La migración sigue siendo una aspiración a la esperanza. Especialmente en las zonas subdesarrolladas del mundo, donde la falta de trabajo impide la creación de una vida digna para los individuos y sus familias
El Papa ha calificado el fenómeno migratorio como «un recordatorio de la necesidad de erradicar las desigualdades, la injusticia y la opresión», al tiempo que ha resaltado los beneficios demográficos y económicos que reciben los países que acogen inmigrantes porque estos llenan «vacíos» a nivel «demográfico».
Con motivo del encuentro en el Vaticano con los participantes en el VII Congreso Mundial de la Pastoral de los Migrantes, el Pontífice ha explicado que la emigración «sigue siendo una aspiración a la esperanza de buscar un futuro mejor en otro lugar» y no debe verse sólo como un problema a resolver, sino como «la posibilidad real de la cooperación para el desarrollo» entre los países de donde salen y los que dan la bienvenida a los que llegan.
Francisco ha indicado que la persona que deja su país no es sólo una persona que contribuye al desarrollo económico, sino también un posible socio «en la construcción de un ‘identidad más rica para las comunidades que los acogen»,» estimular el desarrollo de sociedades inclusivas, creativas y respetuosas de la dignidad de todos».
En su discurso a los participantes en la conferencia patrocinada por el Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes sobre «Cooperación y desarrollo en el cuidado pastoral de los migrantes», el Papa ha denunciado el empobrecimiento de los países de origen de los migrantes que pierden sus «mejores mentes», además de la «fragilidad de niños y jóvenes que crecen sin uno o ambos padres con la consecuente ruptura familiar y de los matrimonios.
Asimismo ha explicado que «la migración sigue siendo una aspiración a la esperanza. Especialmente en las zonas subdesarrolladas del mundo, donde la falta de trabajo impide la creación de una vida digna para los individuos y sus familias, es un fuerte deseo de buscar un futuro mejor en otros lugares, incluso a riesgo de decepciones y fracasos, causada en gran parte por la crisis económica que, en diferentes grados, afecta a todos los países del mundo».
En este sentido, ha reafirmado el papel educativo, formativo, social y de asistencia de la Iglesia y de sus instituciones para ayudar a los migrantes y refugiados.
«La Iglesia –ha explicado–, además de ser una comunidad de fieles, reconoce a Jesucristo en el rostro del prójimo, es madre sin confines y sin fronteras. Es madre de todos y se esfuerza en alimentar la cultura de la acogida y la solidaridad, donde nadie se sienta inútil, fuera de lugar o descartado».
Por otro lado, ha hablado de la falta de acogida en algunos países y los problemas de integración al tiempo que ha señalado la importancia de los agentes pastorales para sostener y llevar adelante los procesos de integración.
«En las naciones que les acogen, de reflejo, vemos la dificultad de insertarlos en el tejido urbano, ya problemático, así como la de integración y de respeto de las convenciones sociales y culturales en los que se encuentran», ha indicado.
Estos son algunas de las palabras del Papa:
«La Iglesia, además de ser una comunidad de fieles que reconoce a Jesucristo en el rostro del prójimo, es madre sin confines y sin fronteras. Es madre de todos y se esfuerza en alimentar la cultura de la acogida y de la solidaridad, donde nadie es inútil, está fuera de lugar o es para el descarte. Lo recordaba en el Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado de este año: El fundamento de la dignidad de la persona no está en los criterios de eficiencia, de productividad, de clase social, de pertenencia a una etnia o grupo religioso, sino en el ser creados a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26-27) y, más aún, en el ser hijos de Dios; cada ser humano es hijo de Dios. ¡En él está impresa la imagen de Cristo!
Por lo tanto los migrantes, con su misma humanidad, aun antes de sus valores culturales, ensanchan el sentido de la fraternidad humana. Y, al mismo tiempo, su presencia es un llamado a la necesidad de desarraigar las desigualdades, las injusticias y los atropellos y abusos. De este modo, los migrantes pueden llegar a ser partners en la construcción de una identidad más rica para las comunidades que los hospedan, así como las personas que los reciben, estimulando el desarrollo de sociedades inclusivas, creativas y respetuosas de la dignidad de todos».
(Rd/Ep)