podamos comprender cómo, no obstante nuestra pequeñez y nuestra pobreza, el Señor nos ha hecho realmente instrumento de gracia y signo visible de su amor por toda la humanidad. Podemos convertirnos en un motivo de escándalo, sí. Pero también podemos convertirnos en motivo de testimonio, ser testigos que con nuestra vida decimos: así quiere Jesús que nosotros hagamos. Gracias.